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» Diario Cordoba
Fecha: 08/12/2025 13:55
He visto un titular en El Economista que comenzaba diciendo: «La electricidad se abarata en Europa...», y claro me ha llamado mucho la atención porque si miro mi factura de la luz o una empresa mira la suya, el chiste se cuenta solo. Es cierto que lo primero que debemos diferenciar es el precio de la energía, del precio de nuestra factura. En los mercados mayoristas europeos, los precios han caído respecto al pico de la crisis energética. El gas que llegó a rozar los 345 €/MWh en 2022 hoy ronda los 30 €/MWh, promediando la electricidad europea unos 74 €/MWh en 2024, un 22 % menos que en 2023 y casi un 60% menos que en 2022, según Trading Economics. Mientras el kilovatio se abarata en Europa, en España, el precio de la electricidad, según el INE, ha aumentado en un 18,7% en octubre respecto a ese mismo mes del año pasado. La pregunta es ¿por qué? En el resto de Europa, la caída del gas y la recuperación de la normalidad en los mercados mayoristas permiten hablar del fin de la crisis energética y aunque no se hayan reducido los precios a niveles de la década anterior, los precios de la luz parecen haberse estabilizado. Aquí hemos decidido, nosotros con nuestro voto, que nuestra factura incluya no solo el precio de la energía, sino que además vuelvan los impuestos que se habían reducido por la crisis energética. Así, se han recuperado los tipos del IVA y del Impuesto Especial sobre la Electricidad, además de los cargos del sistema, es decir, lo que pagamos para financiar redes, renovables, déficit de tarifa y, ahora, hasta el apagón que se provocó por hacer experimentos con la red eléctrica y las renovables. El resultado es que el mercado mayorista baja, pero el gobierno va rellenado ese hueco para incluso cobrar más que antes. A esto se añade un problema muy «made in Spain», al que ya he hecho mención en alguna columna previa: la complejidad del propio sistema. Una parte importante de los hogares sigue en el mercado libre con tarifas fijas que no siempre reflejan los nuevos precios. Por otro lado, está el famoso tema de la planificación energética. En España, no existe. Llevamos años hablando de transición verde como si milagrosamente se arreglara todo y pudiésemos mantener nuestro bienestar económico mientras salvamos el planeta. Ya he dicho en repetidas ocasiones que cambiar de modelo no es gratis. Cerrar centrales nucleares sin reforzar redes, sin invertir con seriedad en almacenamiento y sin dar señales estables a largo plazo a las empresas es una forma rápida de hacer el sistema más frágil y caro. Que el recibo dependa más de decisiones fiscales y regulatorias que de cómo evoluciona el mercado mayorista, nos dice mucho sobre el tipo de Estado que nos hemos construido. Si de verdad queremos que ese abaratamiento del precio de la electricidad en Europa llegue a nuestros bolsillos, la receta pasa por lo de siempre y que ningún gobierno nunca ha hecho. Dotar al sistema de mayor transparencia no solo para que cualquier ciudadano pueda entender qué está pagando sino también por qué y cómo y hasta cuándo, favoreciendo que se beneficien de las bajadas del mercado sin necesidad de convertirse en analistas eléctricos. No disfrazar de medidas verdes impuestos encubiertos a las empresas eléctricas que terminan pagando los ciudadanos, ya que las empresas siempre repercuten en precios los impuestos que pagan como si fueran un coste más. No planificar el mercado eléctrico a golpe de decreto o según cuándo sean las elecciones, dotando de estabilidad a las reglas fiscales y regulatorias para que sean predecibles, de modo que empresas y hogares puedan tomar decisiones a medio plazo. Europa ya ha demostrado que es posible salir de la fase más aguda de la crisis energética, aunque tienen la ventaja de que muchas economías europeas ya partían de niveles de renta más altos cuando esta sucedió, y sus hogares podían absorber mejor este golpe de precios, y d que cuentan con sistemas fiscales que no cargan tanto la factura como aquí. En España, nos queda mucho para salir de cualquier crisis de lo que sea, y lo que está claro es que aún no sabemos lo que se juega nuestra economía doméstica. *Profesora de Economía en la Universidad de Córdoba
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