07/12/2025 22:17
07/12/2025 22:16
07/12/2025 22:15
07/12/2025 22:15
07/12/2025 22:14
07/12/2025 22:13
07/12/2025 22:11
07/12/2025 22:11
07/12/2025 22:10
07/12/2025 22:04
Parana » AIM Digital
Fecha: 07/12/2025 21:04
Hace unos 12.000 años terminó la última era glacial y comenzó la interglacial en que vivimos actualmente. Los seres humanos, que sumarían entonces unos cuatro millones en todo el planeta, se vieron ante ún cambio radical de su estilo de vida de cazadores recolectores, que llevaban todo de la mano a la boca y que para conseguir alimento trabajaban dos o tres horas por día. La agricultura se inventó entonces. Quizá fue obra de las mujeres, que atendían los asuntos domésticos mientras los hombres partían de caza. También es posible que los animales cazados mágicamente en efigie, como se ven en las pinturas y grabados las cuevas paleolíticas, fueran obra de ellas. Los preciosos dibujos naturalistas están en cuevas del paleolítico de todo el mundo, las de Europa son solo las más famosas. La cueva de las manos en el cañón del río Pinturas en la Patagonia argentina es un notable ejemplo, lo mismo que las de Oaxaca y Zacatecas en México y las de Australia. China, Siberia o la India. Las pinturas paleolíticas son una cuestión controvertida, ya que los dibujos geométricos, como los de los niños, parecen más primitivos y sin embargo son posteriores en la historia del arte. Los animales están atravesados a veces por flechas toscas, evidentemente de otra mano, quizá la del brujo. Desde mucho antes que 12000 años los cazadores complementaban su dieta con cereales silvestres, como se ha visto en restos de piedras de molino de 20.000 años y más, sobre todo entre el Tigris y el Eufrates y en Turquía actual. Una conjetura es que de regreso de las partidas de caza, cuando traían granos silvestres de trigo, avena o centeno, algunos caían por el camino y allí prosperaban, lo que no pasaría inadvertido para los cazadores. El paso siguiente sería desparramarlos intencionalmente para favorecer la germinación, luego no meramente arrojarlos sobre el suelo sino enterrarlos, luego mojar la tierra, luego despejar las malezas, luego alejar las ratas y las aves. Resultó entonces que aquellos cazadores se fueron transformando en agricultores. Ya no trabajaban dos o tres horas sino de sol a sol, y en posiciones de esfuerzo que les provocaban diversas patologías, como artrosis en las rodillas y afecciones en la columna. Si bien estas caracteristicas de la agricultura eran un descenso en el nivel de vida, la posibilidad de guardar alimentos en depósitos para tiempos de escasez era inapreciable; alejaba el fantasma del hambre, al que estaban sometidos desde siempre los humanos tanto como los animales: los herbívoros por las sequías y las catástrofes naturales y los carnívoros por la merma de los herbívoros. Apareció otro problema, fundamental hasta ahora. Quien atesora recursos se expone a los que carecen de ellos, sobre todo si la carencia pone en juego la vida, como era el caso entonces. Se formaron bandas cuya finalidad era apoderarse de las reservas acumulas y quizá desplazar a los agricultores de sus campos más rápidamente que de costumbre, cuando mermaba la fertilidad del suelo. Pero sin reservas y sin campos de cultivo los agricultores del neolítico estaban condenados a muerte, sobre todo porque ya habían olvidado los conocimientos para vivir de la caza como sus antepasados. Por eso resistían tenazmente todo intento de quitarles los campos, a diferencia de los cazadores, que no necesitaban resistir tanto porque no tenían con la tierra la misma relación que los cultivadores y con solo mudarse, como era su costumbre ancestral, podían mantener su vida habitual. La lucha a muerte entre los cultivadores y las bandas de saqueadores fueron posiblemente las primeras guerras, que no existían antes sino como una especie de deporte o de ocupación marginal de los que consideraban "otros" a congéneres, o quizá a humanos de especies hoy desaparecidas. La literatura ha dejado un ejemplo todavía vivo de aquellas prácticas en la Ilíada, donde una banda de saqueadores es glorificada por Homero y sirvió como "educación de la Hélade". Eran los legendarios "pueblos del mar", de origen incierto, que acabaron la edad de bronce hace 3200 años en el Mediterráneo oriental. Pero también hay rastros de aquellos enfrentamientos en relatos épicos como el Ramayana indio, que presenta una lucha entre dioses y demonios donde los demonios merecen ser robados. La agricultura, y luego la ganadería, la domesticación de herbívoros para carne y leche -que permitió poblar las estepas- fue el origen de la acumulación y de la sedentarización. Aparecieron problemas nuevos, como la territorialidad o la idealización de la tierra con ideas religiosas, pero también la escasez por el continuo cambio de manos de los excedentes por obra de bandas de piratas. Entonces, con los inicios del urbanismo, ya que la población estaba reunida en espacios pequeños y había crecido con la disponibilidad de alimentos, se construyeron fortificaciones para defensa. Eran las bases para que la guerra se instalara en la humanidad y para que creciera y se aplicara a ella la inventiva como a ninguna otra cosa, hasta disponer hoy, gracias al desarrollo autónomo del belicismo, convertido en el mayor negocio de armas que pueden destruir al mundo varias veces. Quedó establecido el Estado como instrumento de dominio, dueño del monopolio de la fuerza, con la finalidad de hacer legal, permanente y aceptado lo que había sido producto de correrías piráticas para asegurarse contra el hambre. La diferenciación entre ricos y pobres, penuria para muchos y dispendio para pocos, nació con el Estado, se mantuvo con más y con menos desde entonces y ocasionalmente se está agudizando ahora. En resumen: de una vida nómada, con poco trabajo y una dieta saludable en lo fundamental, la invención de la agricultura produjo excedentes de alimentos, pero menos nutritivos; organizó a los seres humanos como nunca antes, desde centenares de miles de años; los obligó a trabajar mucho más; posiblemente los hizo menos felices y sobre todo, lanzó sobre ellos una maldición de la que ya no se librarían: la guerra, que según definiciones de diferente origen es un crimen; un hiato transitorio de la política; un estallido reiterado monótonamente entre intervalos breves denominados "paz". De la Redacción de AIM.
Ver noticia original