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  • Charlie López desvela los secretos detrás de las supersticiones y costumbres cotidianas

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 07/12/2025 04:41

    Charlie López explora en su libro el origen de costumbres y objetos cotidianos que marcan la vida diaria El escritor e historiador Charlie López presenta en su nuevo libro Todo tiene su historia una mirada sobre el trasfondo de las costumbres y objetos cotidianos que conforman la vida diaria del ser humano. La obra propone un recorrido por el origen de creencias y tradiciones populares, explorando cómo estas han influido en la identidad y el comportamiento social desde los inicios del homo sapiens. Entre los temas destacados, el autor analiza la procedencia de supersticiones populares en el mundo occidental, con especial atención a Hispanoamérica. El texto examina el temor al mal de ojo, la relación con los gatos negros, la búsqueda de buena suerte a través de una herradura o un trébol de cuatro hojas, y la sensación de protección que experimentan quienes tocan madera o llevan una pata de conejo. Además, se abordan prácticas sociales como el saludo, el aplauso, el gesto de tapar un bostezo, el hábito de brindar y la costumbre de evitar los codos en la mesa durante las comidas. El libro también indaga en la historia de celebraciones y rituales, como los cumpleaños con o sin torta, las bodas con anillos y padrinos, y el papel de las flores en los funerales. En cuanto a los objetos cotidianos, López revela el origen del tenedor, el inodoro y la relación de la reina Victoria con este último, así como la imposición de los tacos altos por parte de un monarca francés de baja estatura. A continuación, Infobae Cultura publica uno de los capítulos de Todo tiene su historia (Aguilar-Penguin Random House). Tocar madera ¿Sin patas y con golpes? Al menos dos teorías pugnan por justificar el origen de esta popular superstición practicada por mucha gente, en distintos países del mundo, para atraer o invocar a la buena suerte. La más antigua se remonta a por lo menos dos mil años atrás y está relacionada con los grandes árboles a los que se consideraba divinidades, en especial el roble, en cuyas vetas, se creía, habitaban las hadas, los espíritus y los dioses benévolos. Habían observado que este árbol solía ser alcanzado por los rayos, entonces creían también que en él habitaba el genio del fuego y la vitalidad. La más reciente de las teorías —aun así, muy antigua— relaciona esta superstición con la madera de la cruz en la que Jesús fue crucificado y a la que se le atribuían poderes mágicos. Quienes tocaban aunque más no fuera una astilla de esos maderos y luego, pasados los años, cualquier trozo de madera al que asociaran con la cruz, se aseguraban una salvaguarda contra todo tipo de males, a la vez que se encomendaban a los beneficios de la buena suerte. Los rituales cambian de país en país. En algunos, se busca madera que no tenga patas, de ahí que se eviten mesas, sillas y escritorios. En otros, sostienen que para que este rito tenga éxito se deben dar dos golpes suaves sobre el trozo de madera elegido; con el primero se transmite un deseo y con el segundo se lo agradece. También hay quienes solamente golpean una vez, para despertar a las hadas y espíritus que allí se alojan. Tocarse un pecho o un testículo Siempre el izquierdo En Argentina, es común que las mujeres se toquen un pecho y los hombres un testículo —en ambos casos el izquierdo— para contrarrestar los supuestos efectos de la mala suerte que transmite la presencia de alguien caratulado como “mufa” o “yeta”, o por el mero hecho de nombrarla. A estas personas, en general injustamente marginadas, no se las menciona más que por un apodo o se refieren a él o ella como el o la innombrable. De acuerdo con las creencias populares, esta seña —relacionada con la energía y la vitalidad, equivalente a la antigua práctica de “tocar madera”— evita que algo grave ocurra después de ver, hablar o mencionar a los marginados con estos rótulos. La elección de un testículo, en el caso del hombre, se debe a la asociación de estos con la virilidad, mientras que, en el caso de la mujer, parece estar ligada a la conexión de los pechos con la vida y la protección maternal. Debe tenerse presente que en la Antigüedad la sexualidad era considerada una fuerza protectora y, entre otros hábitos, se solían dibujar genitales para contrarrestar el “mal de ojo” y la mala suerte. Aun así, en la actualidad, para muchos solo se trata de gestos humorísticos que, por las dudas, siempre tienen presentes. Trece personas a la mesa Una de las supersticiones más difundidas en el mundo occidental advierte sobre los peligros de sentar 13 comensales a la mesa. Su origen se remonta a la era precristiana, más específicamente a la mitología nórdica. Cuenta una de sus leyendas que Loki, dios del engaño, la travesura y el caos, se hizo presente en un banquete al que habían sido invitados doce dioses lo que desató una lucha para expulsarlo en la que Balder, dios de la luz, la sabiduría y la pureza, murió. Este relato se difundió por toda Europa y, ya en la era cristiana, se consolidó cuando se lo comenzó a relacionar con la Última Cena en la que Cristo y sus doce apóstoles también sumaban 13 a la mesa. En esas circunstancias, dictaba la creencia, uno de ellos —para muchos el más joven, para otros el primero en levantarse— habría de morir en el plazo de un año. Cristo fue crucificado al día siguiente. A ello se le sumó, entre otros factores, el hecho de que el capítulo trece del Apocalipsis estuviese dedicado al Anticristo y a la Bestia, y a la existencia de 13 espíritus malignos enumerados por la Cábala Judía. Para evitar la mala suerte, los supersticiosos suelen agregar un nuevo invitado, dividir a los comensales en dos grupos o poner la mesa para 14 personas y sentar un muñeco de peluche en la decimocuarta silla. Un trébol de cuatro hojas Uno cada diez mil La razón principal por la que los druidas —sacerdotes y sabios de las culturas celtas que habitaban lo que hoy es Gran Bretaña, Irlanda, parte de España y el norte de Francia— consideraban al trébol de cuatro hojas sagrado, era por su rareza dado que solo uno de cada diez mil tréboles, aproximadamente, germina con cuatro hojas. Según sus creencias, quienes lo poseían podían observar a las hadas y también a los demonios, cuyas perversas intenciones podían frustrar a través de conjuros. Encontrar un trébol de cuatro hojas también les concedía buena suerte y los libraba del mal y de los espíritus dañinos. En la cultura irlandesa, cada una de las hojas tiene un significado particular: una representa la esperanza; otra, el amor; otra, la fe, y la cuarta, la suerte. Desde la década de 1950, cuando se comenzaron a desarrollar semillas para cultivarlos, los tréboles de cuatro hojas han dejado de ser una rareza, por lo cual gran parte de su misterio y encanto se ha perdido. Vaquita de San Antonio No la maten La vaquita de San Antonio, también conocida como Catarina o Mariquita, está asociada con supersticiones positivas en distintas culturas. A quienes la tomen entre sus dedos y la dejen volar se les cumplirá el deseo que pidan en ese momento; también tendrán buena suerte las personas sobre cuya cabeza se haya posado este insecto. Los hombres de campo la consideran una señal de buen tiempo y un símbolo de protección, pues las vaquitas de San Antonio son depredadores naturales de plagas que dañan los cultivos (por ejemplo, el pulgón). Desde tiempo atrás, los agricultores observaron que las cosechas eran mejores en los lugares donde se encontraban estas “vaquitas”. De ahí que, en la Edad Media, los cristianos, le pidiesen a la Virgen María que se las enviara para salvar sus cultivos. Esta creencia dio origen a las palabras ladybug y ladybird, como se las llama en inglés, en la que lady (“dama”) hace referencia a la Virgen María. Su hermoso color rojo con puntos negros y su inocuidad, dado que no pican ni hacen daño a los humanos, contribuyeron a que se las considere seres amigables y protectores. [Fotos: imágenes ilustrativas Infobae]

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