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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/12/2025 06:37
Joaquín Giangreco, sacerdote. En 2017, monseñor Fernando Maletti lo nombró exorcista El sacerdote católico Joaquín Giangreco (42) es párroco de Nuestra Señora de Itatí, en Trujui-Moreno, y atiende también nueve capillas de la zona. Tiene un alto compromiso social en su barrio y con su comunidad, especialmente con quienes padecen adicciones ya que lleva adelante un Hogar de Cristo con atención a varones y a mujeres, recibiendo sus vidas como vienen. Pero hace 9 años pasaron cosas: Joaquín es sacerdote exorcista, una especificidad que despierta sentimientos y pensamientos contradictorios ante lo desconocido y misterioso de la materia, incluso —y especialmente— con él mismo. Hablamos con Joaquín para Infobae y abordamos una cuestión que nos pone de frente a lo que nunca quisiéramos ver pero con lo que convivimos a diario: el mal en acción y un combate tan antiguo como la humanidad misma. Algunas definiciones del padre Joaquín: “Yo soy el primer exorcista que conocí en mi vida”. “Los demonios se expresan de cuatro maneras: posesión diabólica, obsesión diabólica, vejación e infestación diabólica” . “Es importante que la Iglesia evangelice sobre este tema” “Ante la duda, consulte al cura… y que el cura dé bola”. “En el inicio de la Iglesia, un signo de la credibilidad de que estaba el poder de Dios en esos tipos [los apóstoles] eran los exorcismos”. “Yo antes hacía bendiciones como un buen gesto pastoral. Y ahora me doy cuenta de que la bendición es poder” . “Todos a los que yo consideraba como buenos vejestorios cobraron una fuerza terrible por su riqueza espiritual. San Ignacio, Santa Teresa, Padre Pío…” “ No hay un ritual mágico, la Iglesia sabe lo que te manda a decir frente a los demonios ”. “Una confesión es como 1000 exorcismos”. “La Iglesia católica es la puerta correcta para estos temas”. —Hace unos años me contaste que sos sacerdote exorcista. No solamente se despertó mi curiosidad sino que es la primera vez que tengo a una persona amiga a quien le puedo preguntar a fondo y sin vergüenza qué significa ser un sacerdote exorcista. —Un básico: lo de exorcista depende del obispo en cuanto al nombramiento. Yo soy el primer exorcista que conocí en mi vida. Así como están los Hogares de Cristo, el club de la parroquia, las ollas populares… también van surgiendo —en este ser cura en los barrios bien humildes— otras necesidades de la gente: muchos llegaban con consultas por temas espirituales. Yo, que soy recontrarracional, si me hubiesen venido a buscar en otro tiempo, quizás hubiese respondido acompañando con caridad desde mi abrazo pastoral porque a priori tenía la certeza de que era algo más psicológico. Como lo espiritual ordena lo psicológico —salvo una patología grave— iba viendo que en el acompañar o rezar se iban ordenando ciertas cosas. Pero, de golpe, algo se excedía… más de una vez lo llamé a mi director espiritual y le decía: “O existe la sugestión colectiva en la que podemos todos ver que algo flota o acá hay algo distinto". O sea: Fue muy muy evidente la acción demoníaca en mi ministerio. Yo creía que existía satanás pero nunca se me hubiese cruzado que era verdad que sucedían acciones extraordinarias. El padre Giangreco en su parroquia Nuestra Señora de Itatí, en Trujui-Moreno, provincia de Buenos Aires —¿Cuándo empezaron estas percepciones de que algo realmente distinto estaba pasando y no encajaba con los cánones que venías manejando? —Hace 9 años, cuando volví de Santiago del Estero al Gran Buenos Aires, a los pocos meses de llegar. Si bien desde la caridad acompañaba a estas personas, internamente no me terminaba de convencer de que podía ser real. Mientras más me comprometía con la gente, empecé a ver cosas que ya no respondían a lo que uno podía explicar. Lo evidente —¿Qué viste? —Lo primero que recuerdo como evidente fue estar hablando con una persona y que desde la esquina de este mismo lugar (N. de la R.: el escritorio del padre Joaquín) vuele un jarrón y reviente contra una pared: no había manera de que eso sucediera. Ya venía viendo cosas en las miradas o que de la nada notaba que la persona con la que estaba hablando cambiaba el color de sus ojos, o que cuando me hablaba sentía que estaba con un ser que era mil veces más inteligente que yo, que durante la charla me sometía, era evidente que no podía ser la persona con la que venía hablando: la persona había cambiado. A esas cosas siempre les busqué una explicación, pero que vuele un florero… —Impresionante… —…aunque no fue lo más impresionante que pasó pero fue lo que a mí me mostró que no había chance de que yo negara que había una acción demoníaca concreta. Hasta ese momento, ¿qué era lo que más veía? Lo que todos sabemos de la acción ordinaria: la tentación, por ejemplo. A los lugares adonde voy siempre trato primero de discernir, “el coludo te está comiendo la oreja…” También ocupa una parte importante la cuestión de la sensibilidad y cómo trabajar las heridas, tener hábitos virtuosos que te ayuden a seguir el camino a Dios. Yo creía que existía satanás pero nunca se me cruzó que realmente podía tener este tipo de intervenciones. Joaquín hace memoria de cómo se fue transformando su parroquia en una muy popular y presente en el barrio: bendecía casas, y más casas, todo por pedidos. “Padre, ¿cuánto cobra la bendición?”, le preguntaban. “No, es gratis”. Todas las casas… menos una en las que “estaban los umbanda o que hacían cosas de brujería”. Sin harrypoteadas y sin formación —Avanzaba el bien y avanzaba el mal. —La imagen era “luz y tinieblas”. Ahora creo que hablé con demonios sin saberlo pero mi cabeza me decía “este chabón tiene un brote”. No entraba la opción demoníaca y para mí, esa es una falencia de formación. Me enseñaron —con basamento en la Biblia— que cuando aparecía un endemoniado era un epiléptico. Fue el simple y sincero querer acompañar a la gente lo que me hizo estudiar lo que hoy me parece evidente. Aunque tengo que decir que no se estudia para ser exorcista, yo profundicé en lo que sería demonología. Ahí me encontré que el 99% era una “harrypoteada”, como las llamo yo. "No se estudia para ser exorcista, yo profundicé en lo que sería demonología. Ahí me encontré que el 99% era una 'harrypoteada'", reconoce Giangreco —¿Cómo, cómo? —El problema de lo exorcístico y la acción extraordinaria de los demonios es que a la mayoría de quienes abordan el tema les encanta la fantasía. Y yo lo digo: no hay nada más aburrido que ser exorcista porque es sentarte y rezar el nombre de la Iglesia contra los demonios. Pero, ¿qué es lo que pasa? Es cierto que una persona puede levitar, pero cuando vos entendés qué es “el combate” es reaburrido: es sentarse y rezar. El verdadero combate —que no sé si es aburrido pero que me complica la vida— es afuera… —¿...afuera de qué? —Afuera de un exorcismo porque durante el exorcismo estás protegido, estás actuando en nombre de la Iglesia. Cuando salís del exorcismo al demonio le jode muchísimo. No sé si le jode más el Hogar de Cristo que el exorcismo en sí. Lo que yo fui descubriendo es que cuanto más me metí a acompañar gente poseída más descubría que la acción de los bautismos, celebrar la misa, las confesiones —las acciones pastorales más fundamentales— para mí cobraron una dimensión muy vital. Me ha pasado que el demonio se manifieste y me diga “¿Por qué tuviste que confesar a esta persona y encima ahora yo no puedo…?” Lo que descubrí es que no hay que darle centralidad al demonio. Desde que tengo este contacto con lo extraordinario de la acción de los demonios, detecté que lo que más les jode es la acción ordinaria que hace la Iglesia. A los Hogares de Cristo, por ejemplo, donde estamos mano a mano con los pibes para que salgan de la droga, los aborrece con todo su ser. —Recién hiciste un comentario sobre que el demonio te habló. ¿Vos lo escuchás? —Cuando la persona manifiesta [al demonio] usa su cuerpo, mira por sus ojos, escucha por sus oídos, habla por su boca. A veces es en un idioma que entiendo y, cuando se trata de un idioma que no entiendo, internamente me digo “que se ocupe Dios y sigo rezando”. Otras veces, durante un exorcismo “el bicho” me quiere manipular para que me desconcentre de la oración. Es lo que San Ignacio de Loyola refería con el buen espíritu, el mal espíritu y el espíritu humano, que tiene esas tres procedencias. —¿Estamos conviviendo con los bichos y los ángeles buenos? —A veces les digo [a los ángeles buenos]: por favor, media pila, la pueden remar un poquito más… (risas) Un cura con prontuario —¿Estudiaste, te formaste…? —Soy autodidacta e indagué mucho. Lo que a mí me ayudó al comienzo fue mi “prontuario”. El “prontuario” del padre Joaquín radicaba en que no creía en lo que vivía cotidianamente porque no había una lógica que entrara en la suya al describir los acontecimientos “especiales”: cuando él imponía las manos a las personas y se desmayaban, les decía “no me actués…” De hecho, cuando fue a contarles estas vivencias a obispos les decía con sinceridad que a él mismo le costaba creerlas. “Nunca se me cruzaba decir ‘algo está pasando’. Te cuento el caso de una mujer que cada vez que me veía temblequeaba. Yo ya estaba viendo la manera de decirle que fuera a consultar con un psiquiatra. Pero lo que estaba atravesando era una obsesión diabólica, es decir, un ataque extraordinario del demonio que, aunque suene a algo psicológico en realidad es un ataque interior”, explica Joaquín con palabras simples, sin grandilocuencia ni efectismos. El propio Giangreco se resistía a "creer" que algo demoníaco estaba pasando Las cuatro acciones extraordinarias del demonio “Una es la posesión diabólica —lo que habitualmente se ve en las películas— y que sucede cuando el demonio o los demonios, que generalmente son muchos, de una manera despótica pueden mover el cuerpo de la persona”, define Joaquín y completa: “En el lenguaje universal que se usa en este tema sería el tiempo de crisis que es cuando entran en trance. Los umbanda le llaman ‘incorporar una entidad’. Lo concreto es que ese espíritu maligno —porque así no funcionan los ángeles— tomó el control de tu cuerpo pero no puede ir en contra de la naturaleza”. “Otra es la obsesión diabólica: se trata de un ataque interior que tiene que ver con lo que se llaman sentidos internos. Por ejemplo: Santa Teresa de Ávila decía que la imaginación es la loca de la casa, o sea, el bicho no te mueve el cuerpo y no habla por vos, pero se mete en tu sensibilidad y sensaciones. No puede leer la mente, no puede tocar tu inteligencia o tu voluntad pero las puede limitar”, continúa el padre Joaquín. —¿Y las otras dos expresiones? —Vejación que es el ataque exterior, lo que le pasaba al padre Pío de Pietralcina o al Santo Cura de Ars. El demonio te revolea… Lo del florero fue una vejación y gracias a Dios no tuvo puntería… (risas) —Soy muy impresionable… (risas) —Ya no está más ese florero acá… (más risas) La última y cuarta expresión es lo que se llama infestación diabólica que puede ser a un lugar, un objeto o un animal. De animales no vi jamás en todos estos años que tengo de exorcista. Sé que existen pero yo no vi o no me di cuenta. La infestación pasa mucho en ambientes. El error de la Iglesia Joaquín pone el acento en la importancia de que la Iglesia esté abierta a recibir estas inquietudes: “Cuando la gente empezó de alejarse de la Iglesia Católica avanzó lo que tiene que ver con la oscuridad. Ejemplo: si al chico que está asustado en vez de llevarlo al cura se lo llevás al curandero… después se despierta a las 3 de la mañana y ve sombras por todos lados. Ahí podría aparecer una obsesión diabólica tenue a la que le dieron espacio dentro de la familia por error o ignorancia. Pero en un lugar donde se hacen cosas malas o cosas atroces o se practican ritos de invocación demoníaca puede ser que las personas le hayan dado lugar material, ahí, entre ellas, a los demonios. En esencia Dios respeta la libertad y los demonios se meten de prepo porque vos le abriste la hendija. Entonces, ¿cuál es el tema? Umbanda, reiki… ¿qué son en definitiva? Una energía que te pone la mano y te sana… y yo acá detecto el error que tuvimos como Iglesia: no se habla de estos temas. Y no es cuestión de salir a cazar brujas. Yo trato de discernir y compartir con los curas y los obispos…”. ¿Los demonios pueden todo? En el cine, la tele y plataformas diversas —y ojo que la literatura les lleva centurias de ventaja a las producciones audiovisuales— muchos hemos visto contenidos de terror diabólico en los que un personaje realiza con su cuerpo movimientos y acciones imposibles para un humano. ¿Qué hay de real en esto? El padre Joaquín nos ilustra desde un caso concreto que enfrentó: “Con una persona que se movía incontrolablemente y con una fuerza descomunal —vino acompañada de su esposo y su familia— era muy difícil rezar el exorcismo. Era todo tan complicado que su marido pensó en armar algo, un elemento para retener quieta a la señora y poder finalmente rezar. Construyó ‘un coso’ repesado para sujetarle los brazos y los pies. Y probamos con eso, medio a los ponchazos, varios de la familia eran enfermeros, la ataron de las muñecas, codos, hombros. Empiezo a rezar, el demonio se me ríe diabólicamente —ya cuando manifiesta— y los huesos eran como goma, se dobló toda para arriba y se soltó mientras se reía como diciendo ‘me ataste al cuete’”. La Iglesia comete un error al no hablar de estos temas, dice el sacerdote exorcista —¿Qué pasó, entonces? —Lo que estudié es que no se puede ir en contra la naturaleza: la persona poseída no puede girar la cabeza a 360° porque se descogota. Y eso me quedó grabado. Una vez, me mandaron un video en el que relataban que cuando somos chicos los huesos son más como cartílagos, entonces lo que sucedió no fue en contra de la naturaleza porque existe esa condición de ser más flexibles. Y vuelvo a decir: yo todo el tiempo me enfoco en dónde estoy viendo mal o me están engañando. Con este caso aprendí —y me lo enseñó un cura que ese ía me acompañó— a atar espiritualmente en nombre de Jesús. Así lo hice y la señora no se movió más. Y desde ahí nunca más até a nadie. Fue la primera y la última vez. —Volvamos a la formación que recibiste. —No hay un curso, sí hay una formación internacional. Yo, como cura raso, me encontré con que faltan referencias. Lo que sí hice fue hablar con los sacerdotes y obispos que conozco, les conté lo que estaba pasando. Y recibí apoyo y consultas, lo que estuvo bueno. Porque cuando la causa de los fenómenos que puede registrar una persona es natural, yo no tengo nada que hacer; tiene que ir a un médico que la cure. Si escucha voces porque tiene una esquizofrenia, tiene que ir a un médico psiquiatra. Ahora: si las voces que escucha son producto de un ataque demoníaco y yo rezo, la solución va a ser el exorcismo. Porque no es una causa natural. El tiempo y la fe “La Iglesia en el rito del exorcismo dice que quienes están atravesando estas situaciones extraordinarias podrían tener conocimiento de cosas que no serían de su ámbito o posibilidades”, dijo Joaquín recordando un caso. Luego mencionó a la única dimensión que los humanos no manejamos, por lo menos hasta ahora: el tiempo. “Yo antes hacía bendiciones como un buen gesto pastoral. Y ahora me doy cuenta de que la bendición es poder”, dice Giancrego. En la foto un sacerdote rocía a los fieles con agua bendita para bendecirlos durante la misa en de San Cayetano, el 7 de agosto de 2025 (AP Foto/Natacha Pisarenko) “Hay que comprender que los tiempos de los demonios no son los mismos que los nuestros. Algunas veces recé el rito del exorcismo en latín porque no había chance de que la persona lo entendiera. ¡Ni yo sé latín! Imaginate esta situación: yo le daba la orden al bicho para que me dijera su nombre y nada; de golpe, a los tres días la persona entraba en trance y escribía todo un texto en latín. Los teólogos tomistas nos hablan de que los tiempos de los ángeles tampoco son los humanos: su sucesión temporal no actúa por segundos. Acá es donde también se pone a prueba la fe: la orden que le diste la cumple pero no en el tiempo en el que vos esperás, tenés que confiar, también tenés que saber que el demonio te boludea, si se me permite la mala palabra”. Ante los demonios, lo central siempre es Dios —¿Siempre fuiste el mismo enfrentando a “los bichos”? —Estoy en un proceso distinto pero al comienzo yo era muy combativo. Pero ya aprendí que satanás es una criatura, más poderosa e inteligente que yo, seguro, pero una criatura al fin. Y aprendí también que el gran capo acá es Dios. —Me surgen muchas preguntas, Joaquín. Cuando en la misa hacemos exposición del Santísimo Sacramento y después el sacerdote nos va bendiciendo con Él a su paso –y esto lo vengo viendo en muchas partes de Argentina, en parroquias perdidas en el medio del campo– la gente se cae como moscas al suelo. —El único carisma que tengo es que los demonios me aborrecen con todo su ser. Y te cuento algo que viene al caso. Desde hace un tiempo los exorcistas del AMBA nos juntamos y vamos avanzando. Una vez uno de ellos me preguntó, “¿cómo hacés para ir discerniendo tan rápido?” Hay que contar que muchos exorcistas tienen su equipo de psicólogos y psiquiatras y se van haciendo los estudios sobre lo que van viviendo. Y le respondí así: “Si una piba que no pesa 60 kilos de golpe se da vuelta y me levanta en el aire —¡a mí!— del cogote ya no tengo mucho que discernir”. —¿Esto te pasó? —Sí. Para mí ese es el centro que te tira Dios. Dios dice: este tipo es tan incrédulo que… dale, flaco… —…te lo hace evidente. —Entonces es por ahí. Pero sí me ha pasado de ir a una misa carismática y en el momento de las imposiciones de manos, ¿qué es lo que yo veo? Que siempre el que está a cargo es Dios. En los que caen puede ser que experimenten un tipo de liberación o de sanación sí, o puede ser que les encante tirarse también. En casos reales vos te das cuenta porque les es incómodo, hasta les da vergüenza. De golpe alguien se cayó, se levanta toda colorada y se va diciendo ¿qué pasó? Por eso es importante: ante la duda consulte al cura… y que el cura dé bola. Resumiendo la respuesta: no te puedo decir bien qué es, sí que he visto que pasa y en muchos casos lo veo muy genuino, así como en otros, no. Lo que sí está excelente es que se haga adoración al Santísimo. Y si la persona necesitaba ese tipo de atención, hay que acompañarla. Hay algo que les pasa a los curas que me conocen: si otro cura les dice que existen los demonios no hacen nada. Como lo digo yo, el que me conozcan a mí es lo que hace que crean. A algún obispo le he dicho que venga a un exorcismo que yo hago porque también esto es verdad. ¿Por qué muchos no se meten? Porque no se los formó. La realidad es esta. Monseñor Fernando Maletti, por indicación de Francisco, nombró exorcista de su parroquia al sacerdote Joaquín Giangreco —¿En los seminarios no se habla de este tema? —Yo hice un escrito pequeño sobre esto, pensando en los curas; y mi director espiritual empezó a darlo en el seminario. De hecho ahora me pidieron que vaya a hablar de ese escrito con los diáconos de distintas diócesis. Se empezó a instalar el tema pero ¿por qué? Porque empieza a haber más casos. ¿Y por qué hay más casos? Porque fuimos retrocediendo un montón. En tiempos de Jesús y en los primeros Hechos de los Apóstoles —en el inicio de la Iglesia— un signo de la credibilidad de que estaba el poder de Dios en esos tipos eran los exorcismos. Creo que hay que volver un poco a las fuentes, a los padres de la Iglesia, sobre todo a los padres del desierto, ver que en la Biblia está eso fuerte. Jesús no te puede enseñar que los demonios son cuentitos. La credibilidad hace que empiece a verse este tema con la normalidad que tiene que ser. Yo un día me dedico a los exorcismos y al otro estoy renegando por la factura de la luz, por la olla popular, porque la vida sigue. Ese es el combate más importante. —¿Y vos cómo estás con esta convivencia entre exorcismos, presencias demoníacas y, a la vez, la permanente invocación a Dios? —Lo evidente hace que resignifiquemos un montón de cosas, que tengamos la certeza de todo lo que siempre vivimos. Ejemplo: yo hacía bendiciones como un buen gesto pastoral. Y ahora me doy cuenta de que la bendición es poder. Actúa. Imaginate a una persona que esté poseída y hay un rosario que no está bendecido, le molesta el signo. Pero si está bendecido le quema. Se te hace evidente la fe. —¿Cómo te estás llevando con vos mismo? —Bastante bien, tuve momentos en los que de alguna forma Dios permitió que viviera cosas que vive la gente afectada para tener otro tipo de empatía y de discernimiento. En estos años fui aprendiendo cómo piensan y juegan el partido los demonios. Desde las predicaciones, hasta las confesiones o las charlas es como que voy teniendo un olfato de incienso o azufre. El coludo te hace la cabeza, te come la oreja y eso me dio algo. ¿Qué terminé descubriendo? Que son las reglas de San Ignacio, que son las siete moradas de Santa Teresa… Todos a los que yo consideraba como buenos vejestorios cobraron una fuerza terrible por su riqueza espiritual. Lo que me ayudó fue que la realidad y la vivencia saltaban el obstáculo del lenguaje. Ejemplo: el Padre Pío es un capo impresionante y es más, yo invoco en las letanías al Padre Pío y todos los demonios —esto creo que lo experimentan todos los exorcistas del mundo— y los bichos dicen “ese viejo no”. Le dicen el viejo y lo aborrecen. El Padre Pio, en una foto de 1944, uno de los referentes que encontró Giangreco —Esto nos aumenta la fe. —¡Sí! —Y Pío fue muy potente. —Pío fue un titán. Lo mismo me pasa con San Miguel Arcángel. En los exorcismos nos pasan cosas que hacen a lo preternatural que es la acción de los ángeles buenos o de los malos. También vivimos cosas que son del orden sobrenatural más sensible porque más sobrenatural que confesar o dar la misa no hay. Estas experiencias nos demuestran que lo que siempre celebramos tiene todo el sentido. Vivo como una Iglesia en salida, acompañando todas las realidades. La pastoral puede cambiar pero los principios, los criterios de discernimiento y la verdad siempre son los mismos. Estoy muy metido en cómo avanzan las ciencias humanas hoy y, a la vez, volver a las fuentes. —¿La misa sucede igual aunque el cura esté en pecado mortal y no crea en lo que está celebrando? —Sí. Si celebra con el rito es lo que en latín se dice ex opere operato que significa “por obra realizada”; es decir, va más allá del que lo hace. Fijate: los milagros eucarísticos son de curas que no creían en la Eucaristía. El tipo no está creyendo en lo que hace pero lo hace porque es lo que manda la Iglesia. O sea: hay un momento en el que la certeza no va de la mano con lo que sentís. Eso me pasó 7 años seguidos acá y no era que no creía en la misa sino que no tenía ganas de hacerla. Estaba saturadísimo. Se puede estar harto y asqueado pero claramente estaba obrando una obsesión demoníaca, yo no quería saber nada ni con los bautismos… Te cuento más: me iba de la parroquia, cruzaba el límite, salía de la diócesis y Dios me decía “acá te aflojo”, entonces, así, de una, yo podía celebrar una misa en otra parroquia sin ningún problema. La trinchera es mi diócesis. Aprendí que el sacramento pasa y punto. El agua bendita, por ejemplo, es un sacramental, ¿y por qué se la pone a la entrada del templo? Porque el agua bendita hace que no te jodan los demonios mientras rezás. Ese es el sentido. Yo la ponía como algo pastoral y, sin embargo es eficaz aunque uno no sepa qué hacía. No hay que darle protagonismo al demonio pero fui descubriendo que si hacemos lo que manda la Iglesia estamos rebien. ¡Tenemos el 80% armado! El agua bendita, el Rosario, el exorcismo son sacramentales. No hay un ritual mágico sino que la Iglesia sabe lo que te manda a decir. Francisco y los exorcismos —De esto siempre hablaba Bergoglio y después Francisco. —A mí Francisco me acompañó mucho con esto. En una charla por teléfono que tuve con él por algo que me pasó en unos campamentos, le planteé que no me habían formado para esto. Te cuento: en un campamento y una misión todo fue imposible y no lo detallo porque parece Harry Potter y mi idea no es esa. Pero lo imposible pasó y con testigos. Fui a misionar a la parroquia donde estuve antes en el medio del monte y pasaron cosas que la gente no podía creer que estuvieran pasando. Ante eso, a la vuelta hablamos con Francisco, porque ya venía con lo del florero y más situaciones de ese estilo, por ejemplo, pibes durmiendo a los que algo invisible los iba arrastrando… Y salió lo de la falta de formación para afrontar estas cuestiones. Y le dije: “Yo me tomo el palo, no tengo nada que hacer acá, calzo 41, no puedo ponerme unas zapatillas 45”. Lo único que yo tenía en mi cabeza era que solo un exorcista podía hacer un exorcismo. Quizás fue lo que nos enseñaron. Al otro día que hablamos con Francisco, mi obispo diocesano me hizo exorcista de mi parroquia. —¿Monseñor Fernando Maletti? —Sí. El mismo día que a mí me hacen exorcista, Francisco mandó una carta a todas las diócesis diciendo que nombren exorcistas. Fue en enero del 2017. Con Francisco, nuestras conversaciones se extendieron durante muchísimo tiempo, él en Roma y yo acá y con muchos mensajes. De hecho, en el anteúltimo mensaje yo me enculé con él por una respuesta que me dio… —Epa. —Pero la historia terminó bien, yo ahora cambié… menos mal (risas). De hecho tuve la gracia de poder ir a despedirlo personalmente en el Vaticano. Pero digamos que en todo su acompañamiento, tiempo de crisis muy fuerte, lo que Dios me estaba diciendo era “no seas gil, esto existe, date cuenta y acompañá”. Era intenso, sé que soy un cuatro de copas y ni siquiera estoy seguro de si llego a ser buen tipo. Me parece que lo que Dios buscó conmigo no fue por mis talentos o carisma sino que justamente porque el que hablaba del tema era yo, todo fuera más creíble. Soy el cuatro de copas que usó de turno y, mientras tanto, fui acompañando gente. Joaquín Giangreco (camisa celeste) saludando a Francisco en El Vaticano —No te bajés tanto el precio… —Pero yo estoy seguro de que es así. Es a contramano que yo sea exorcista. Pero lo que sí soy es un soldado fiel así que cumplo lo que me piden. Ante todo eso, en medio de toda esa oscuridad, tengo un director espiritual que es de fierro y que, en el fondo, es la mediación de Dios. Y también tuve esos diálogos con Bergoglio. Cuando él me manda a Santiago del Estero, al poco tiempo lo hacen Papa. De hecho yo vine a buscarlo a Buenos Aires porque me tenía que dar una donación para hacer una radio en Campo Gallo y me entero de que era el cónclave, yo ni sabía, estaba en otra. Cuando lo hacen Papa, pensé: “Cagué”. El tema era cómo volver a Santiago… Y al otro día a la mañana, Bergoglio llamó a su secretaria en la curia para decirle dónde me había dejado la plata (risas). —O sea que el 14 de marzo del 2013 él se acordó de vos. —Un capo. Por eso hice la radio en Campo Gallo y por eso llamó en vivo a nuestra radio en agosto del 2014. Volviendo a Bergoglio, él me decía convencido que el demonio a veces te hace creer que llegó hasta un punto y para, pero tiene más soga. Vos te le plantaste pero él después avanza. Y te sorprende mal. Ahora el bicho puede hacer lo que quiera y yo sigo rezando. Y es lo que más funciona. Revalorando la voz de Jesús y de la Iglesia “Desde mi experiencia de ser exorcista más valoro lo que hacemos en la diaria como Iglesia”, sostiene el padre Joaquín. “Algo muy fuerte es cuando vos ves cómo los bichos se mueven y lo que buscan. Que a un pibe vos le enseñes, por ejemplo, que las cosas materiales no duran porque o se la comen los bichos, la polilla o la herrumbre o el tiempo… de hecho vos me conociste joven, mirá cómo el tiempo me echó perder los materiales (risas), o te los afanan. Si lo que dijo Jesús vos lo aprendés y lo tomás, ya sabés que el coludo hace lo opuesto. Así como Dios siembra la semilla, el otro, la cizaña”. Lo extraordinario Retoma Joaquín desde realidades concretas que afectan en lo extraordinario: “Que los jóvenes en vez de ser individualistas estén descargando un camión de Cáritas, eso es horrible para satanás. Y si sentís que lo precisás, acercate a la Iglesia y si el cura de tu barrio —por lo que sea, porque está pasado de rosca o porque el bicho es muy astuto— no te dio bola, no hay que enojarse con los curas, porque quizás hasta a mí que estoy en tema se me escapa uno”. —Tu relación con Dios es muy directa. —Soy un sobreviviente. Sé que me ama, que me acompaña, pero la que más me sostiene es la Virgen. Se hace más presente. De hecho la nombran todo el tiempo… —¿Quiénes? —Los demonios.
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