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  • La recaudación que cae y la actividad que no arranca

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 06/12/2025 04:49

    En 2024 el PBI volvió a caer alrededor de 1,7%, con una inflación anual que se mantuvo muy elevada y con picos de pobreza por encima del 50% en el primer semestre. En términos simples: se achicó la torta y se degradó el poder de compra de los ingresos. Sobre ese piso frágil se está midiendo hoy la recaudación de 2025, con un resultado que enciende luces amarillas y, en algunos frentes, francas luces rojas. Los últimos datos procesados en base a información oficial de ARCA y del INDEC muestran que la recaudación tributaria nacional total habría caído en torno al 1% en términos reales en los primeros once meses de 2025 respecto del mismo período de 2024. Tomado aisladamente, el número puede parecer acotado; sin embargo, en el contexto de una economía que no crece y de un esquema fiscal que ya venía tensionado, ese retroceso tiene una lectura más preocupante. La manta es corta para todos, pero el ajuste es particularmente sensible para el gobierno nacional, que a la vez decidió avanzar en la reducción o eliminación de algunos tributos clave. Si se baja la lupa al último dato mensual disponible, noviembre de 2025, ARCA informó que la recaudación tributaria alcanzó los 15,6 billones de pesos, con una suba nominal del 19,7% interanual frente a una inflación estimada en torno al 31,3%. Traducir ese contraste a términos reales implica reconocer una caída de alrededor de 8,7% respecto de noviembre de 2024. No se trata de un hecho aislado: con ese registro, la recaudación nacional acumula cuatro meses consecutivos de variaciones interanuales negativas en términos reales. Para las provincias y municipios, el impacto es directo: diferentes estimaciones señalan que en noviembre las jurisdicciones recibieron por coparticipación cerca de un 5,4% menos en términos reales, principalmente por la menor recaudación de IVA e Impuesto a las Ganancias. Detrás de ese porcentaje hay nóminas salariales, cuentas de servicios, programas sociales y obras públicas que deben financiarse con menos recursos. Ads Impuesto al Valor Agregado El Impuesto al Valor Agregado, por ejemplo, es una de las claves para entender qué está ocurriendo con la actividad interna. El IVA explica aproximadamente el 33% de la recaudación total y es, por su naturaleza, el que mejor sigue el pulso del consumo y de la facturación de bienes y servicios. En los primeros once meses del año, la recaudación real de IVA alternó meses de crecimiento con algunos de estancamiento o baja: en siete meses mostró variaciones reales positivas, en uno fue prácticamente nula y en tres se registraron caídas. Sin embargo, el dato que enciende la alarma es el de noviembre, cuando el IVA registró la mayor baja real del año, del orden del 2,2% interanual. Para un impuesto tan asociado al consumo, que ya venía sostenido por un rebote moderado en algunos segmentos, esta caída sugiere que los impulsos de recuperación que se observaron a principios de 2025 no alcanzan para consolidar una tendencia firme. Cuando el IVA corrige hacia abajo en términos reales, lo que se está reflejando, por detrás de la estadística, es un mercado interno que pierde fuerza, familias que ajustan sus gastos, comercio y servicios que rotan menos mercadería y facturan menos. Impuesto a las Ganancias El Impuesto a las Ganancias ofrece otra pieza del rompecabezas. Este tributo aporta aproximadamente el 20% de la recaudación nacional y está influido tanto por la evolución de las utilidades empresarias como por los cambios normativos y de mínimo no imponible. En mayo de 2025, la recaudación de Ganancias se desplomó en términos reales: la caída interanual fue cercana al 39,6%, principalmente por la comparación con un mayo de 2024 excepcionalmente elevado, traccionado por ganancias extraordinarias de fin de 2023. Desde entonces se observaron cuatro meses consecutivos de mejoras reales, lo que dio la impresión de una normalización progresiva. Sin embargo, noviembre volvió a interrumpir esa trayectoria: la recaudación real de Ganancias cayó alrededor de 2,7% interanual y dejó en evidencia que el impuesto está lejos de convertirse en un sostén robusto de la caja nacional. Dicho de otro modo, el impuesto dejó de ser un motor firme y se transformó en una suerte de freno de mano intermitente: lo que se gana en algunos meses se pierde en otros, con una recaudación que oscila sin terminar de despegar. Ads Derechos de Exportación La situación de los derechos de exportación, o retenciones, es todavía más dramática desde el punto de vista de los ingresos fiscales. En 2025, este impuesto fue el más sacudido por los cambios en la política tributaria. Hubo una reducción transitoria de retenciones al agro hasta el 30 de junio, luego se aplicaron bajas permanentes para determinados complejos exportadores, se eliminaron retenciones para productos industriales, minería y ganadería y, más recientemente, se dispuso la eliminación temporal de retenciones para una parte del sector agropecuario, en particular ciertos granos. En junio, por ejemplo, la recaudación de derechos de exportación se disparó un 103,7% en términos reales interanuales, justamente por el fin de una reducción temporal que había incentivado a adelantar liquidaciones antes del cambio de alícuota. Pero ese “pico” fue seguido por una caída estrepitosa: en octubre y noviembre se verificaron las mayores bajas del año, con desplomes reales interanuales de aproximadamente 66% y 69%, respectivamente, asociados a la eliminación temporal de retenciones al sector de granos. En el acumulado a noviembre, la recaudación real de derechos de exportación habría caído alrededor de 12,4% interanual y, más aún, noviembre de 2025 habría sido alrededor de un 32% por debajo del segundo menor valor, registrado en 2023. En el frente externo, el Estado eligió resignar recursos fiscales importantes bajo la apuesta de mejorar la competitividad de las exportaciones y apuntalar el sector transable. El costo de esa estrategia se refleja hoy de manera descarnada en las estadísticas fiscales. Estimaciones propias señalan que las distintas reducciones de carga tributaria y la eliminación de algunos tributos adoptadas a lo largo de 2025 equivalen a aproximadamente el 10% de la recaudación total de 2024. Si a ello se le agrega la desaparición del Impuesto PAIS, que el año pasado explicó cerca del 5% de la recaudación nacional, resulta esperable que los ingresos del fisco se vean resentidos. En ese sentido, no sorprende que la recaudación nominal crezca por debajo de la inflación y que se registren caídas reales. Lo que sí importa, para el análisis económico, es distinguir qué parte de esa caída se explica por decisiones de política (reducción de alícuotas, eliminación de tributos) y qué parte obedece a la evolución de la actividad. Aquí aparece el punto central: la menor recaudación no puede explicarse únicamente por la baja o eliminación de algunos impuestos. Sería un análisis incompleto —y políticamente funcional— reducir la discusión a un “recaudamos menos porque bajamos impuestos”. El cuadro es más complejo. Por un lado, efectivamente hubo una reducción deliberada de la carga tributaria agregada en ciertos frentes, que puede interpretarse como intento de alivio para sectores productivos y contribuyentes muy castigados. Pero, por otro lado, los tributos fuertemente ligados al nivel de actividad —como el IVA interno, los Ingresos Brutos en el ámbito provincial y el propio Impuesto a las Ganancias en su componente empresarial— muestran caídas reales o, en el mejor de los casos, estancamiento. En otras palabras, la economía no se mueve lo suficiente como para que la baja de impuestos “se pague sola” a través de una expansión del consumo, la inversión y las exportaciones. Desde la perspectiva de las finanzas subnacionales, una caída de 5,4% real en las remesas de coparticipación en noviembre significa, en términos concretos, menos recursos para sostener sistemas de salud, educación, mantener rutas y caminos, o para renovar el parque automotor y la maquinaria. En un contexto en el que muchos presupuestos ya venían ajustados, cada punto de recaudación que se pierde obliga a elegir entre recortar gastos, postergar pagos, incrementar el endeudamiento de corto plazo o subir tasas y contribuciones locales para compensar el bache. Si se observa la película de estos dos años, el panorama es nítido. El 2024 fue un año recesivo, con caída del producto y alta inflación; el 2025, lejos de exhibir un rebote fuerte, ofrece indicadores que muestran una recaudación total que cae alrededor del 1% real en el acumulado a noviembre, que se desploma casi 9% real en noviembre y que suma cuatro meses seguidos de retrocesos interanuales. Para un diario económico, el mensaje de fondo puede sintetizarse en tres ideas. Primero, la menor recaudación no es un fenómeno exclusivamente tributario; es, ante todo, el reflejo de una economía que no despega. Segundo, se trata de una señal especialmente importante para provincias y municipios, que deberían prever que este escenario de recursos más escasos puede prolongarse en el tiempo, con consecuencias directas sobre su capacidad para sostener servicios, pagar salarios y ejecutar obra pública. Y tercero, las implicancias negativas sobre la economía real —sobre el empleo, la inversión, el consumo y la calidad de los servicios que recibe la población— obligan a leer la caída de la recaudación no como un dato contable aislado, sino como una advertencia anticipada sobre la fragilidad del actual esquema de crecimiento. En definitiva, Provincias y Municipios harían bien en tomar nota de esta tendencia, anticipar escenarios y evaluar con seriedad sus impactos futuros, porque lo que hoy aparece en los informes de recaudación terminará, tarde o temprano, reflejándose en las calles, en los barrios, en los comercios y en la vida cotidiana de la gente. Ads

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