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Parana » Informe Digital
Fecha: 06/12/2025 02:47
La percepción sobre el campo en la Argentina está cruzada por varios mitos, como que “no genera valor agregado”, que “las vacas son las principales responsables del cambio climático” o que “las retenciones sirven para controlar precios y capturar rentas extraordinarias”. El libro Más campo, menos mitos. Conceptos para entender su rol en Argentina pretende acercar el campo a la ciudad, explicar cómo funciona y mostrar su enorme aporte a la economía y la sociedad. Publicado en formato digital por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), está disponible para descargar en este enlace: https://repositorio.iica.int/bitstreams/47ca9b49-88b6-42b9-a172-87a7c5c292b0/download Lejos de la idea de que “el campo no genera empleo ni valor agregado”, genera 4,2 millones de puestos de trabajo (22,4% del empleo privado), aporta el 15,7% del producto bruto interno si se consideran las cadenas productivas y explica seis de cada diez dólares exportados. Desde la década de 1990 el campo argentino protagonizó una profunda transformación tecnológica: la adopción rápida de la siembra directa, los cultivos transgénicos y la agricultura de precisión lo convirtieron en una industria verde a cielo abierto, muy distante de una actividad meramente “primaria”. La tecnología y la reorganización productiva en redes de contratistas y proveedores permitieron duplicar la producción de granos entre 2000 y 2019. Uno de los mitos principales sostiene que la ganadería es la responsable central del cambio climático. Sin embargo, la mayor parte de las emisiones de CO2 (90% a nivel mundial) proviene del uso de combustibles fósiles. El ganado bovino en la Argentina se basa mayoritariamente en sistemas pastoriles extensivos. El metano que emiten las vacas procede del carbono que las plantas capturan por fotosíntesis, lo que implica que el ganado recicla carbono ya presente en la atmósfera. Además, el campo fija carbono mediante la fotosíntesis y provee servicios ambientales. Portada del libro “Más campo, menos mitos”, de Rosario Campos También existe desinformación sobre los cultivos genéticamente modificados (OGM) y el uso de glifosato. El herbicida se inactiva al contacto con el suelo y no presenta efecto residual. La Unión Europea autoriza su uso y sostiene que no “existe justificación científica ni legal para una prohibición”. En Estados Unidos, la Environmental Protection Agency (EPA) determinó que no existen riesgos para la salud humana cuando el glifosato se utiliza según las indicaciones. La adopción de la siembra directa y de OGM permitió reducir el uso de agroquímicos y de combustibles fósiles y aumentó la tasa de carbono secuestrado en el suelo. Otro mito frecuente es que el agro obtiene rentas extraordinarias. A nivel global, el sector enfrenta la volatilidad de los precios internacionales y el riesgo climático. En la Argentina la presión tributaria sobre el sector es más elevada que en el resto de la economía, principalmente por los derechos de exportación. Mientras que en otros países se subsidia al sector agropecuario, la Argentina registró el “apoyo más negativo” del mundo (-27,5% del ingreso agrícola en 2021). Los derechos de exportación son impuestos distorsivos que afectan la rentabilidad del productor y desincentivan la inversión: son casi inexistentes en otras economías y han limitado el crecimiento exportador argentino. Se mantuvieron por casi 25 años, incluso en campañas afectadas por sequías y en épocas de precios internacionales bajos. La idea de bajar los precios para “cuidar la mesa de los argentinos” condujo a prohibiciones y retenciones que terminaron reduciendo la oferta y produciendo el efecto contrario al buscado. Cosecha de soja en Brasillourencolf – Shutterstock Mientras Brasil duplicó su producción de soja en la última década, en la Argentina la expansión se estancó por la presión fiscal y la brecha cambiaria. Eliminar las retenciones tendría efectos positivos inmediatos sobre la producción, el empleo, las exportaciones y la inversión. Las políticas que extraen recursos del sector generan un desincentivo a producir y exportar, empujando hacia una lógica defensiva, orientada a la supervivencia. En definitiva, las exacciones sobre la actividad agropecuaria han limitado su potencial de crecimiento, su contribución a las exportaciones y han frenado el desarrollo del país. El campo argentino aporta empleo, divisas, desarrollo territorial y contribuye a la mitigación del cambio climático. Necesita estabilidad macroeconómica, reducción de la presión fiscal, reglas claras y políticas que impulsen la inversión y la producción. Varios mitos se tradujeron en políticas públicas anacrónicas que no funcionan en ninguna parte del mundo. Derribar esas creencias y comprender la verdadera importancia del campo es clave para reconocer que se trata de un sector estratégico y moderno, uno de los motores del desarrollo económico en el nuevo contexto internacional. Las políticas deben dejar de ponerle el pie encima para poder liberar todo su potencial. ——– La autora es economista y consultora internacional en el IICA y el BID
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