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  • La muerte del doctor Ojeda: ¿la Justicia humana juzga la “persona” o la autoría de hechos puntuales? ¿Cuál sería la diferencia?

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 05/12/2025 06:30

    La noticia de la muerte del doctor Daniel Ojeda, mientras estaba en prisión, condenado a una pena unificada de 11 años, por la muerte de dos pacientes y por otras intervenciones en clínicas no habilitadas, dio paso a algunos comentarios en las redes sociales que desconcertaron a más de uno, máxime en estos tiempos donde cualquier muestra de compasión o de misericordia con quienes han equivocado el camino luce como una imperdonable debilidad, algo así como una traición a los supuestos “buenos” y una connivencia con los presuntos “malos”. “Como pediatra fue el mejor. Salvó un chico que llegó al hospital muerto, le hizo masaje con dos dedos en su corazón y el bebé lloró. Eso lo vimos las enfermeras de neonatal. Paz a los padres de Daniel y que Dios lo haya perdonado. Todos los seres humanos pecamos”, posteó una mujer. Lejos de ser la única, enseguida se agregaron varias reflexiones del mismo estilo. Por ejemplo: “Digan lo que digan, a mí me salvó la vida y soy testigo y estoy agradecido a Dios que lo puso en mi camino”. Entre esos posteos aparece el de una mujer que cuenta cómo la fue a ver fuera del horario de trabajo y, lisa y llanamente, le salvó la vida por un cuadro ante el cual sus colegas no acertaban con el diagnóstico. Y no faltó otro comentario que intentó conjugar las diferentes miradas acerca del médico: “Era un excelente pediatra y hacía bien su trabajo. Luego se transformó en Esteticista y llevó a cabo actos impropios, así terminó en la cárcel”. Desde la mirada binaria que solemos tener de los demás, desde esa tendencia a “medir” y “etiquetar” a los otros (propia de un racionalismo extremo que moldeó nuestra mentalidad), como si acaso pudiéramos conocer a fondo y en detalle toda la complejidad y el misterio de cada vida cuando ni siquiera alcanzamos a conocernos a nosotros mismos, seguramente estos comentarios benevolentes hacia un condenado por la Justicia resulten indignantes… Indignación en la que subyace posiblemente una confusión respecto de los límites y alcances del accionar del sistema judicial. Antes de procurar responder a la pregunta del título, si el Poder Judicial juzga a la persona en su integridad o si se limita a juzgar determinadas conductas puntuales tipificadas por las leyes como delitos, me vienen a la mente dos textos literarios, muy diferentes uno del otro, pero tal vez confluyentes en un punto. El primero es un cuento del “Negro” Roberto Fontanarrosa. El segundo, “Sabiduría de un Pobre”, sobre la vida de San Francisco de Asís. El cuento lleva por título “Dudas sobre Ifat, el Eritreo”. Resulta que Kassa vio cómo Ifat le había matado una de sus cabras porque la sorprendió comiendo unos dátiles de la huerta. Kassa, indignado, fue y le contó a su padre, Habta. En tiempos de la Ley del Talión, Habta no dudó y comenzó a afilar su espada para ir a matar a Ifat. Pero al día siguiente ocurrió algo desconcertante. El mismo Kassa fue atacado por un tigre y luego arrojado al vacío en medio de una fuerte tormenta. ¿Y quién lo socorrió? Ni más ni menos que el mismísimo Ifat, el que había matado a la cabra. Enseguida Habta dejó de afilar la espada de la venganza y entró en una gran confusión: ¿es bueno o es malo Ifat, el Eritreo? Torturado por la duda, se fue a ver a un supuesto sabio (que de sabio no tenía nada) que le respondió: “Habta, todos los hombres que viven del otro lado del río son malos. Y todos los hombres que viven de este lado del río son buenos”. ¿Quiénes hacen de “sabios” hoy en día, cumpliendo ese triste papel simplificador de la realidad humana, dividiendo tajantemente los bandos, separando la paja del trigo? ¿Algunos líderes políticos, quizás? ¿Tal vez los medios caemos en alimentar eso muchas veces? ¿La virulencia impiadosa de tantos en las redes sociales, erigidos en máximos jueces? ¿El propio Poder Judicial? ¿Algunos religiosos y/o iglesias? En cuanto al libro “Sabiduría de un Pobre”, de Eloi Leclerc, incluye un momento en el que Francisco de Asís es interpelado por el hermano Tancredo, que le demandaba “mano dura” para sancionar a los “malos” apelando a la “cólera de Dios”. El santo le respondió: “Si el Señor quisiera arrojar de delante de su rostro todo lo que hay de impuro y de indigno, ¿crees que habría muchos que pudiesen encontrar gracia? Seríamos todos barridos, pobre amigo mío. Nosotros como los otros. No hay tanta diferencia entre los hombres desde este punto de vista. Felizmente, a Dios no le gusta hacer limpieza por el vacío. Eso es lo que nos salva”. Volvamos a la pregunta inicial: ¿Qué juzga el sistema judicial? ¿Cuáles son sus límites? Dicho sea de paso, aclaremos que hablamos del siempre “imperfecto” sistema judicial, como imperfecta es toda obra humana y como imperfectos somos cada uno de nosotros. Es una premisa que no deberíamos dar por descontada. La pregunta es más profunda de lo que parece y tiene implicaciones tanto en el ámbito legal como en el moral. El sistema judicial está “diseñado” para juzgar los hechos y acciones puntuales de las personas; es decir, los actos que son objeto de una acusación. No está a su alcance juzgar a las personas en su totalidad. Se enfoca en los comportamientos, decisiones o hechos específicos que se le atribuyen, basándose en pruebas, y siempre y cuando esos hechos estén tipificados como delitos por las leyes aprobadas por el Congreso. Leyes que, dicho sea de paso, no son inmutables y pueden variar según las épocas, haciendo que una misma conducta en un tiempo sea tenida por delictiva y en otro tiempo ya no. Y viceversa. Pero, insisto, la Justicia NO juzga a la persona como un todo. Si resuelve condenar, esa condena está limitada exclusivamente a un acto o conjunto de actos que han sido demostrados más allá de la duda razonable, según la legislación vigente. En el caso de Daniel Ojeda, la justicia se centró en las cirugías clandestinas que resultaron en muertes. O sea, el papel del sistema judicial se circunscribe a evaluar si esos actos ilícitos denunciados de verdad ocurrieron, si el imputado fue el responsable, y si fueron suficientemente graves como para justificar una pena. Hasta ahí llega. Ojeda pudo haber salvado, antes y después de esos comportamientos punibles, un millón de vidas, pero ello escapa a los alcances del accionar judicial. Es por ello que ese mismo sistema judicial no puede ni debe recaer en conclusiones de índole moral, del estilo “fulanito es malo” o “menganito es bueno”, a las que sólo se podría arribar desde una mirada que resulta imposible para cualquier “ojo” humano. Cada persona es un Misterio inabarcable, insondable, al que haríamos bien en abstenernos de aplicarle nuestras siempre muy precarias “medidas”. En el rito católico, la Misa incluye una oración por todos los difuntos, agregando una expresión que tal vez de tan repetida ya no nos dice nada: “cuya fe solo Tú conociste”. Suena a reconocimiento expreso de que ningún humano puede “medir” al otro en la integridad de su vida. Sólo Dios puede conocernos hasta el último pliegue de nuestro ser. Por tanto, el sistema judicial, el Poder Judicial, debe evitar toda pretensión de avanzar sobre un juicio integral de las personas. En tanto y en cuanto sepa limitarse a juzgar hechos puntuales, se arrimará a la necesaria objetividad y consistencia en las decisiones judiciales. El veredicto dependerá exclusivamente de pruebas y de la tipificación legal de un hecho como delictivo o no, evitando todo juicio definitivo sobre la persona acusada. Por último, ¿lo dicho anteriormente conlleva un intento de “minimizar” las graves responsabilidades que la Justicia atribuyó al Doctor Daniel Ojeda y que trajeron aparejadas ni más ni menos que dos muertes? De ninguna manera. Si fue juzgado según el debido proceso, por jueces imparciales y en base a pruebas, el médico debía cumplir las condenas establecidas. Es lo mínimo que se puede exigir de cara a los familiares y amigos de las víctimas, aunque no sea suficiente para devolverles a sus seres queridos. Siendo así, ¿está mal que las personas rescaten obras buenas de Ojeda? De ninguna manera. Más aún, si se trata de experiencias directas, es muy noble que las expongan. Con ese rescate, nos ayudan a todos a reconocer los límites del sistema judicial como también los límites de todo parecer humano respecto de la vida de los otros. También sirven de bálsamo para los familiares directos de Ojeda, que seguramente contemplaron facetas de su forma de ser y actuar, muy diferentes a las que evaluaron en los tribunales. Fuente: El Entre Ríos

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