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Paraná » Confirmado.ar
Fecha: 05/12/2025 05:04
El dato político-jurídico del día no está en un expediente, sino en el Acuerdo del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos: Leonardo Portela no seguirá como presidente del STJ. En su lugar asume Germán Carlomagno y, como vicepresidente, Carlos Federico Tepsich. La vieja guardia, de bajo perfil y vínculos más clásicos con el poder político, se sienta otra vez en la cabecera de la mesa. Para Guillermo Michel y su entorno, es algo más que un movimiento administrativo: es un golpe al proyecto de “mesa judicial” que venía intentando consolidarse desde hace dos años, con Portela como cara institucional de un esquema de influencia sobre concursos, jury y mapa de poder interno del Poder Judicial. Distintos análisis y crónicas políticas ya venían marcando a Portela como un vocal alineado con Michel y la ingeniería de acuerdos que el actual diputado venía tejiendo con sectores del PJ y del propio STJ. Dos años de micrófono abierto Portela llegó a la presidencia del STJ como la promesa de una renovación “moderna”, con discurso de transparencia y preocupación por la imagen del Poder Judicial. Fue electo para conducir el Alto Cuerpo y, desde entonces, acumuló micrófonos, conferencias y comunicados. Por eso la caída de Portela no se explica sólo en la disputa por la presidencia del STJ, sino también en el clima que él mismo alimentó dentro de Tribunales: designaciones discrecionales de familiares y allegados en áreas sensibles (VIOLENCIA DE GENERO), ascensos exprés a cargos técnicos sin concursos ni trayectoria, y una cultura de destrato hacia el personal que nadie se anima a denunciar formalmente por temor a represalias, pero que cualquier trabajador judicial puede relatar en voz baja. Esa mezcla de privilegios, miedo y abuso cotidiano es el reverso exacto de la “transparencia” y la “humildad” que Portela declamaba en sus discursos, y explica por qué hoy su derrota no se vive sólo como un cambio de nombres en el organigrama, sino como la primera fisura visible en un sistema de poder que llevaba demasiado tiempo blindado hacia adentro. En la apertura del año judicial 2024 se paró en el estrado para proclamar que “nuestro deber es responder con humildad y transparencia” frente a las críticas y sospechas sobre la Justicia. Un año después, en marzo de 2025, repitió el libreto: habló de una ciudadanía que “no entiende el verdadero rol” del Poder Judicial, de una sociedad que judicializa todo, de expectativas “imposibles” de cumplir y de una mala imagen que, según él, se explica básicamente porque se le exige demasiado a los jueces y se les dan pocos recursos. No hubo casi una línea de autocrítica profunda sobre la calidad de las sentencias, la selectividad de las causas de corrupción o los escándalos concretos que golpean hace años a la Justicia entrerriana. El problema, según Portela, estaba siempre afuera: en la política que no manda el presupuesto, en los ciudadanos que “confunden” el rol judicial, en los medios que tergiversan, en los denunciantes que usan el Jury como si fuera una instancia recursiva. Jury, juicios por jurados y la tentación de acomodar las reglas En ese mismo discurso de apertura 2025, Portela dejó en claro su incomodidad con el control externo. Se quejó de la reiteración de denuncias contra jueces ante el Jurado de Enjuiciamiento y el juicio político, marcó que ese mecanismo “no está diseñado para revisar sentencias” y reclamó que quienes no están conformes con los fallos utilicen solamente las vías recursivas. El punto no es técnico, es político: mientras la sociedad mira al Jury como una de las pocas herramientas para ponerle límites a una casta judicial casi intocable, el presidente del STJ gastó buena parte de su discurso en deslegitimar ese camino, justo cuando arreciaban denuncias y pedidos de jury contra magistrados muy ligados al poder. A eso se suma su cruzada contra el modelo de juicios por jurados. Portela puso el foco, una y otra vez, en el “costo” del sistema: detalló que cada juicio popular ronda los 5,8 millones de pesos y que alguno llegó a costar 9,4 millones, y llegó a decir que el esquema “es insostenible a largo plazo” tal como está. El STJ –encabezado por él– impulsó incluso proyectos legislativos para reformar tanto la ley de Jurado de Enjuiciamiento como la del Consejo de la Magistratura, y Portela fue personalmente al Senado a empujar esas modificaciones. La combinación es clara: menos control político real sobre los jueces, menos juicios por jurados (el mecanismo de participación ciudadana más avanzado que tiene Entre Ríos), más poder concentrado en la cúpula. Difícil vender eso como “modernización” del Poder Judicial. Presupuesto, viáticos y “manu militari” Portela se convirtió también en el vocero permanente del conflicto presupuestario. En distintas entrevistas explicó que el Poder Judicial proyectó gastar 2.500 millones de pesos mensuales, que la Legislatura le aprobó 1.100 millones y que el Ejecutivo termina girando apenas 490 millones, y que así “es imposible” sostener el funcionamiento del sistema. El problema es cómo eligió mostrar su preocupación por la falta de plata. Mientras los salarios y las condiciones de trabajo de los escalafones más bajos crujen, Portela defendió públicamente un esquema de viáticos que, según él mismo reconoció, sumó 49 millones de pesos en tres años y medio, sin necesidad de rendir comprobantes estrictos: “Hay un margen de confianza”, admitió. En la misma nota donde se quejaba del presupuesto, adelantó que estaba pensando en “mandar gente a trabajar a la casa para no pagar más alquileres”, y remató con una frase que lo persigue desde entonces: “Si hay voluntarios, mejor, y si no, será manu militari; se les va a pagar la luz e internet y se van a tener que quedar en la casa”. Es decir: para los jueces de la cúspide, viáticos con “margen de confianza”. Para los empleados, teletrabajo forzado, alquileres recortados y la promesa de pagarles la boleta de luz. La señal política fue letal: la austeridad aplicada hacia abajo, la comodidad cuidada hacia arriba. Contra los medios, contra los denunciantes… nunca contra sí mismos Otro hilo conductor de estos dos años de presidencia Portela fue su relación con la prensa. En la apertura de 2025 apuntó directamente contra un puñado de medios que, según él, brindan información “sesgada” sobre el Poder Judicial, que “tergiversan”, “instalan sospechas infundadas” o incluso “inventan” hechos. Se quejó de los titulares “sugestivos” y dijo que es “agotador” tener que desmentir informaciones. La escena es conocida: un presidente de Corte que dice defender la libertad de expresión, pero señala con el dedo (sin nombrarlos) a los portales que investigan viáticos, ausentismo, viajes, designaciones y privilegios. Todo esto en paralelo a investigaciones periodísticas que, desde Entre Ríos y a nivel nacional, expusieron cifras millonarias en viáticos y licencias en el STJ, forzando al propio Tribunal a salir a responder y a reconocer diferencias significativas entre lo que marcaban los periodistas y lo que informaba la contaduría oficial. Mientras tanto, la “mesa judicial” como estructura de cooptación y protección entre una parte de la política y una parte de la Justicia fue ganando nombre propio en el debate público. Desde declaraciones de dirigentes opositores hasta investigaciones periodísticas sobre la Mutual 10 de Abril y otros casos, se fue consolidando la idea de un núcleo duro de poder donde confluyen funcionarios, jueces y operadores, alineados con figuras como Michel y sectores del peronismo que gobernaron la provincia hasta hace poco. En ese esquema, Portela pasó de ser “el académico” que llegaba a ordenar la Corte, a convertirse en el rostro visible de un modelo que mira con desconfianza a la prensa, se irrita con el Jury, discute el juicio por jurados y reivindica viáticos con margen de confianza. Carlomagno, Tepsich y el regreso del viejo manual La elección de Germán Carlomagno como nuevo presidente y de Tepsich como vice no es un rayo en cielo sereno. Distintas crónicas ya lo perfilaban como el candidato natural de la “vieja guardia”: juez de bajo perfil, laborista, que vio pasar a varios gobernadores y sabe moverse en el equilibrio fino entre no pelearse abiertamente con nadie y conservar autonomía frente a las aventuras de corto plazo de cada gobierno. Para el frigerismo, supone además ordenar un frente que se había descontrolado. Con Portela, el STJ quedó atrapado en el medio de la guerra interna del PJ: Guillermo Michel avanzando sobre el PJ provincial, Rosario Romero intentando conservar poder en Paraná, operadores judiciales que orbitan entre uno y otro, y un Superior Tribunal que, lejos de correrse de esa disputa, terminó impregnado de esa pelea. La designación de Carlomagno y Tepsich es, en ese contexto, una señal: se baja la palanca de la experiencia Portela, se le pone un freno a la ingeniería judicial de Michel, y se le devuelve el timón a un sector más tradicional del Poder Judicial que, con todos sus problemas, prefiere negociar con el gobernador de turno en vez de convertirse en trinchera de una interna partidaria. ¿Qué queda después del ruido? Portela no se va del Tribunal: sigue siendo vocal, con todo el poder que implica firmar sentencias. Pero pierde la lapicera institucional, la presidencia, el manejo directo de la relación con el Ejecutivo y la Legislatura, y el protagonismo público que construyó a fuerza de discursos y entrevistas. Para Michel, el mensaje es claro: su intento de instalar una “mesa judicial” propia, con influencia sobre concursos, jurados y alineamientos internos del STJ, recibió un golpe importante. La Justicia entrerriana sigue cooptada por mil hilos, pero al menos una de esas manos perdió el control del volante. La pregunta es si el cambio de nombres alcanzará para cambiar el fondo: el esquema de privilegios, viáticos, “desarraigos”, ausencias y acomodos que las investigaciones periodísticas vienen desnudando; la resistencia a los juicios por jurados; el blindaje de algunos fiscales y jueces frente a cualquier control real. Eso no se resuelve sólo con sacar a Portela de la presidencia. Lo que sí deja este episodio es una constatación política: cuando la Justicia se convierte en aparato de una mesa chica –sea del oficialismo, de la oposición o de un sector del PJ– termina devorando a sus propios arquitectos. Portela, que se presentó como el hombre de la “humildad y transparencia”, se va de la presidencia con la peor combinación posible: desgaste interno, desconfianza social y la sensación de que, en estos dos años, habló demasiado de los otros y muy poco de sí mismo. Fuente La Caldera Post Views: 22
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