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Concordia » Hora Digital
Fecha: 04/12/2025 23:31
La Universidad Católica Argentina informó una caída de la pobreza e indigencia en el tercer trimestre, pero advirtió que la pobreza estructural persiste y criticó la metodología oficial del INDEC. La tasa de pobreza en Argentina alcanzó el 36,3% al cierre del tercer trimestre de 2025, mientras que la indigencia afectó al 6,8% de la población, según el último informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) elaborado por la Universidad Católica Argentina (UCA). Los datos fueron presentados el 4 de diciembre por Agustín Salvia y un equipo de especialistas de la casa de estudios. El informe señala que la pobreza cayó 9,3 puntos porcentuales respecto al mismo período del año anterior y 8,4 puntos en comparación con el tercer trimestre de 2023, antes de la asunción del presidente Javier Milei, según la metodología propia de la UCA. Esta reducción se basa en el análisis de privaciones monetarias, que incluyen pobreza e indigencia por ingresos, y en indicadores complementarios como el estrés económico y la inseguridad alimentaria. Los datos surgen de estimaciones de la Encuesta de la Deuda Social Argentina (EDSA) del ODSA y de información empalmada o reconstruida de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, cubriendo el período 2010-2025. El informe anual presentado describe un escenario de estabilización macroeconómica durante 2024 y 2025, pero también un aumento del estrés económico, social y subjetivo, especialmente en los sectores más vulnerables. Según Salvia, el país atraviesa “una transición inestable” en la que las mejoras recientes conviven con déficits persistentes en pobreza estructural, informalidad laboral y bienestar psicológico. Aunque la pobreza por ingresos medida por el INDEC mostró una baja significativa hasta el segundo trimestre de 2025 (31,8%), la UCA advierte que hasta tres cuartas partes de esa reducción podrían explicarse por efectos estadísticos y no por una mejora real en los ingresos. El informe indica que, si se corrige el ingreso por el nivel de captación previo a 2023 —que mejoró abruptamente desde fines de 2024—, la pobreza sería del 33,9%, apenas 2,1 puntos menos que en 2023. La indigencia corregida también cae solo un punto porcentual. Además, la UCA señala que la Canasta Básica Total utilizada para medir la pobreza sigue basada en la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) de 2004/2005, lo que subestima el peso de los servicios en el gasto familiar y tiende a reducir artificialmente la pobreza medida. Una actualización metodológica elevaría la incidencia de la pobreza en todos los años analizados. El informe destaca que la caída de la inflación y el reordenamiento fiscal lograron estabilizar variables clave, pero a costa de la pérdida de calidad del empleo en los estratos bajos y medio-bajos, un aumento del desempleo en hogares de nivel muy bajo y un estancamiento del ingreso laboral real en niveles similares a los de 2009-2010. También se registra un deterioro histórico en los salarios públicos, que fueron los principales rezagados del período, y una persistente informalidad laboral, con un 51,6% de trabajadores sin aportes en 2025. En paralelo, programas sociales como la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la Tarjeta Alimentar, reforzados en 2024, lograron atenuar la indigencia, pero no modificaron la estructura profunda de desigualdad, que mantiene “pisos duros” del 25% de pobreza y 5% de indigencia incluso en ciclos económicos expansivos. El informe reconstruye la pirámide socioeconómica de 2025, marcada por un tercio superior integrado, con alta productividad y acceso estable a bienes públicos; una clase media aspiracional en retroceso, afectada por la volatilidad económica; y un tercio inferior atrapado en empleos precarios y baja productividad, donde la pobreza crónica se reproduce generación tras generación. Los hogares con niños continúan siendo los más afectados, con una pobreza infantil que supera el 58%, más del doble que en hogares sin menores. Además de la medición monetaria, el estudio incorpora indicadores de estrés económico, definido como la percepción insuficiente de ingresos para cubrir necesidades básicas; estrés social, vinculado a inseguridad alimentaria y acceso a salud y protección social; y bienestar subjetivo, que muestra una tendencia creciente de malestar psicológico desde 2017, agravada entre 2023 y 2024. Según la UCA, la estabilización macroeconómica aún no se traduce en alivio emocional ni en un fortalecimiento del tejido social, y las brechas de bienestar persisten o incluso se amplían en los sectores más vulnerables. El informe concluye que la economía argentina se encuentra en una etapa donde conviven un mayor orden macroeconómico, con baja inflación y equilibrio fiscal, junto con una alta fragilidad social, marcada por pobreza estructural, informalidad y déficits persistentes. Existe el riesgo de consolidar un modelo de bajo empleo formal si no se implementan políticas que articulen capital humano, crédito para pequeñas y medianas empresas y desarrollo regional. En síntesis, la estabilización económica no garantiza inclusión social, y sin una estrategia que vincule crecimiento con movilidad social, la recuperación podría derivar en una sociedad más desigual y fragmentada. El informe también recuerda las definiciones básicas: se considera pobreza a los hogares cuyos ingresos están por debajo del umbral necesario para adquirir una Canasta Básica Total (CBT) de bienes y servicios, mientras que la indigencia se define para aquellos hogares cuyos ingresos no alcanzan a cubrir la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que cubre un mínimo de necesidades alimenticias.
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