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» Diario Cordoba
Fecha: 03/12/2025 06:57
Hace poco un parroquiano, en cuestión de minutos, nos hizo una apabullante demostración de lo que hace la inteligencia artificial aplicada a las imágenes. Una amiga presente le mandó al móvil una foto y poco después ya tenía una instantánea de ella recibiendo un premio, bailando la danza del vientre en La Mezquita y haciendo otras tantas cosas increíbles en un par de sitios aún más singulares. Alguien dijo en alto lo que todos pensábamos ante esta época de alegre democratización del timo y la suplantación. «Ya no vamos a saber lo que es verdad y lo que es mentira». «Habrá que leer periódicos, ¿no?», se oyó en la tertulia. Y mire usted... Me emocioné. Y es que en la prensa nos podemos equivocar. A veces demasiado. El redactor quizá se verá influenciado por decenas de prejuicios, sesgos cognitivos y por su propio corazoncito, que por otra parte todo periodista tiene derecho a tener. Y el redactor gráfico puede que no tenga la foto que quería, la que le hubiera gustado, esa que cuenta en sí misma más que todas las palabras que pueda escribir su compañero... Pero en todo caso ni el que redacta ni el que hace la foto van a mentir. Pueden exponerlo a su manera, vale, pero no usar la inteligencia artificial para inventarse algo. El libro de estilo de muchos medios ya lo prohíbe taxativamente. Así que cuando alguien en el límite del analfabetismo funcional me dice que la IA va a dejar sin sentido a la prensa, intento decirle que ahora más que nunca son necesarias las cabeceras de medios serios para conocer la realidad, no para ver quién la recrea más mona. Incluso puedo profetizar crisis más profundas en otras actividades debido a la IA. Por ejemplo, en el ‘turismo del postureo’, del que muy pocas veces se habla y que sospecho que tiene más peso en el sector del que se quiere reconocer. Son viajeros que llegan a un lugar no buscando experiencias con las que enriquecerse, sino dejando patente que están de vuelta de todo y que, como todo lo saben, solo les importa lo aparente. Así, queda como único gozo colgar algo en redes sociales buscando una limosna de ‘likes’ de aceptación social. Cuando este sector descubra que en una tarde de darle al ordenador, al ratón y a la IA generativa de imágenes cualquiera puede posar a los pies de las pirámides de Egipto tomando un combinado, aparecer en la Torre Eiffel junto a su actriz favorita o presumir con taparrabo de haberse integrado en una tribu amazónica... ¿Van a gastar dinero y días de sofá para viajar? Confío en que no sea tan importante como me temo ese ‘turismo de pose’, inminente víctima de un apocalipsis ‘post-postureo’ debido a la inteligencia artificial. Lo bueno es que dejará sitio al turista de calidad, al de la inteligencia natural.
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