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  • “La narrativa popular cambió: hoy las brujas maldicen de verdad”

    » El Ciudadano

    Fecha: 03/12/2025 04:59

    En su estudio —un laboratorio sonoro donde cables, instrumentos y voces cruzadas conviven como si fueran parte de una misma criatura— Germán Carbajales habla de la música no como un simple oficio, sino como una forma de leer la sociedad. Director artístico del proyecto itinerante deManzanas, piensa la canción como un relato vivo que se transforma al ritmo de cada generación. —¿Cómo ves hoy la tradición narrativa de la canción argentina? —Argentina tiene narradores extraordinarios. Fito Páez es uno de ellos: para mí es un Shakespeare latinoamericano. Tiene esa capacidad única de contar una ciudad, un país o un corazón roto con la misma épica. Sus giros folclóricos, su sensibilidad urbana… es un tipo que escribe como si estuviera filmando. Pero él viene de una genealogía. Enrique Santos Discépolo, por ejemplo, retrató su época con una precisión y una universalidad que todavía hoy sigue siendo vigente. Es impresionante cómo Cambalache te sigue explicando el mundo aunque hayan pasado cien años. Esa es la tradición argentina: usar la canción para contar quiénes somos. —Decís que esas narrativas hoy no conectan igual con los adolescentes. ¿Qué cambió? —Cambió la forma de sentir, y por lo tanto la forma de narrar. Los adolescentes no buscan un relato contemplativo, buscan una emoción directa, una tensión que los nombre sin rodeos. Y ahí aparecen narrativas que antes estaban subestimadas: las del mundo tropical, el cuarteto, la cumbia, lo popular más crudo. La canción que canta Angela Leiva y Eugenia Quevedo, «No podrás», es un ejemplo perfecto. Ahí tenés drama, conflicto, deseo, revancha. Una intensidad emocional sin metáforas barrocas. Es la vida sin filtro. Eso les habla de cerca. Dos brujas en una aquelarre sentenciando miles de maldiciones. —Mencionaste recientemente a Fito y su disco sobre brujas… —Sí. Fito es brillante, pero su tratamiento de la bruja es literario, simbólico, casi infantil en términos narrativos. La bruja de hoy —la que reconocen los jóvenes— es la que maldice de verdad, la que reclama, la que señala a quien le hizo daño. En términos de representación emocional, es más bruja la mujer que canta Quevedo que la que propone Fito. Y eso dice mucho sobre el cambio generacional. —¿Y cómo influye todo eso en el trabajo actual de deManzanas? —Muchísimo. En el estudio estamos trabajando en un material que intenta un puente difícil pero necesario: llevar a la audiencia que alguna vez se enamoró del Movimiento del Rock Nacional hacia una narrativa moderna, tropical, pero sin perder nuestra raíz. Queremos que convivan en un mismo pulso las reminiscencias de Charly García, Fito Páez y Luis Alberto Spinetta, con ritmos y lenguajes que hoy usan los jóvenes para contar sus propias historias. Las canciones que ayer acompañaban a la gente para mitigar dolores, celebrar alegrías o atravesar pérdidas no dejaron de existir: solo cambiaron de envoltorio. Lo complejo hoy es entender cómo conectar con una juventud emergente que también quiere sentirse acompañada por la música, aunque sus códigos, sus símbolos y su forma de narrarse ya no sean los mismos. Para nosotros, la canción es esa excusa: un puente emocional entre generaciones. —¿Entonces el desafío es narrar la juventud sin imitarla? —Exacto. No se trata de copiar tendencias, sino de entender qué buscan, qué sienten, qué los moviliza. La canción popular está mutando a un ritmo feroz, y si no leemos esos cambios, nos volvemos decorativos. La música tiene que estar donde la gente vive, no donde la gente vivía. —¿Qué lugar ocupa deManzanas en esa transición? —deManzanas siempre fue un proyecto en movimiento, literal y simbólicamente. Hoy buscamos ser un punto de encuentro: un espacio donde la tradición del rock argentino dialogue con la narrativa emocional contemporánea sin perder identidad. Queremos contar historias que tengan la profundidad del rock nacional, pero la urgencia, el pulso y la crudeza que los jóvenes consumen hoy. Ahí es donde la música vuelve a ser puente y no museo.

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