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  • Seniors en la historia: cuando ser mujer y anciana podía acarrear un proceso por brujería

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/12/2025 00:35

    José Emilio Burucúa, doctor en Historia, historiador del arte Aunque su formación -y su principal interés- es la historia del arte, José Emilio Burucúa, doctorado en Historia en la UBA, fue durante muchos años titular de la cátedra de Historia Moderna en esa universidad. Sus clases magistrales estaban entre las más concurridas de la Facultad. Dejó la UBA a comienzos de los 2000 para participar de la creación del Centro de Producción e Investigación en Conservación y Restauración Artística y Bibliográfica, en la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM), un proyecto que fue posible gracias al aporte de la Fundación Antorchas, y del que Burucúa habla con verdadero orgullo. La creación de ese Centro constituye en sí misma un tramo de la historia patrimonial y cultural argentina que no ha sido escrito aún. También evoca con profunda admiración a otro de los protagonistas de ese hito: el historiador del arte, académico y museólogo Carlos Schenone, que fue uno de sus maestros. En el Museo de Bellas Artes se estrenó recientemente la muestra Ciencia y fantasía. Egiptología y egiptofilia en la Argentina, con la curaduría de Burucúa y de Sergio Baur. El profesor asegura que fue Schenone el primero en valorizar el material que hoy se expone: más de 180 piezas que ilustran el interés por la egiptología de muchos investigadores argentinos y también de varios coleccionistas. La iniciativa está teniendo un gran éxito de público. Burucúa es miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y ha sido galardonado con el Premio Konex en varias ocasiones. En 2016, Konex de Brillante en la categoría Humanidades y Konex de Platino en 2014 en Letras, entre otros. Su último libro es “Civilización, historia de un concepto” y es también autor de “Historia, arte, cultura: de Aby Warburg a Carlo Ginzburg”, “Cómo sucedieron estas cosas: representar masacres y genocidios” e “Historia natural y mítica de los elefantes” (los dos últimos en colaboración con Nicolás Kwiatkowski), entre otros. Burucúa protagonizó un enojo mayúsculo cuando el Gobierno de la Ciudad quiso restringir por completo la circulación de personas mayores de 70. Hoy se ríe recordando eso: “Tuvo que salir (Fernán) Quirós, que era un tipo sensato, y dieron marcha atrás con ese aislamiento de los adultos mayores; no se atrevían a decir ‘de los viejos’”. Se acaba de inaugurar una muestra sobre Egiptología y egiptofilia en la Argentina con más de 120 piezas de diferentes colecciones, con la curaduría de José E. Burucúa y de Sergio Baur Procesos por brujería En su ensayo sobre la vejez, hablando del siglo XVI, Simone de Beauvoir señala la asociación, también “frecuente en la Antigüedad y en el folklore”, dice, entre “la mujer vieja y la bruja”. En el imaginario colectivo, la quema de brujas está más asociada a la Edad Media -es parte de la leyenda negra sobre ese período de la historia-, pero en realidad fue en los primeros tiempos de la llamada Edad Moderna cuando ese fenómeno cobró amplitud. De eso hablamos con el profesor Burucúa. — ¿Existió una época de fuerte asociación de la mujer, especialmente la mujer vieja, con la brujería? — Sí, en el contexto de las persecuciones a las brujas en Europa. Porque la mujer vieja, por lo general, quedaba sola. Debido a que sobrevivía a su marido, a su pareja. Sus hijos, por lo general, se iban, y ella quedaba a cargo de alguna parcela de tierra que se le hacía cada vez más difícil explotar en su beneficio, y entonces eso despertaba la codicia de sus vecinos y ahí empezaba el acoso. Primero era un acoso subterráneo, pero después empezaban los reclamos; el verla indefensa incitaba esos avances. — ¿Qué argumentaban? — Alegaban por ejemplo que el límite de la parcela no era el que correspondía de acuerdo al derecho antiguo. Y si la mujer se resistía, es probable que empezaran acusaciones de otro tipo hasta terminar en la peor de todas, que era la brujería. Porque el que acusaba a una mujer de bruja y lograba demostrar que lo era, inmediatamente se quedaba con sus bienes. Entonces, una de las causas del gran auge de la brujería entre 1450 y 1650 es precisamente esa tensión en el interior de las comunidades campesinas. Cosa que rara vez pasaba con un hombre viejo. Hubo también condenas por brujería que cayeron sobre varones, pero en mucho menor medida que sobre las mujeres. Quema de brujas en Derenburg (Alemania) en 1555 (Wikimedia Commons) — ¿Prosperaban esas acusaciones? — Era muy difícil que la persona acusada quedara libre de eso, porque una vez que la acusación se hacía formal, se invertía la carga de la prueba. La prueba corría por cuenta del acusado, no del acusador. Tenía que demostrar que no había tenido comercio con el diablo. Y siempre se podían encontrar o imaginar rastros, alguna marca corporal. Una mancha o un lunar podían ser fatales. Una mancha, en la que alguien veía la pezuña del diablo. — ¿Se sabe qué dimensión tomó esto? — Se calcula hoy que esta persecución se habría llevado la vida de 250.000 personas en 200 años, aproximadamente. Y las tres cuartas partes eran mujeres. — ¿Esta oleada tuvo lugar en algunos países en particular o en toda Europa? — Fue especialmente en Francia, Alemania e Inglaterra, y en menor medida en Italia y Suiza. Fue menor aun en España, porque hubo un juicio muy célebre al principio del siglo XVII, en el que uno de los grandes inquisidores (Alonso de Salazar y Frías) se opone y explica por qué, argumentando que el diablo no podía tener semejantes poderes. Entonces, a partir de ese juicio, de las brujas de Zugarramurdi, en el País Vasco, se apagan estas condenas. El inquisidor es además el que escribe la memoria del caso. — España salva la ropa en esto… — Era distinto en Francia, ahí fue terrible. Las monjas, de los conventos de Ursulinas sobre todo, dieron lugar a grandes procesos. Las monjas acusaban, por lo general, a su confesor. Y entonces, el juicio era un verdadero escándalo, pero por supuesto, había monjas que caían en la redada o se las suponían cómplices. Pero lo de las monjas fue una de las expresiones más radicales y que van a llevar a todo el sistema a una explosión. En realidad, hubo tres grandes juicios en Francia que involucraron a monjas, y en el último los promotores de las acusaciones se olvidaron de que una de las monjas era prima del rey de Francia y ahí se acabó. La persecución de la bruja estaba cobrando una dimensión inaceptable. La persecución de la brujería se llevó la vida de unas 250.000 personas en 200 años, y las tres cuartas partes eran mujeres, dice Burucúa — En el imaginario colectivo la brujería quedó asociada a la Edad Media, pero en realidad toda esta oleada es de la Edad Moderna. — Absolutamente, sí, sí. Las primeras persecuciones contra las brujas empiezan entre 1360 y 1370, pero realmente la gran oleada es de 1420 y se va a extender hasta el final del siglo XVII, es un período muy largo, 250 años, en la Edad Moderna. En la Edad Media la persecución se centraba más que nada en la herejía. — El cambio de estatus de la persona anciana se relaciona con el surgimiento de la burguesía? Un burgués acumula una fortuna y cuanto más viejo, tal vez más bienes logre acumular. Entonces, el poseer bienes da un estatus diferente. — Sí, claro, pero también hay clivajes sociales: el viejo noble es probable que nunca perdiera sus poderes o facultades, desde un punto de vista social, como el viejo rey tampoco. Y lo mismo ocurre con la mujer noble. Con la burguesía hay una diferenciación de género más importante porque, sobre todo si se trataba de comerciantes o pequeños industriales, eran los hombres los que llevaban la voz cantante, las mujeres estaban en la casa. Pero entonces los ancianos tenían ese resguardo de la familia. El problema estaba en la clase campesina, donde era más complicada la cuestión de la vejez, porque el anciano caía en una etapa de improductividad. Ahí sí que era realmente grave. Además eso te abandona, te aísla. — ¿Existen textos sobre la temática de la vejez en la historia? — Sí, está la Historia de la vejez de Georges Minois. Es un buen libro. — Hay que escribirla… — Sí, es un poco breve, pero da muchas líneas para seguir. Está bien ese libro. Minois es un buen investigador. Creo que es un ítem con bastante autonomía, el de la historia de la vejez. — ¿O sea que se ha estudiado así, por separado? — Sí, sí. Como historia de la vejez. Siguiendo un poco el camino que trazó la historia de la infancia de Philippe Ariès. Ese fue el primero. Norberto Bobbio también hizo un tratado, un estudio importante sobre la vejez, pero su modelo son más bien los tratados clásicos de la vejez. Desde Cicerón en adelante. Cicerón, Séneca... "La gran oleada de persecucion de la brujería es de 1420 y se va a extender hasta el final del siglo XVII, es un período muy largo, 250 años, en la Edad Moderna" — Digamos que no es fácil determinar un momento en que se empieza a mirar otra manera a la vejez, si es que se la mira de otra manera. Depende también la cultura, ¿no? — Claro. En Occidente estamos hablando. Porque por ejemplo en China hay una forma de apreciar la vejez que no tiene absolutamente nada que ver con lo que uno ve en Occidente. En esas áreas sino japonesas, y en algunas regiones de la India también, hay más apoyo, más conciencia práctica en el seno de las familias. Eso habría que estudiarlo, por ejemplo, cuáles son las instituciones de asistencia de la vejez en China. Es obvio que ciertos cuestionamientos o incluso cierto menosprecio hacia la vejez que hay o ha habido en Occidente no parecen haberse dado en China. O existirá, pero no es una cosa explícita. — Pasando a la actualidad, ¿está de acuerdo con que la jubilación de los profesores sea a los 70? — Los profesores eméritos y los profesores consultos no tienen ese límite. Pero para el trabajo efectivo, sí es setenta como máximo. Yo no sería tan taxativo acerca de si eso es bueno o malo. Sobre todo porque la pirámide tiene una base tan ancha ahora, y en esa base hay gente muy preparada, que no tiene lugar en las instituciones... Entonces, puede ser bueno que una persona de 65 ó 70 siga porque ahora es más larga la lucidez. Pero pienso que después de los 70 ya no debería estar en cargos de dirección, de la administración universitaria. Sí, por ejemplo, como director de tesis. Pero no ocluir los cargos de jefe de trabajos prácticos, profesor adjunto, profesor titular. Ahí tiene que haber más movimiento. Y algunas instituciones son francamente un ejemplo de sistema de cooptación. En la Facultad de Filosofía y Letras, a la hora de hacer el recuento de los antecedentes, pesa más el haber sido suplente en alguno de los cargos. Entonces, si viniera (el historiador francés Fernand) Braudel a la Argentina a concursar un cargo de profesor titular, le va a ganar el que ha sido profesor titular no concursado, porque se lo ha designado. — Como en la docencia, secundaria, primaria, donde pesa la antigüedad. — No digo que la antigüedad tenga que dejarse totalmente de lado, pero no puede tener ese peso. El peso mayor tiene que estar en la cantidad de publicaciones, en el compromiso explícito con la docencia y la investigación. FOTOS: Maximiliano Luna

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