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Crespo » Paralelo 32
Fecha: 02/12/2025 14:56
La morosidad de los argentinos alcanzó niveles inéditos, encendiendo alarmas no solo económicas sino también psicológicas. Según datos recientes del Banco Central, el 6,6% de los préstamos familiares está en mora, el porcentaje más alto desde 2008. Este escenario profundiza una crisis silenciosa: el endeudamiento dejó de ser únicamente un problema financiero para transformarse en un factor de riesgo emocional y de salud mental. Tal como expone el informe de Candela Toledo para Clarín, la deuda se ha transformado en un “tabú emocional” que se padece en soledad. No se oculta el número, sino lo que representa: fracaso, vergüenza y pérdida de control. Ese silencio, advierten los especialistas, tiene efectos devastadores. La deuda como doble vida emocional El psicólogo Martín Wainstein, de la UBA, explica que el endeudamiento no se esconde por su monto sino por su significado: “La deuda simboliza la pérdida de valor, la pérdida de identidad”. El deudor lleva una doble vida emocional. Puertas afuera intenta seguir con normalidad; puertas adentro, convive con la angustia permanente. Esa tensión interna genera un desgaste profundo. Consecuencias psicológicas: estrés crónico y desbordes Los síntomas más frecuentes del endeudamiento silencioso incluyen: Insomnio y trastornos del sueño Irritabilidad y ansiedad persistente Pensamientos repetitivos y culpa excesiva En casos extremos, el estrés financiero puede derivar en crisis graves. El artículo destaca el caso de María Alegre (59), quien tras acumular una deuda superior a los 10 millones de pesos, dejó de comer y dormir, y llegó a tener pensamientos suicidas. Los especialistas coinciden en que estas situaciones no son aisladas: el deterioro emocional asociado a la deuda se amplifica cuando no se habla del problema. El miedo al acoso de cobranzas: una vergüenza anticipada Para muchos, la angustia no se limita al monto adeudado. El temor a que empresas de cobranza llamen a familiares, vecinos o al lugar de trabajo es una de las mayores fuentes de estrés. José Páez, chofer de 37 años, lo sintetiza con crudeza: “Lo peor no es deber. Lo peor es que llamen a tu familia. Eso te rompe en dos”. El acoso telefónico —real o anticipado— quiebra el silencio que la persona intenta mantener y profundiza la sensación de humillación. Salir del laberinto: nombrar el problema y ordenar las finanzas Economistas y psicólogos coinciden en una primera premisa: romper el silencio. Hablar de la deuda, admitirla y ponerla en palabras es un paso clave para dejar de vivirla como un secreto vergonzoso. Los especialistas recomiendan: Hacer una radiografía completa de la situación financiera. Determinar cuánto se debe, a quién, en qué plazos y con qué intereses. Crear un plan realista de pago. A veces implica renegociar, refinanciar o pedir asesoramiento profesional. Separar la deuda de la identidad personal. La deuda es una circunstancia, no una definición del valor de una persona. Buscar apoyo emocional. Hablar con familiares, especialistas o grupos de acompañamiento reduce la carga mental. Un problema económico que ya es sanitario El récord de morosidad en el país expone una crisis que trasciende los balances financieros. La deuda, convertida en signo de fracaso personal, opera en silencio como un agente de deterioro psicológico. Romper ese silencio —dicen los expertos— es el primer paso para desactivar el daño y empezar a recuperar tanto la estabilidad económica como la emocional.
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