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  • Juegos de mesa modernos: la respuesta analógica a una generación fatigada por la hiperconexión

    Crespo » Paralelo 32

    Fecha: 02/12/2025 14:41

    El fenómeno de los juegos de mesa modernos dejó de ser una moda pasajera para convertirse en una respuesta consciente de la sociedad —y, especialmente, de la generación de nativos digitales— frente a la fatiga cognitiva y la fragmentación de la atención que impone la vida hiperconectada. En un mundo donde las pantallas dominan cada momento de ocio, estudio y trabajo, los juegos de mesa resurgen como un refugio saludable, estratégico y necesario. Niños y adolescentes, a pesar de haber nacido rodeados de tecnología, no están exentos de los efectos adversos de esta realidad. En este contexto, la psicopedagoga y especialista en ciudadanía digital, Mariana Savid, creadora de la práctica Reseteo Digital, sostiene que la vuelta a lo analógico constituye una necesidad neurobiológica. Para la especialista, es urgente desmontar el mito del “nativo digital”: “Los chicos nacen en un entorno con pantallas, pero no nacen sabiendo usarlas. Lo que sí somos, por nuestra constitución más profunda, es nativos vinculares”, afirma. Y advierte: “Esta naturaleza humana requiere interacción cara a cara para constituirse; la sobreexposición a las pantallas en la primera infancia amenaza ese vínculo”. El cerebro ante lo digital y lo analógico La diferencia entre jugar en un dispositivo y jugar en una mesa es mucho más profunda de lo que parece. Savid explica que los juegos de mesa generan un anclaje sensorial: el acto de tocar cartas, dados o fichas obliga al cerebro a salir del piloto automático y ubicarse en el aquí y ahora. Ese ritmo más pausado, acompañado de las micropausas naturales del juego —repartir cartas, mezclarlas, ordenar piezas— activa mecanismos clave de autorregulación. “Lejos de ser tiempo muerto, este espacio permite que intervenga la corteza prefrontal, que funciona como el ‘director de orquesta’ del cerebro, modulando la impulsividad de la amígdala”, destaca Savid. El resultado es un entrenamiento directo para la espera y la tolerancia a la frustración, dos habilidades críticas en la educación actual. En cambio, el diseño de los videojuegos elimina deliberadamente estos períodos de pausa, generando sistemas altamente adictivos sustentados en recompensas variables e intermitentes. Savid define este fenómeno como el “efecto traga moneda”, un mecanismo dopaminérgico que refuerza conductas compulsivas. Un entrenamiento para la vida Desde la industria, la experiencia confirma estos beneficios. Juan Del Compare, Marketing Manager de Devir, una de las principales editoriales de juegos de mesa en el mundo hispano, sostiene que el manejo de la frustración es uno de los aprendizajes más valiosos para niños y jóvenes. A diferencia del videojuego, donde siempre es posible “reiniciar” o volver a intentarlo sin consecuencias, el juego de mesa establece límites reales dentro de un espacio seguro. “Es como un círculo mágico donde se puede perder sin que pase nada. Ese marco ofrece una simulación ideal para aprender a tolerar la frustración y manejar las emociones”, explica Del Compare. En el plano cognitivo, los juegos de mesa modernos impulsan dinámicas que la tecnología no reproduce: obligan a planificar a largo plazo, a reajustar estrategias frente a movimientos impredecibles de otros jugadores y a desarrollar flexibilidad cognitiva. “Se entrenan funciones ejecutivas de forma activa”, añade Savid. Complejidad, belleza y rejugabilidad Del Compare también destaca un componente clave de la industria actual: la rejugabilidad. Tableros modulares, partidas diferentes según quiénes jueguen y sistemas variables hacen que cada encuentro sea único. Esta variación constante potencia el pensamiento estratégico y el análisis reflexivo. El atractivo visual también evolucionó. “Los juegos modernos incorporan tableros de doble capa, fichas personalizadas y arte de grandes ilustradores”, señala Del Compare. Esta calidad estética compite directamente con el estímulo visual que ofrecen las pantallas, convirtiendo a los juegos en objetos bellos y placenteros de manipular. El juego como excusa para el encuentro Más allá de lo cognitivo y lo sensorial, el juego de mesa se consolida como una excusa poderosa para socializar. La dinámica exige mirar a otros, interpretar gestos, tonos, silencios; habilidades que la comunicación digital tiende a erosionar. En el ámbito familiar, además, el tablero crea un terreno neutral donde “la jerarquía se borra”, permitiendo un intercambio entre padres e hijos en condición de pares y fortaleciendo el vínculo. Esta lógica es central en la práctica de Reseteo Digital promovida por Savid, que invita a generar pausas estructuradas y actividades de desconexión activa —lectura, juegos de mesa, caminatas— como parte de una higiene mental necesaria para reducir la ansiedad y regular los niveles de estrés. El objetivo es claro: que la tecnología sea una herramienta, no un invasor constante. Una alternativa real en tiempos de saturación Desde Devir, el impulso de torneos, encuentros y demostraciones apunta justamente a eso: ofrecer una alternativa de ocio de calidad, un espacio donde se recupera la atención, el vínculo y el disfrute compartido. Un recordatorio de que lo analógico no solo resiste, sino que responde a una necesidad profunda de la mente humana. En un mundo saturado de estímulos digitales, los juegos de mesa modernos no son una moda: son una estrategia cultural y neurobiológica para reencontrarnos con nosotros mismos y con los otros.

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