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» Diario Cordoba
Fecha: 02/12/2025 08:47
Permitan que hoy no hablemos de disfrutones que pasaron de titulares del Ministerio de Transportes al talego; ni de amnésicos que olvidaron su decencia y responsabilidad política en El Ventorro. Preferimos un soplo unamuniano, el juego invisible de la intrahistoria que describe algo tan sencillo como vivir para contarlo. Porque si ganarse la vida es un axioma del que el hombre no ha sido capaz de desprenderse, no hay nada al mismo tiempo más absurdo que trabajar para morir. La ley de prevención de riesgos laborales acaba de cumplir 30 años. Literalmente, una ley de otro siglo, más aún por los vertiginosos cambios que ha sufrido el mundo, y particularmente el mercado laboral. ¿La botella está medio llena? En España, se ha pasado de 1338 accidentes mortales de trabajo en 1995, a los 796 en 2024, una pírrica satisfacción porque toda muerte en el trabajo sobra. Y casi tan dramática es la subversión de prioridades que mantienen muchas empresas, que postergan la seguridad laboral en el trastero de sus preocupaciones hasta que, en un visto y no visto, te encuentras a un compañero con la vida exangüe, por toda una concatenación de irresponsabilidades y negligencias. Sin haberse desprendido de este halo de ingratitud hacia la labor preventiva, es obvio que se ha ido mejorando en estas tres décadas. Partíamos de una cultura indemnizatoria a una lenta pero escasamente consolidada cultura preventiva. La ley de prevención está siendo objeto de reforma, pero este nuevo texto sigue siendo un arcano para quienes tenemos que batirnos el cobre con su implantación diaria. Hay un acercamiento al tratamiento de la diversidad de género como variante de la seguridad pero quedan muchas cuestiones por corregir que parece no contemplará la reforma, como es la ratio de técnicos por empresas, factores de riesgo y número de trabajadores. Los técnicos de prevención y los médicos del trabajo fuimos uno de los diques de contención de la pandemia en las organizaciones aunque ese reconocimiento voló como una pavesa. Son profesiones muy demandadas aunque paradójicamente no cuentan con el suficiente atractivo por ese cóctel de endiosamiento de responsabilidades y un miope desdén curricular; el mismo que relega año tras año la medicina del trabajo a las últimas opciones en la elección de plazas MIR. Ello conduce a una preocupante falta de relevo que actualmente se sostiene por el carácter firmemente vocacional de una profesión con unos ribetes marcadamente filantrópicos. La dignificación de los profesionales de la prevención pasa por una mayor cultura de la sociedad, afianzando el concepto de cultura preventiva desde las escuelas. La Segunda República favoreció un florecimiento de manuales de prevención. Es el tiempo en el que José Luis Cuerda situó su Lengua de las mariposas, con aquel irrepetible maestro republicano que fue Fernando Fernán Gómez explicando la espiritrompa de estas aladas crisálidas. Quizá habría que inculcarles más a los niños la magia de la vida; que la protección no es una digresión de la libertad. Y ese espíritu lúdico y crítico de los maestros incluyese hablar del arnés de las mariposas, no como una restricción de su vuelo, sino como evitación de la caída. *Licenciado en Derecho. Graduado en Ciencias Ambientales. Escritor
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