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  • Ser intensa, creativa y no encajar: la búsqueda de Maru Merlo Lovatto para reconciliarse con su cerebro

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/12/2025 05:22

    María “Maru” Merlo Lovatto es creadora de contenido y se convirtió en una de las voces más contundentes y visibles sobre el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) en Argentina. Diagnosticada entre los 5 y 7 años, luego de una convulsión, creció sintiendo que “había algo mal” en ella: no podía quedarse quieta en clase, la sacaban del aula y pasaba horas sola en un pasillo. Hoy, ya adulta y con un segundo diagnóstico que le permitió comprender su historia del otro lado, reivindica esa diferencia que durante años vivió como un estigma. “Soy irracional, reflexiva y crítica. Y soy neurodivergente: mi cerebro interpreta el mundo de una manera distinta”, explicó. El camino que la llevó de la vergüenza a la visibilización fue largo. En redes sociales logró transformar su hiperfoco en una herramienta de psicoeducación, humor y acompañamiento para miles de personas que, como ella, buscan entender cómo funciona un cerebro con TDAH. Habla desde la experiencia, pero también desde el estudio. Explica que no se trata de inmadurez ni de falta de voluntad y cómo síntomas como la inatención, la hiperactividad, la impulsividad, la hiperfocalización o la saturación sensorial, configuran una forma distinta de habitar el mundo. Ese aporte le valió el reconocimiento del Consejo Publicitario Argentino y Fundación Santander con el premio “Redes con Propósito”. Con su podcast Normal es aburrido y su presencia activa en Instagram, Maru impulsó una conversación urgente: la importancia de acompañar sin juzgar. Por eso insiste en la empatía, la terapia conductual, la psicoeducación y el apoyo comunitario. Pero también reivindica el costado luminoso de su neurodivergencia: la creatividad, la intuición, la sensibilidad emocional y la energía para crear. “Me amigüé con mi cerebro”, afirma. Y desde ese lugar, invita a otros a hacer lo mismo. Maru Merlo Lovatto relata su experiencia como persona neurodivergente y el impacto del TDAH en su vida cotidiana. (Gustavo Gavotti) —Si tuvieras que definirte, ¿quién sos? —Soy una persona transparente, que me cuesta mucho no expresar mi sentir. —¿Eso te trajo alguna complicación? —Muchas veces, sí. Una característica que me hace diferente es que soy neurodivergente, es decir, que tengo un cerebro que ve e interpreta el mundo de forma diferente, como que vive en una realidad alterna. Si vamos a una cuestión neurológica, te lo voy a explicar más simple, como si el cerebro fuera un auto y el motorcito, que es el que rige todo y lo que controla las emociones e impulsividad, no funcionaría bien. No se regula. —Y dentro del espectro de la neurodivergencia, hay montones de manifestaciones. —Claro. Neurodivergente también abarca lo que es TDAH. —Las siglas es T-D-A-H, que significa trastorno de... —Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Pero dentro de lo que es la neurodivergencia también tenés autismo, altas capacidades, dislexia, eso es lo que abarca neurodivergencia. —¿Cuándo te diagnosticaron TDAH? —Yo tuve como un “primer diagnóstico”, entre los 5 y 7 años. Me llevaron al neurólogo por una convulsión. Ahí mi mamá le manifiesta que yo era una persona distinta, vamos a decirlo así. Que era inquieta. En el colegio no me quedaba sentada en el aula. Por ende, casi todos los días me sacaban del aula y me dejaban en un pasillo solita. Eso fue en el transcurso de casi toda mi infancia. Y yo me daba cuenta que había algo que era diferente... Yo creía que no funcionaba bien, que tenía algo que estaba mal. —¿Te culpabas por eso? —Sí. Teniendo 5 y 7 años, en realidad no sé si la palabra es culpa, pero era una sensación de: estoy haciendo algo mal. —Vos eras consciente de que no encajaba con la habitualidad de lo que estabas ahí. —Sí. Ahí me medican para bajar ese nivel de intensidad y ansiedad, porque me paraba todo el tiempo en el aula y abrazaba a todos. Es muy característico en mí, me pasa de adulta también que voy con los abrazos a todos lados. Y era una niña diferente. En ese momento se interpretaba también como mala conducta, porque al no prestar atención. Es que al no tener esa parte de control de las emociones, es como tener todo al máximo: felicidad, alegría, enojo y no poder interpretar. No lo entendía y me pasa también de adulta que, cuando voy a una formación, no llevo el mismo ritmo de aprendizaje que el resto, porque las personas neurodivergentes tenemos otros caminos mentales: no es por repetición, sino es por asociación. O sea, todo es como un storytelling constante. —¿Había en ese momento noción de cómo se caracterizaba el TDAH? —El TDAH se empezó a investigar hace 103 años. O sea que lo que no había llegado era la información. Porque muchas veces se dicen que es algo muy de moda o que todo el mundo tiene TDAH. Y en realidad, por ejemplo, Walt Disney tenía. Estamos hablando de una persona que ya falleció hace años. Michael Jordan, Steve Jobs, el creador de Apple, el cofundador de Spotify, María Becerra, Rosalía... Es algo que te das cuenta cuando una persona es diferente en el sentido del funcionamiento de su cerebro, no diferente socialmente, porque entre personas que tienen la misma estructuración cerebral, yo me siento totalmente cómoda. Y trabajo generalmente con profesionales, con médicos. Ahora justamente trabajo con el doctor Abraham, que es autista, con el College de Londres y fuera de lo que es la estructura laboral, somos como niños, inclusive en el lenguaje. Pero en nuestro ámbito sobrepasamos porque tenemos un cerebro muchas veces superior a la media, que tiene un proceso más creativo, que es lo que hoy por hoy se está destacando. —Y a partir del diagnóstico, ¿la mirada de los otros fue fácil o te sentiste juzgada? —No hubo ningún acompañamiento psicológico. Fue solamente una medicación. No voy a juzgar a mis padres, porque ellos vinieron a aprender a ser padres y no vinieron con un manual. Creo que culpar por otra educación, por otra estructura que le transmitieron, es una cuestión generacional. Inclusive, hoy por hoy, se cuestiona mucho lo que es la neurodivergencia. Fue una medicación y mi vida en realidad siempre fue bastante caótica, porque las personas con TDAH, buscamos dopamina y a veces en cosas no muy sanas. —¿Como qué? —Puede ser alcohol, drogas, juegos, hipersexualidad, en general, ese es el tipo de dopamina mala que buscan. Hoy en día son los celulares, que yo creo que nos están entendiendo bastante los cerebros típicos o las personas neurotípicas, porque esa necesidad de estar con el celular todo el tiempo, le está pasando a todos. Nosotros lo sentíamos desde chicos con diferentes cosas cuando creábamos lo que se llama un hiperfoco, que puede ser con personas, con esa dopamina mala, esa necesidad de búsqueda de que algo te dé placer constante. —Satisfacción inmediata y ágil, ¿no? —Exacto. Sí. El diagnóstico temprano de TDAH marcó la infancia de Maru, quien enfrentó incomprensión y aislamiento escolar. (Gustavo Gavotti) —¿Y te pasó que buscaste dopamina en algún lugar que no te hacía bien? —Sí, con relaciones más que nada. Por esa carencia o ese rechazo que sentía muchas veces y que nos pasa a las personas que tenemos TDAH, que se llama disforia sensible al rechazo, porque en la infancia creemos que hacemos todos mal. Le puede pasar también a una persona neurotípica, pero es algo muy típico nuestro. Nos dan una caricia y es como si fueras, por ejemplo, un perrito está en la calle y que está asustado y te muerde. No sabe lo que es el cariño, la contención. Entonces, cualquier mínimo muestra de “te estoy viendo, te entiendo porque sos diferente”, ya te aferras y estás como agradeciendo esa situación. —¿Qué cosas extremas hiciste? —Una de las cosas que me pasó y que convertí en forma positiva es que, como en la infancia nunca aprendía nada, porque estaba fuera del aula, ni siquiera entendía los mapas. Un día le dije a una amiga mía: “Vamos a Brasil”. Ni siquiera sabía lo que era Brasil. Señalé el mapa y dije: “Vamos por siete días” y me quedé cinco años. No sabía portugués y era tanta adrenalina quedarme sola... En la misma semana me caí y me hicieron siete puntos en la rodilla, me torcí el otro tobillo y dije: “Me quedo”. No hablaba portugués, no conocía a nadie persona y me quedé igual. Era tanta la adrenalina que me generaba y mi cerebro estaba como en modo automático, como que a veces generás una especie de esa fantasía. No podés poner ese filtro a lo que vos sentís en el momento, porque no tenés esa parte de la función ejecutiva inhibitoria. —Te escucho hablar con una precisión técnica que se nota que sabés un montón sobre el tema. ¿Lo aprendiste sola? ¿Decidiste investigar? —Hiperfoco (risas). Cuando era chica me decían que era una persona que tenía un retraso. Inclusive me ponían las orejitas de burro, me ponían en un rincón, me sacaban del aula. Y a raíz de que yo decidí hablar, a través de las redes, yo ya venía trabajando con marketing y redes que generan hiperfocos terribles y se viralizó mi contenido. Ahí empecé a encontrar personas con TDAH en el mundo. Entendí que yo no era una persona incapaz de aprender. Empecé a estudiar sobre todo esto y desde Aspika, que es la plataforma de Estados Unidos más visitada a nivel mundial por neurodivergentes, me contactaron y me dieron esa posibilidad porque son todos neurodivergentes. Me recibieron y me dijeron: “Acá somos todos como vos. No tenés un retraso, tenés un cerebro más veloz que el resto, por eso no entendés”. Todo esto para mí fue como una nueva vida. Fui aprendiendo cómo era la estructura de mi cerebro y fue escuchando a personas que transformaron su vida. Continuamente recibo mensajes y estoy tan agradecida (se emociona). Uno a uno respondo todo. Todos los días recibo mensajes de personas que está pasando lo mismo y yo digo realmente le pude dar la mano que necesitaban. —Hablále a un papá, a una mamá o alguien que tiene cerca a un chiquito de 5 o 7 años, pero no sabe qué está pasando. ¿Cómo se da cuenta que debe recurrir a una consulta especializada? —Hay tres tipos de TDAH. Porque por ahí decirte que un chico es inquieto y tiene TDAH no es recomendable… Esto es a modo informativo. Subtipos uno es el inatento. Es el niño tranquilo, pero que su cerebro va muy rápido y se distrae. Y en realidad no es que se distrae, su cerebro percibe todo lo que está alrededor y no puede captar una sola cosa, no es que es distraído. Después está un niño que es más hiperactivo, que se mueve y también se distrae. Y después está el que es intermedio, que no está tan colgado en el mundo, para que lo entiendan, pero que no tiene un nivel de aprendizaje. No se puede sentar, no puede interpretar. Si tienen duda que su niño es diferente, que lo lleven a un neurólogo, especialista en memoria y conducta, que le hacen los primeros estudios y después lo que corresponda para que le den un diagnóstico. Y quiero traer algo que dijo el Doctor Abraham Arenas y aplica a esta situación: “La inclusión no es poner una silla en un aula, la inclusión es que todos los que están alrededor se informen para saber cómo se pueden comunicarse con esa persona”. No es poner una etiqueta en un lugar y eso va para todo. Es decir realmente: “¿Cuál es tu lenguaje y cómo me puedo acercar? Porque sos parte de mi vida, de mi mundo”. — ¿Cuál fue el segundo diagnóstico? —Hace más o menos cuatro o cinco años. Ahí pude investigar, porque cuando me dieron el primer diagnóstico no existía Google, no existía nada. Tomé una medicación hasta los 17 años y era así. Punto. Cuando me puse a investigar, por una pareja que tenía, que era profesional de la salud, que transformó mi vida, ahí me di cuenta de todo lo que había pasado, de cómo me había comportado, de cómo mi lenguaje, inclusive hacia mí, podía cambiar de ese maltrato, de por qué soy así, por qué me equivoco. Inclusive he estado con personas que me decían: “¿Vos sos estúpida? Sos retrasada”. Porque me pasaba que como era muy sensorial, iba por la calle y tocaba las paredes. Pero no me daba cuenta. Hacía cosas que para mí eran normales y para el otro no... Yo me conectaba con mi mundo, no me conectaba con un mundo externo. Yo trabajaba con una persona que me contó que tenía TDAH inatento y yo veía que era tranquila. Ahí me puse a investigar. Estas cosas se me conectaron y dije: “Yo tengo lo mismo”. Y me encontré un montón de cosas feas, ¿eh? Pero en realidad ese es el desenlace de cuando uno no lleva un tratamiento. —¿En qué consiste el tratamiento actual? ¿Es psicoanalítico, medicamentoso o una combinación de ambos? —Depende. En algunos casos lleva medicación, que no todo el mundo elige. Y en otros casos, que en general se complementa, es terapia cognitivo-conductual, que no es la terapia típica que vos vas al psicólogo. Yo he asistido a unas terapias donde pones una hoja y vas viendo determinada palabra o letra, y cuando viene un pensamiento, lo anotas para entrenar a tu cerebro. Y así, diferentes actividades para entrenar a tu cerebro. Que esto no es que una vez que lo entrenás, ya está. Es toda la vida. Continuamente tenés que ir a esos ejercicios o buscar personas que te ayuden en el tema. Por ejemplo, yo trabajo con una amiga y colega que me lee absolutamente todos los textos porque mi atención cae. Es coach. Yo soy coach ontológica profesional. "Las personas neurodivergentes tenemos otros caminos mentales: no es por repetición, sino es por asociación", explicó Maru en diálogo con Luis Novaresio. (Gustavo Gavotti) —¿Te amigaste con tu cerebro? —Sí, muchísimo. Hice la parte de inclusión de neurodivergencia en el instituto y encontré personas maravillosas, que informé de qué se trataba. Porque si bien el coaching habla del ser y todo lo demás, se aborda diferente cuando acompañás a una persona neurodivergente, porque no es que no tiene un compromiso o no cree, sino porque su cerebro tiene otra estructura y por ahí se desregula y no lo puede hacer. Se puede desregular con cosas simples, con una sobreestimulación sensorial o sobrecarga de ruidos, porque nuestro cerebro tiene la parte del tálamo, que es lo que regula todo lo que es la atención en una persona que tiene un cerebro típico, como si tendría un agujerito que vos percibís todo lo que está alrededor, por eso no podés prestar atención. En cambio, el cerebro típico sí escucha lo que está alrededor, pero puede prestar atención. A mí un ruido mínimo ya me dispersa. —¿Serías quien sos si fueras neurotípica? —Yo creo que sí, porque es parte de mi esencia. En mí se han juntado una persona que tiene esa alegría y no sé si todas las personas neurodivergentes tienen esa alegría... Yo desde chica estaba con una sonrisa y abrazaba a todos. Me acuerdo que mi mamá me llevaba a clases particular y yo iba y abrazaba a cada una de las personas y no aprendía nada porque no entendía. Me acuerdo que siempre me decían: “Siempre abrazas a todos”. Yo sonreía, pero era una cosa trágica en realidad, porque después venía el reto de: “Te estoy explicando, prestá atención”. Pero yo entraba con esa sonrisa. Yo creo que me desconecté, que mi neurodivergencia hizo que yo me desconecte y vaya a un mundo que mis amigos me pusieron Marulandia, como Disneylandia. Entonces, tengo esa forma creativa o explosiva de ver las cosas que, vuelvo de nuevo a lo técnico, gracias al pensamiento divergente, nosotros tenemos muchas ideas. —¿Qué es lo mejor y lo peor que te pasó? —Lo mejor que me pasó es estar en una era o en un momento que la creatividad es lo que te hace llegar a las personas, porque antes te decían: ”Bajá tierra o si no, no vas a hacer nada o no vas a poder ir hacia adelante”. Y hoy es: “Subó a las nubes, crea, imagina, plasmar lo que vos tenés en tu cerebro y que se haga realidad, buscar esas herramientas”. Entonces, estoy en mi momento de decir: “Nadie me va a hacer nada porque puedo utilizar todo eso que vienen capitalizando y ser libre”. Y aparte, encontrar a las personas que encontré gracias a mi comunidad, conversar con personas que dicen: “Sí, a mí me pasa lo mismo”. Me siento en un momento feliz. Y lo peor que me pasó, si voy a lo largo de mi vida, es haber sentido vergüenza de decir que tenía TDAH o buscar un diagnóstico por desconocimiento. “¿Cómo no asociaste o no fuiste antes, si te dijeron desde chica?”, me suelen decir. Y fue así porque, hasta que entendí cómo funcionaba todo, no me di cuenta. Pero también me abrazo en eso. Porque yo creo que es aprendizaje, no hay errores. Los tiempos son perfectos. —¿Armar una pareja te fue fácil? —Las primeras parejas que tuve las busqué desde lo que me era conocido. Y lo que me era conocido era eso de las carencias, muchas veces. Eso después uno lo aprende con los terapeutas y con esas herramientas que son tan necesarias. Hasta que encontré a la persona que cambió mi vida y que la voy a amar eternamente, pero como persona. Y le agradezco. Ella sabe quién es, pero le agradezco muchísimo y me dio una nueva posibilidad porque ahí entendí. Me enseñó a escribir, porque nadie se había sentado a explicarme, tenía muchos errores porque yo tengo dislexia y me dijo: “Cambias todo el tiempo de cosas, tranquilízate, calmate”. Y como que cumplió el rol que yo necesitaba de mi mamá y mi papá en ese momento. Entonces, por eso digo los tiempos son perfectos, porque hay personas que vienen a sanarte, hay situaciones, que tienen principio y desenlaces de aprendizaje y transformación. —¿Aprendiste a escribir no hace tanto? —Sabía escribir, pero las reglas ortográficas no las sabía. Todo el mundo me señalaba que escribía mal, que no se entendía. Cuando empecé con las redes y a subir videos, tenía errores. Pero ya la gente sabía que era disléxica y estaba con personas con TDAH y con disléxicos. Entonces, me sentí tan feliz que dije: “No soy un error. Soy yo en un mundo que entiende que es diverso”. El mundo es diverso y cada uno tiene sus reglas. Somos como las redes, somos nichos y nos encontramos, estamos en nichos. Esto es un algoritmo gigante. Y cada uno está en su nicho y tiene que buscar esas conexiones en gente que diga: “Sí, te entiendo porque yo pasé lo mismo y acá no sos distinto, celebremos”. Hay una serie que se llama La Veneno, que habla sobre una vedette trans. Y con respecto a la inclusión dice algo que me parece que aplica en general, cuando hablan de la fiesta de la diversidad: “Somos los que no fuimos invitados a las fiestas, por eso salimos a festejar”. Y me parece que esto también es lo mismo. Cualquier persona que nos diga que volamos, que escribimos mal, nosotros estamos en este nicho festejando como somos.

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