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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 02/12/2025 04:38
El Achille Lauro navegó décadas marcado por accidentes, incendios y un secuestro que lo volvió tristemente célebre La madrugada del 2 de diciembre de 1994 marcó el final de uno de los cruceros más desafortunados del siglo XX. Envuelto en un incendio que comenzó en la sala de máquinas mientras navegaba rumbo a Sudáfrica, el Achille Lauro, que pasó a la historia como el “barco maldito”, ardió durante horas hasta hundirse en las aguas del océano Índico, frente a la costa de Somalia. A bordo viajaban 979 personas, que fueron testigos de cómo un estallido en uno de los componentes de un motor y la filtración de aceite al sistema de escape desataron un fuego imposible de contener. Mangueras, baldes de piscina, órdenes a los gritos: nada logró frenar las llamas. El plan de evacuación activado apenas sonaron las alarmas, permitió que la mayoría de los pasajeros y tripulantes abandonaran el buque en botes salvavidas. El mar, sorprendentemente calmo, ayudó a que el rescate fuera efectivo: intervinieron el petrolero Hawaiian King, buques mercantes de bandera italiana y liberiana, y unidades de la marina estadounidense como el USS Gettysburg y el USS Halyburton. Dos personas murieron y ocho resultaron heridas durante la evacuación, mientras cientos de sobrevivientes eran trasladados a Seychelles y Mombasa, en Kenia. El naufragio del Achille Lauro no fue un accidente aislado, sino el último capítulo de un historial de desgracias que acompañó a la embarcación desde su nacimiento. Construido en Holanda, marcado por accidentes fatales durante su construcción y rebautizado en 1965 en honor al magnate naviero Achille Lauro, el crucero sufrió incendios, colisiones y un secuestro que lo volvió tristemente célebre. Décadas de mala fortuna culminaron en aquel diciembre de 1994, cuando el barco desapareció bajo las aguas del Índico, dejando atrás una leyenda negra de la navegación del siglo XX. El Achille Lauro envuelto en llamas durante las tareas de remodelación en 1965 Nacimiento de un barco marcado por las desgracias El Achille Lauro comenzó su vida bajo otro nombre: Willem Ruys. Su construcción inició en 1939 en el astillero De Schelde, en la ciudad de Vlissingen, para la empresa Rotterdamsche Lloyd. Desde el primer día, su historia quedó atravesada por la tragedia. Los trabajos se desarrollaron durante la Segunda Guerra Mundial, en un entorno hostil que provocó accidentes fatales entre los obreros y múltiples interrupciones por bombardeos. El nombre elegido para el barco honraba a Willem Ruys, nieto del fundador de la naviera, asesinado como rehén durante la ocupación nazi. Tocó por primera vez el agua en 1946 y fue puesto en servicio en diciembre de 1947, junto a su competidor contemporáneo, el MS Oranje. Ambos navegaban rutas similares y compartían un prestigio que, en apariencia, auguraba décadas de esplendor. Pero la mala fortuna volvió a aparecer pronto: en 1953, mientras transitaban el mar Rojo, ambas naves se aproximaron demasiado en una maniobra habitual de la época destinada a “saludar” a los pasajeros. El gesto terminó mal y el Willem Ruys chocó con el Oranje en un impacto casi frontal. No hubo víctimas, pero el episodio quedó como una advertencia temprana de que algo en su destino parecía torcido... Para 1964, la fuerte caída en el tráfico de pasajeros obligó a dejarlo amarrado en Rotterdam. Un año más tarde fue vendido a la naviera italiana Lauro Lines, que buscaba ampliar su flota de cruceros. Tras una profunda remodelación y nuevos interiores, el barco renació en 1965 como Achille Lauro, pintado de azul y preparado para rutas mediterráneas y de norte de África. Sin embargo, el cambio de identidad no borró su historial: más bien abrió un capítulo aún más accidentado. Durante los años siguientes, el barco acumuló incidentes. En 1972, chocó en aguas italianas con un barco pesquero, provocando un incendio que obligó a largas reparaciones. En 1975, colisionó con el carguero Youseff en el estrecho de los Dardanelos, hundiendo al mercante turco. Y en 1981 otro incidente volvió a dejarlo inactivo. A esa altura, entre tripulaciones y puertos ya circulaba un rumor persistente: el Achille Lauro parecía perseguido por una racha de desgracias difícil de explicar. El Achille Lauro en puerto, luciendo su característico casco azul tras la remodelación de los años sesenta Terror, crisis y caída Uno de los momentos de pánico ocurrió el 7 de octubre de 1985, cuando cuatro militantes que respondían al guerrillero Abu Abbas tomaron el control del barco en aguas egipcias mientras navegaba entre Alejandría y Port Said. A bordo permanecían unas 460 personas, entre pasajeros que no habían bajado a la excursión y la tripulación. El objetivo del comando era exigir la liberación de rehenes retenidos en Israel. Tras el rechazo de las autoridades sirias para permitirles atracar en Tartus, las tensiones escalaron. El secuestro tuvo como víctima al pasajero estadounidense Leon Klinghoffer, un hombre inválido de 69 años, cuyo cuerpo fue arrojado al mar. La imagen del crucero tomado por militantes armados se transformó en portada de todos los diarios, y el nombre Achille Lauro quedó asociado para siempre a uno de los secuestros marítimos que más resonaron en el siglo XX. Tras negociaciones y presiones internacionales, el grupo se rindió, pero la reputación del barco quedó destruida. A partir de entonces, la naviera enfrentó un declive económico severo. La marca, ya golpeada por los accidentes previos, quedó prácticamente inhabilitada para atraer pasajeros. Finalmente, la empresa fue intervenida y la nave pasó a manos de Mediterranean Shipping Company (MSC), que la integró a su naciente división de cruceros. A pesar de estos cambios, el barco siguió operando bajo el nombre Achille Lauro. Rumores, supersticiones y exageraciones rodearon al buque durante esta etapa. En puertos mediterráneos se hablaba de “un barco destinado al desastre”, alimentado por la sucesión de incendios, colisiones y el secuestro. Aunque se mencionaban leyendas sobre rituales, “malas energías” y otras habladurías jamás probadas, lo que sí existían eran hechos comprobados que consolidaban una reputación oscura y difícil de revertir con el paso del tiempo. Pese a eso, siguió navegando. Las rutas hacia Egipto, Israel, el Mediterráneo oriental y más tarde el Índico mantenían en movimiento al crucero, aunque su brillo comercial había desaparecido. Su futuro, todavía incierto, parecía marcado por un destino del que no podía escapar. El Achille Lauro envuelto en humo y llamas durante un incendio a bordo que marcó una de las etapas más trágicas de su historia La explosión, el incendio y el fin del barco maldito La madrugada del 30 de noviembre de 1994 marcó el comienzo del final. El Achille Lauro, con 979 personas a bordo, avanzaba hacia Sudáfrica cuando una explosión en uno de los cárteres de la planta propulsora liberó aceite refrigerante dentro del sistema de escape. En segundos, un incendio furioso se propagó por la sala de máquinas. Las primeras versiones hablaron de un cigarrillo mal apagado; las investigaciones posteriores apuntaron a fallas mecánicas y deficiencias de supervisión. La tripulación intentó controlar el fuego con mangueras y, más tarde, con baldes tomados de la piscina, pero era un combate inútil ya que se trataba de un incendio de aceite en una estructura metálica que actuaba como un horno. La desesperación se apoderó del escenario siniestro. El fuego se abrió paso por el casco, bloqueando accesos a los botes salvavidas principales. Algunos pasajeros debieron descender por cuerdas hacia botes inflables, en plena oscuridad. Las alarmas activaron el plan de emergencia en tierra y las oficinas centrales de la empresa operadora del Achille Lauro, en Nápoles y Ginebra, comenzaron a coordinar la evacuación. Lo único a favor fue el mar calmo y sereno. La mayoría de los pasajeros y tripulantes fueron rescatados por el petrolero panameño Hawaiian King y por varios mercantes de bandera italiana y liberiana. También intervinieron naves estadounidenses como el USS Gettysburg y el USS Halyburton. Dos personas murieron a causa de un infarto; otras ocho más resultaron heridas, un saldo mínimo considerando la magnitud del desastre. El barco fue abandonado al amanecer del 1 de diciembre. Durante los intentos de evaluación y remolque, una nueva explosión complicó aún más su estabilidad. Finalmente, en la madrugada del 2 de diciembre de 1994, el Achille Lauro se fue hacia un lado y desapareció en las aguas profundas del océano, frente a Somalia. Sus restos nunca fueron localizados. Su hundimiento puso fin a una historia atravesada por accidentes, incendios, choques, un secuestro y un destino marcado por la fatalidad. No hizo falta inventarle leyendas, su realidad fue suficientemente trágica.
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