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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/12/2025 04:30
Lola Daviet, de 12 años, fue asesinada por Dahbia Benkired París, oh là là. La ciudad luz o la capital de la moda. La de los brillos en pasarela, la casa de la sonrisa de La Gioconda y la urbe que conquista desde sus monumentales edificios de refulgentes láminas de oro. Pero París no siempre es una fiesta, como reza el título de la autobiografía de Ernest Hemingway. A veces, París es otras cosas. Puede ser una ciudad en llamas. O también, una megápolis que te atrapa en sus entrañas donde suceden actos malvados. Entre una y otra cara de París, el viernes 14 de octubre de 2022, hubo solamente ochenta y ocho minutos de diferencia. Lola Daviet tenía 12 años aquel día que caminaba sonriente por la calle rumbo a su casa. Ahora tendría 3 más y ya habría festejado sus 15, pero esto no sucedió. Lo que sí ocurrió, en el corazón de esta ciudad y en el mismo edificio donde vivía, fue que su rumbo se torció de manera siniestra de la mano de un monstruo con cara de mujer. Lola Daviet, junto a sus padres Johan Daviet y Delphine Ropital El calvario de Lola Johan Daviet y Delphine Ropital, originarios del norte de Francia, se habían mudado a la capital del país luego de tener a sus hijos Thibault y Lola. Johan tenía ya un hijo mayor, Jordan, de una pareja anterior. Habían conseguido trabajo como encargados en la portería de un bloque de edificios de doce pisos ubicado en el número 119 de la rue Marin, en el céntrico barrio XIX de París. Lola, nacida el 18 de julio de 2010 en Béthune, pasó su infancia en París. Era una chica super activa y alegre, de cara redonda entre una cascada de pelo lacio y rubio. Asistía al College Georges Brassens donde, además de estudiar, practicaba con éxito gimnasia aeróbica y jugaba al fútbol. El establecimiento elegido por sus padres quedaba a 300 metros de su vivienda. Doce años era una buena edad para empezar a hacer ese breve trayecto sola. Lola iba y venía caminando, todos los días. Ese viernes, Delphine estaba haciendo los bolsos para un paseo en familia: un fin de semana en casa rodante. Cuando al mediodía Lola no llegó del colegio a la hora habitual, enseguida se alarmaron. Lola no había llevado su celular, así que Delphine fue hasta el colegio a preguntar por ella. El director le comunicó que había ido normalmente. Un rato después decidió revisar las cámaras del edificio, que como encargado manejaba. La sorpresa fue mayúscula: Lola había ingresado por la puerta principal a las 15.20. Segundos antes que una mujer joven que habían visto algunas veces en el edificio. Parecía que la mujer algo le decía. Johan avanzó la cinta y a las 16.48 vio a esa misma mujer sola, moviendo valijas en el lobby del complejo. Una era como un pesado baúl con ruedas negras. Pero nada más. El matrimonio Daviet no esperó un segundo: concurrió de inmediato a hacer la denuncia por la desaparición de su hija a la comisaría del barrio. Más rápido imposible. No podían saber lo tarde que era. Delphine Daviet, un rato después, a las 18.45 subió a Facebook una alerta con la foto de su hija. El hombre pedía información urgente. Johan, mientras, siguió recorriendo esas cuadras hasta su casa con paso apurado. Thibault, con 18 años, la buscó en el sótano y en el estacionamiento. La policía analizó en detalle las imágenes de las cámaras del lugar. Los oficiales recogieron testimonios de varios testigos que dijeron haber observado a esa mujer de las imágenes, entre las 17 y las 18 horas. La sospechosa caminaba en medias por la vereda y pedía ayuda para mover las valijas a cambio de buen dinero. Había que ubicarla. Había ingresado justo detrás de Lola y había interactuado mínimamente con ella ante el ojo vigilante de la cámara para ambas perderse luego hacia el interior del edificio. Los padres de Lola la tenían de vista: desde hacía un tiempo esa persona vivía con su hermana. Lola Daviet fue secuestrada cuando volvía del colegio en París Pasó en horas a ser la sospechosa principal de la desaparición de Lola. Se llamaba Dahbia Benkired, era argelina y tenía 24 años. Supieron que no tenía domicilio ni empleo fijo, pero que se había instalado en el departamento del sexto piso de su hermana Friha Benkired tiempo atrás. En el mismo edificio donde vivían y trabajaban los Daviet. Esa noche, a las 23.30, un hombre de 42 años en situación de calle encontró muy cerca, en una especie de patio trasero, una valija y la abrió. Enseguida contactó a la policía. Era la misma maleta tipo baúl con ruedas que se veía en las filmaciones. Era una valija negra, con manija roja, de unos 70 cm por 40 cm. Adentro, envuelto en una manta con la inscripción en francés “Es la hora de dormir”, hallaron el cuerpo de Lola doblado en dos. Su cabeza estaba enteramente cubierta con cinta adhesiva gris. A la familia de Lola se le informó el hallazgo a las dos de la mañana. La detención de Dahbia Benkired no demoraría en producirse. Fue arrestada en la casa de un amigo, a las 8 de la mañana siguiente y puesta bajo prisión preventiva. La autopsia del cuerpo se realizó ese mismo sábado 15 de octubre y se comunicaron los resultados el domingo 16. Los peritos médicos habían descubierto ADN de la argelina en Lola y constataron evidencia concreta del calvario al que ella había sometido a su pequeña víctima: violación, torturas, abuso, estrangulamiento, mutilaciones varias. Lola tenía heridas profundas en la garganta (una casi la había decapitado) y en la espalda; había claros signos de un brutal abuso sexual y presentaba números escritos en rojo en la planta de sus pies (el 0 y el 1). La causal de muerte se confirmó: asfixia mecánica. La puerta del edificio en el que vivía Lola se convirtió en un santuario El diablo se viste de mujer La joven detenida, Dahbia Benkired, había nacido en Argelia el 2 de abril de 1998. Pasó su infancia en ese país africano donde, según dijo, sufrió abusos sexuales a los 14 años a manos de unos hombres, mientras vivía con sus tías paternas. Llegó a Francia en 2016, después que su hermana mayor, con visa de estudiante y 18 años cumplidos. Pero no habría conseguido integrarse y, para vivir como deseaba, habría ejercido la prostitución. Su padre murió en Argelia en 2019. Su madre falleció un año después, en 2020, en Francia, por un cáncer de cuello de útero. El 21 de agosto de 2022, menos de dos meses antes del crimen de Lola, Dahbia Benkired había sido detenida en el aeropuerto de Orly. No tenía pasaje de avión ni pasaporte ni ningún documento que la identificara. Fue entonces que las autoridades le dieron la orden de marcharse de Francia. A pesar del pedido de expulsión vigente, Dahbia se las arregló para quedarse y se instaló en el departamento de su hermana Friha Benkired, en el barrio XIX. Así fue que comenzó a vivir en el mismo edificio que manejaban los Daviet. La trama de horror se tejía de manera imperceptible. Según Friha, esto lo dijo después del crimen, Dahbia enfrentaba problemas psicológicos desde la muerte de su madre. De hecho, la ex pareja de Friha declaró que esa misma noche en la que se descubrió la valija con el cadáver, él estaba conversando con Friha por Snapchat y cuando lo supieron. Ella rompió en llanto al tiempo que decía que Dahbia estaba “loca”. Él también reveló que, en los últimos tiempos, había visto a Dahbia muy desmejorada, lo que lo había llevado a pensar que consumía drogas. Una vez tras las rejas, con la propia confesión de Dahbia y lo que aportó la investigación policial, se pudo reconstruir la línea de tiempo de la tarde del homicidio. En la comisaría, cuando le mostraron las espeluznantes fotos de Lola en el baúl, Dahbia se mostró sonriente y contenta por ser el centro de atención: “Siempre quise ser policía”, dijo. El agente recogió el guante y le espetó: “Trabajemos juntos”. La joven pidió entonces un uniforme de policía. No se lo dieron. Pero la disposición a confesar era evidente. Rápidamente Dahbia saboreó la importancia de su rol, lo veía en los ojos ansiosos de los agentes. El cuerpo de Lola Daviet fue hallado dentro de una valija Dahbia contó lo que quiso. Reveló haberse acercado a Lola para pedirle ayuda para mover sus valijas. Sin esperar su respuesta, tiró de su brazo y la subió al ascensor con ella. Se bajaron en el sexto piso y la llevó hacia el departamento de Friha. Una vez dentro, Dahbia la amenazó y la obligó a ducharse desnuda. Luego la obligó a practicarle sexo oral. Los abusos sexuales continuaron. Y los golpes. Golpeó su cabeza contra la pared con violencia. Le envolvió la cabeza desde el mentón con abundante cinta adhesiva gris. Con la misma ató también sus manos y brazos. Abusó de ella vaginal y analmente. La dejó allí asfixiándose, con la cara tapada y cerró la puerta. En el living de la casa puso música y se tomó un café. Lola comenzaba a morir. Minutos después volvió al baño y le realizó unos tajos a los lados del cuerpo con una tijera y un cuchillo para terminar apuñalándola en el cuello. La hirió un total de 38 veces. Casi la decapitó con un cuchillo de Ikea de 20 centímetros de hoja. Contó haber llenado una botella con sangre de la pequeña para beberla (esa botella nunca se encontró). Procedió a envolver el cuerpo de Lola dentro de una manta y lo colocó como pudo y a la fuerza en la valija más grande que tenía. Una especie de baúl de plástico negro con ruedas. Bajó con dos maletas, en una de ellas llevaba el cuerpo de Lola, a una cafetería cercana. En ese local en el que estuvo, los testigos la habrían escuchado decir que vendía “un riñón”. Cuando volvió al edificio un poco más tarde y vio a la policía en el lugar decidió dejar la valija con el cuerpo en un patio trasero cercano y escapó. En su confesión no contó nada de lo que hizo Lola por defenderse. Uno de los policías le preguntó qué había pensado hacer con esa valija con el cadáver de Lola dentro. Dahbia se rió y le respondió provocadora: “¡Pensaba hacer una barbacoa con mayonesa y salsa samurái!”. Los agentes sintieron náuseas. La joven siguió relatando e imitando los movimientos que habría hecho para herir a Lola con la tijera y el cuchillo. Y siguió desafiando a las autoridades con la intención de perturbarlos: “Si quieren saberlo, ¡incluso bebí su sangre!”. Evaluar lo indescriptible En su declaración, Dahbia sostuvo no entender por qué la pequeña no había escapado si ella no había cerrado la puerta de donde la tenía con llave. Agregó que si Lola lo hubiera hecho “me hubiera evitado todo esto”. También intentó justificar el por qué la había elegido como víctima. Alegó que estaba fastidiada con Delphine, la madre de Lola, porque como encargada del edificio se había negado a proporcionarle una tarjeta de entrada al mismo. Ya detenida, Dahbia Benkired fue evaluada para ver si era imputable Dahbia Benkired fue objeto de varias evaluaciones psiquiátricas. Se la consideró apta para el juicio ya que podía distinguir el bien del mal y organizar sus actos para no ser culpada. No tenía enfermedades psiquiátricas que se lo impidieran. A pesar de ello, sí encontraron que su personalidad delataba una “perversidad estructural” altamente peligrosa, comportamiento antisocial, desapego emocional y narcisismo patológico. Esa mujer fría, sin empatía alguna, presentaba un riesgo alto de reincidencia. Fanfarronear con que iba a “vender partes del cuerpo” de Lola y con cómo había hecho para que la menor le practicara sexo oral daba una idea de su personalidad escalofriante. La hermana de la acusada, Friha Benkired, reconoció que Dahbia había tenido incidentes extraños en los días previos al crimen y que esa misma jornada la había visto agitada. La motivación para el crimen, según una de las psiquiatras del juicio, habría sido sobre todo sexual. La investigación recuperó también sus incursiones en la web: en los días previos había buscado sobre brujerías. Era la asesina y quedó presa. Ahora habría que esperar el juicio, el veredicto y la sentencia. Antes de que llegara este tiempo, su hermana Friha Benkired también fue expulsada de Francia por ser ilegal. Esto ocurrió en enero de 2023. Los siguientes tres años desde su detención, Dahbia los pasó recluida en la prisión de Fresnes, al sur de París. Mientras Johan se volcó a la bebida y eso terminó por romper su matrimonio con Delphine. Sus vidas se habían derrumbado de manera irremediable. La madre de Lola y su otro hijo pudieron presenciar el juicio contra la asesina Cuando ninguna pena es suficiente El pasado 17 de octubre se inició, finalmente, el juicio a Dahbia Benkired. Estaba acusada de la violación, la tortura y el asesinato de Lola Daviet. El fiscal pidió para ella “cadena perpetua irreductible”. Eso es una prisión perpetua real, sin posibilidad de reducción ni de libertad anticipada. Si bien esta pena es algo que existe desde el año 1994 en el país, rara vez se ha recurrido a ella y nunca se había pedido para una mujer. El 24 de octubre de 2025 el tribunal penal (compuesto por 3 magistrados y 6 jurados populares), presidido por el doctor Julien Quéré, condenó a Dahbia Benkired (hoy 27 años) y, tal como lo había pedido el fiscal, le dio pena perpetua irreductible. Se consideró que lo de Lola había sido un “auténtico suplicio”. Dijeron que el crimen era “de una abyección excepcional”. Durante esos días de audiencias, los familiares de Lola dejaron la sala cada vez que se exhibieron las fotos policiales del cadáver de la pequeña víctima. El jurado sí que las vio. Y no se pueden, hasta hoy, sacar esas tremendas imágenes de la cabeza. Dahbia Benkired fue condenada a cadena perpetua La única chance de Dahbia Benkired para salir anticipadamente sería pedir una revisión de su condena luego de cumplir 30 años de prisión efectiva. Ella tendrá entonces unos 54. Un grupo de cinco jueces del Tribunal de Casación, la más alta instancia en Francia, podría autorizar su excarcelación si creyera que no representa una amenaza grave para la sociedad y, obviamente, previa consulta a la familia de la víctima. En todo el tiempo que lleva detenida Dahbia Benired, jamás mostró arrepentimiento. Cuando en el juicio se mostraron las fotos de la pequeña torturada por ella, dijo solo sentir indiferencia. “No me da ni frío ni calor”. Y sin mucha convicción, sumó: “Es horrible lo que hice. Pido perdón. Eso es todo lo que tengo para decir”. El padre de Lola no pudo ver que se hiciera justicia con el homicidio de su hija. El 23 de febrero de 2024 murió con 49 años. El dolor extremo por el asesinato de Lola y su refugio en el alcohol terminaron por detener su corazón. La madre y los hermanos de Lola sí pudieron ver la condena. Delphine sostuvo: “Quién se iba a imaginar lo que sucedería cuando Lola se encontrara con esa cosa, ese monstruo (...) mi vida se ha derrumbado. He perdido a mi Lola, a mi marido, mi trabajo, toda mi vida ha colapsado (...) Jamás me recuperaré de esto (…) mi vida es un desastre”. Admitió que durante los primeros meses luego del crimen vivió consumida por la culpa de no haber podido ayudar a su hija esa tarde, por no haber estado con ella caminando desde el colegio. Ahora dice que ha comprendido “que no somos nosotros los culpables sino esa cosa”. A la asesina no la nombra. Asegura que sigue viva por sus hijos. Hoy Delphine vive con su hijo Thibault en su casa en Pas-de-Calais y hacen terapia para lidiar con lo ocurrido. Jordan, hoy con 31 años, no quiere mezclar la política con el crimen, pero tiene claro que si Dahbia Benkired hubiese sido expulsada como estaba previsto, esto no habría pasado. Hoy hay justicia, pero eso no quiere decir que haya paz para los Daviet que quedan. Delphine, Jordan y Thibault deben contentarse con ser los guardianes de la memoria de Lola. Desde hace 37 meses, para los Daviet, París ya no es ninguna fiesta.
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