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Concordia » Despertar Entrerriano
Fecha: 30/11/2025 22:31
La Terminal de Ómnibus Hipólito Yrigoyen de Concordia, tan habitual y cotidiana hoy, tiene una historia que muchos desconocen. Durante décadas, la ciudad no contó con una estación destinada a colectivos de larga distancia, porque el transporte de pasajeros a gran escala estaba completamente dominado por el ferrocarril. Los trenes eran el corazón de la movilidad regional y nacional, y los ómnibus solo llegaban a los pueblos cercanos, cumpliendo un rol complementario y limitado. Sin embargo, a principios de los años 60, cuando el sistema ferroviario empezó a perder fuerza y los servicios comenzaron a reducirse, Concordia comprendió que necesitaba un nuevo espacio para acompañar la transformación del transporte moderno. Así fue como en 1961 las autoridades municipales dispusieron la construcción de una terminal propia. El 5 de abril de ese año se aprobó la licitación y la obra fue adjudicada a la firma Bertoni y Lemesoff por 7.450.000 pesos moneda nacional. A fines de ese mismo año, mediante ordenanza, se le dio oficialmente el nombre de Terminal de Ómnibus Hipólito Yrigoyen, en homenaje al expresidente argentino. La inauguración llegó el 29 de diciembre de 1962, marcando un antes y un después en la infraestructura urbana de Concordia. Desde su nacimiento, la Terminal Hipólito Yrigoyen no solo significó una revolución en la movilidad de Concordia, sino que también se convirtió en un verdadero ejemplo de arquitectura moderna aplicada al servicio público. Para comienzos de los años 60, su diseño representó un salto técnico y estético que la colocó entre las terminales más avanzadas de la región. El edificio fue proyectado con una visión funcionalista, siguiendo las tendencias arquitectónicas de mediados del siglo XX, donde la prioridad era optimizar el flujo de pasajeros y vehículos. Su implantación sobre un terreno triangular —algo poco común para grandes obras públicas— obligó a sus creadores a pensar en un diseño inteligente, aprovechando cada metro disponible sin perder amplitud y comodidad. Uno de los rasgos más innovadores fue la gran playa de andenes cubierta por chapas trapezoidales autoportantes, un sistema constructivo avanzado para la época. Estas chapas, caracterizadas por sus nervaduras transversales, permitían cubrir grandes luces sin apoyos intermedios, creando un espacio libre, seguro y perfectamente adaptado al movimiento constante de los ómnibus. La estructura metálica que sostenía esta cubierta, formada por enormes vigas y columnas de acero, aportaba una estética industrial moderna, robusta y funcional que contrastaba con la arquitectura tradicional del resto de la ciudad. El edificio contaba con dos plantas conectadas visual y funcionalmente, algo inusual en su tiempo: la planta baja destinada al flujo activo de pasajeros, boleterías, confitería y restaurante; y la planta alta donde funcionó un pequeño hotel. La inclusión de un hotel dentro de una terminal, pensada para viajeros que debían esperar trasbordos o conexiones, reflejaba una visión de futuro que pocas ciudades del interior tenían. Los espacios interiores fueron diseñados con criterios modernos: pasillos amplios, zonas de espera abiertas, luz natural filtrada desde los accesos y un recorrido intuitivo entre boleterías, confitería y andenes. La dársena principal, ubicada en el acceso frontal, conectaba con precisión el movimiento vehicular y el peatonal, anticipándose a conceptos de tránsito que hoy se consideran esenciales. Con la caída progresiva del ferrocarril, la Terminal Hipólito Yrigoyen comenzó a ocupar el rol que faltaba en la ciudad. Fue entonces cuando aparecieron los pioneros del transporte automotor de larga distancia, entre ellos uno de los primeros y más recordados: Expreso Azul. Basándose en imágenes de viejos ómnibus “lechuzones” carrozados por El Halcón, se sabe que la empresa ya contaba con servicios directos entre Entre Ríos y Buenos Aires, siempre que los caminos —muchas veces intransitables— lo permitieran. Estos ómnibus montaban carrocerías El Halcón sobre chasis Volvo, Isoblock o incluso estructuras reformadas especialmente. Un dato histórico fundamental es que el 25 de diciembre de 1960, antes incluso de existir la terminal, Expreso Azul obtuvo su primera concesión nacional: la Nº 552 P.224 “Buenos Aires – Concordia”, que luego se extendió hasta Paso de los Libres. Como curiosidad, la empresa siguió operando largas distancias con un solo chofer, algo que la distinguía frente a compañías que usaban dos conductores por norma o comodidad. Con el tiempo llegaron otras empresas que marcaron época: Flecha Bus, Expreso Singer, Crucero del Norte, Río Uruguay, Nuevo Expreso, Jovi Bus, Zenit, entre muchas más, consolidando a Concordia como un nodo esencial del transporte en Entre Ríos. Ya en décadas recientes, la Terminal Hipólito Yrigoyen mantuvo un alto nivel de actividad: hoy operan allí alrededor de 18 empresas. Con el paso del tiempo, la terminal continuó adaptándose sin perder su esencia. Su estructura original —formas, proporciones, vigas, cubiertas y su carácter industrial— se mantiene como testimonio de un edificio adelantado a su tiempo. Su modernidad nunca estuvo en lo extravagante, sino en su funcionalidad, su capacidad operativa y su visión de futuro. A más de seis décadas de su inauguración, la Terminal Hipólito Yrigoyen sigue siendo un espacio vivo, dinámico y cargado de historias: un símbolo del crecimiento de Concordia y una obra que supo ocupar el vacío que dejó el ferrocarril, convirtiéndose en la puerta de entrada y salida de miles de vidas en movimiento. Fuente: Despertar Entrerriano
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