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  • Fletes, impuestos y competitividad: por qué la industria argentina sigue atrapada en un modelo caro e ineficiente

    Parana » Analisis Litoral

    Fecha: 28/11/2025 14:58

    En un reciente streaming del canal Neura, los analistas Gustavo “Lacha” Lazzari y Claudio Zuchovicki pusieron en palabras algo que la industria argentina conoce desde hace décadas, pero que recién ahora comienza a discutirse sin eufemismos: la imposibilidad de sostener una industria verdaderamente competitiva si el país no revisa en profundidad sus costos internos. No es el dólar, no es la sustitución de importaciones en sí misma, ni la tan mentada “falta de productividad”. El problema es mucho más estructural: logística cara, impuestos distorsivos y un aparato productivo diseñado de espaldas al territorio. La Argentina y su vieja obsesión: industrializar lejos de donde se produce El modelo histórico argentino —industrializar en centros urbanos insumos que se generan a cientos de kilómetros— fue funcional durante la época dorada de la sustitución de importaciones. Pero hoy, en una economía global integrada, es una estructura que encarece cualquier posibilidad de competencia. Zuchovicki lo sintetizó con una metáfora potente: “Si vos trasladás materia prima barata 500 o 600 kilómetros para recién después industrializarla, el flete te destruye. En una economía abierta, la industrialización se va al lugar de origen y lo que viaja es el producto terminado”. Los datos acompañan esa observación. Informes recientes del sector logístico señalan que el flete camionero argentino es hasta un 30% más caro que en Brasil y Estados Unidos. En productos agrícolas —base de numerosas cadenas industriales— el transporte puede representar entre 19% y 28% del costo final, dependiendo de la distancia y el tipo de producto. Esto genera un círculo vicioso: el interior produce, pero no industrializa; y los centros urbanos industrializan, pero dependen de una logística cara y rígida. El resultado: precios altos, pérdida de competitividad y empresas que sobreviven más por protección arancelaria que por eficiencia real. El verdadero enemigo interno: los impuestos distorsivos El diálogo de Neura también puso sobre la mesa uno de los temas más incómodos para la clase política argentina: la estructura tributaria. Zuchovicki lo expresó sin rodeos: “Por primera vez, como se bajó la inflación, ahora te duele todo. Te duele el margen. Y te tenés que sentar a discutir ingresos brutos, porque es más caro que lo que reinvertís”. Según el Observatorio PyME, el impuesto provincial a los Ingresos Brutos puede representar hasta el 7% del costo de producción de una PyME industrial. La Unión Industrial de Entre Ríos (UIER) publicó en 2024 un documento que confirma este diagnóstico: aunque la productividad interna de las fábricas ha mejorado, esa competitividad “se diluye por la carga fiscal subnacional y por un sistema de tasas municipales caótico y heterogéneo”. La OCDE, en su último informe sobre la Argentina (2025), coincide: el principal freno a la competitividad ya no es la macroeconomía inestable, sino los costos internos derivados del entramado fiscal, regulatorio y logístico. La devaluación como falso remedio Uno de los aportes más relevantes del análisis en Neura es derribar un mito muy instalado: que la devaluación es la herramienta mágica para recuperar competitividad. Pero, como explicó Zuchovicki, “cuando te cobran IVA y te cobran ingresos brutos sobre el precio, vos devaluás y seguís igual”. Esta frase es clave. La devaluación impacta, sí, pero afecta por igual a toda la cadena, y sin cambios estructurales vuelve a neutralizarse. Los impuestos en cascada —como Ingresos Brutos— son sensibles al precio y por lo tanto absorben buena parte del supuesto “beneficio” cambiario. Es como tapar una gotera con un balde roto: por más que se vierta agua, el problema estructural sigue filtrando. ¿Cómo se defiende realmente la industria local? El planteo del diálogo en Neura es interesante porque, a diferencia del discurso tradicional que proclama “defender lo nacional” mediante más barreras, apunta hacia otro camino: bajar costos y eliminar distorsiones. Es decir: menos épica industrialista y más realismo técnico. La defensa de la industria argentina no pasa por prohibir importaciones o por cerrar la economía. Pasa por: Bajar impuestos distorsivos, especialmente los que se aplican en cascada (IIBB, tasas municipales, contribuciones superpuestas). Desarrollar infraestructura logística moderna, con un sistema multimodal que reduzca la dependencia del camión. Fomentar la radicación industrial en el interior, cerca de donde se produce la materia prima. Simplificar regulaciones que hoy encarecen la producción sin aportar calidad ni eficiencia. Promover competencia real, lo que obliga a las empresas a invertir, innovar y diferenciarse. La industria argentina no es “incompetente” por naturaleza. De hecho, estudios de productividad muestran que gran parte del sector industrial tiene niveles comparables a países emergentes competitivos. El problema es la maraña de costos extras: logística, energía, impuestos, burocracia, distorsiones laborales y superposición de normativas. El Litoral: los grandes perdedores del modelo actual Para provincias como Entre Ríos, Corrientes y Misiones —región donde realizamos la comunicación periodística de Análisis Litoral— el tema no es teórico: es una realidad cotidiana. El litoral produce madera, cítricos, arroz, carne, ganadería, yerba, pesca, granos y manufacturas de origen agropecuario. Pero gran parte de esa riqueza se transforma lejos del territorio. El agregado de valor se concentra en Rosario, Córdoba o Buenos Aires. El interior genera la materia prima; los centros urbanos se apropian de la industrialización. Esto provoca: Menor generación de empleo calificado en la región Pérdida de recaudación local Dependencia de subsidios nacionales Fletes largos y caros que encarecen la producción Cadenas de valor incompletas Si la Argentina no revisa su sistema industrial, las regiones productivas seguirán condenadas a ser proveedoras de materia prima. Se repite así el mismo esquema del siglo XX, pero en un mundo donde otros países ya entendieron que la industrialización descentralizada y cerca del origen aumenta competitividad y eficiencia. El momento es ahora: menos relatos, más números La estabilización relativa de la inflación dejó al descubierto las fallas estructurales que antes se ocultaban bajo el velo inflacionario. Hoy los costos son transparentes. Hoy se ve la realidad. Hoy duele el margen. Y por eso, como dijo Zuchovicki, es recién ahora cuando Argentina puede tener una discusión seria sobre competitividad. La pregunta no es “cómo defender la industria local”, sino cómo hacerla viable sin forzar al consumidor a pagar precios artificialmente altos por políticas proteccionistas que ya no funcionan. Para ello, el país tiene por delante un debate impostergable: decidir si quiere un modelo industrial del siglo XXI o seguir administrando las ruinas de un esquema caro, viejo e ineficiente. La industria argentina tiene talento, maquinaria y capacidad. Lo que no tiene —aún— es un país que acompañe esos esfuerzos con impuestos razonables, logística moderna y reglas claras. Hasta que eso suceda, cualquier discusión sobre competitividad será, simplemente, una discusión en el aire. argentina #EntreRios #Concordia #politica #sociedad #actualidad #noticias #periodismo #fyp #viral #foryoupage Share and Enjoy ! Shares

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