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  • Nació en Paraná y fue la primera doctora en Pedagogía de la Argentina

    Chajari » Chajari al dia

    Fecha: 27/11/2025 23:53

    Celia Ortiz de Montoya, que de ella se trata, nació en Paraná el 27 de noviembre de 1895. Fue pionera de una pedagogía libre, creadora y profundamente humanista. Debió enfrentar el orden autoritario de su tiempo y lo hizo con éxito. Además, abrió caminos que aún transita la escuela del país. En el momento en que le tocó vivir, no era sencillo para una mujer hacer lo que ella hizo. Celia Ortiz de Montoya fue una docente adelantada a su tiempo. Su objetivo era inaceptable para la inmensa mayoría de educadores y educandos: quería lograr en la escuela una atmósfera alegre y desintelectualizada. Pretendía alcanzar un clima donde la libertad fuera un hábito y no una excepción. Pero la paranaense desafió las costumbres de su +época y lo hizo con éxito, superando las mil y una trabas que el sistema imponía. Así fue que Celia Ortiz de Montoya se convirtió en la primera doctora en Pedagogía de la Argentina y fue pionera en la renovación de los métodos de enseñanza en la década de 1930. En un escenario absolutamente rígido de enseñanza, esta entrerriana significó una ruptura silenciosa con lo establecido y se convirtió ante los ojos de sus colegas en alguien difícil de convencer de que su camino no era el correcto. Ella estaba segura de lo contrario y luchaba para lograr ese objetivo. Celia Ortiz de Montoya Nació en Paraná en 1895. En 1915 se graduó en la Escuela Normal de Paraná. En 1918 obtuvo el título de Profesora de Pedagogía y Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. En 1921 alcanzó el de Doctora en Ciencias de la Educación. Pero no se conformó con eso, sino que fijó su mirada en el mundo que la rodeaba, convencida de que era necesario provocar un cambio. Quería seguir aprendiendo para lograr su cometido, por lo que viajó a Europa donde consolidó la idea de que la escuela no tenía por qué ser un lugar de contención de la curiosidad, sino un espacio para desplegar esa curiosidad. Tomó ideas que iban desde las ideas de Jean-Jacques Rousseau, que daba valor a la libertad y el desarrollo natural del niño, hasta otras corrientes que celebraban la creatividad en las aulas. Eso la hizo regresar con una convicción que nunca abandonaría: la educación no era una máquina de producción, sino algo vivo, en movimiento. Un logro inmenso fue la experiencia de Educación Integral Activa, implementada en 1931 en la Escuela Normal de Paraná. Esto fue un desafío a la estructuras ya que intentaba integrar cuerpo, pensamiento, sensibilidad y expresión en tiempos en los que cualquier desviación del programa oficial significaba caer en indisciplina. Esta experiencia duró solo un año. La llamada Década Infame la clausuró, ya que la miraban con malos ojos. No podían aceptar una metodología que no esté basada en la obediencia a ojos ciegos. Ante esta realidad, la entrerriana se puso a escribir. Publicó decenas de libros en los que planteó un sistema pedagógico que priorizaba a las personas y su desarrollo en un ambiente de libertad. En el gobierno de Juan Domingo Perón su voz intentó ser acallada. La cesantearon, pero no lograron con eso que su voz desaparezca y siguió hurgando en imponer la respuesta a una pregunta fundamental: ¿para qué educamos? Sabía a ciencia cierta que nadie aprende mediante la imposición y el miedo. Era necesario abrir las puertas a la libertad, para que en ese medio el estudiante se proyecte hacia el futuro. Celia Ortiz de Montoya, en 1965, fue distinguida por la Asamblea Latinoamericana de Educación; en 1969 por la Universidad Nacional del Litoral, y en 1977 por el Congreso Internacional de las Naciones. Falleció el 8 de diciembre de 1985. Tenía 90 años y dejaba una vida de lucha y ejemplo.

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