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» La Capital
Fecha: 25/11/2025 00:50
Referencia obligada de la política rosarina, la figura de Luis Cándido Carballo aún permea el imaginario urbano. Recordado por vecinos, políticos, periodistas, funcionarios, aquel intendente transitó un período convulso de la política argentina, que comenzó con la asunción de Arturo Frondizi como presidente de la Nación, por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) en 1958, en el marco de una democracia restringida. Por la misma agrupación, en la provincia de Santa Fe era elegido gobernador Carlos Sylvestre Begnis, quien designó a Francisco Lecchini como intendente de Rosario. Carballo asumía como presidente del Concejo Deliberante. Tres decisiones del gobernador allanaron el camino para que Carballo pudiera iniciar su plan de transformación de la ciudad, donde la racionalización de la administración pública se constituía en uno de los pilares del programa de desarrollo. En febrero de 1959 destituyó al intendente Lecchini, desterrando las pretensiones integracionistas de este funcionario y nombrando a Carballo como comisionado interventor. En marzo, luego de la convocatoria a elecciones para comicios municipales, suspendió el acto comicial en varias comunas de la provincia durante seis meses, incluyendo a Rosario. En abril intervino el municipio, quedando Carballo a cargo de la ciudad y operando esta intervención como espacio de legalidad para llevar a cabo las promesas hechas públicas al asumir el interinato, expresadas en un reportaje a La Capital: separar en forma definitiva las relaciones entre partido e intendencia porque ambos aspectos no eran conciliables sin un desmedro en la pureza de la administración. Esta declaración al medio local anunciaba el carácter que Carballo le iba a imprimir a su gestión y durante ese período se irá configurando una identidad política sostenida sobre dos premisas: la primera, ligada al ejercicio del poder, un poder eficaz que debía responder a las demandas de los ciudadanos con soluciones efectivas, en detrimento de los espacios deliberativos. Este aspecto generó durante su mandato fuertes enfrentamientos con la oposición y con su propio partido. La segunda, edificada sobre una lógica plebiscitaria, necesitó de la legitimación de la ciudadanía en los sucesivos (y anuales) procesos de renovación de concejales para legalizar las decisiones adoptadas desde el Ejecutivo. Para ello fomentó la participación de los vecinos en la realización de las obras públicas mediante organizaciones que se creaban a tal efecto, aumentando su base electoral y diferenciándose de otros dirigentes de la agrupación oficial. Ambas estrategias no fueron simultáneas. Para lograr el apoyo de la sociedad civil se hicieron imprescindibles las limitaciones institucionales impuestas por el gobernador (destitución, interinato e intervención) posibilitando la ejecución de las nuevas políticas públicas sin oposición institucionalizada y luego, cuando las obras adquirieron el valor de la palabra en el discurso político, se hizo necesario el partido como instrumento para legitimar las acciones. Dos momentos precisos: 1959 para desarrollar la primera y a partir de 1960 para construir la segunda, confluirán en las elecciones de diciembre de 1961 que reunirán ambas lógicas. 1959. Gobernar sin partido es la mejor manera de gobernar En este período Carballo proyectó las mayores transformaciones que caracterizaron a su gobierno: podemos destacar la autarquía de reparticiones como la Biblioteca Argentina y el Museo Castagnino; la descentralización de compras en la Administración Sanitaria; la privatización de sectores cruciales como el transporte o la recolección de residuos y un exorbitante aumento de tasas municipales que tenía el carácter de una verdadera reforma impositiva. Luego de una huelga de empleados municipales que duró 53 días, la intervención le permitió a Carballo descabezar la dirigencia gremial del sindicato, comenzar el proceso de reducción de personal y concesionar a empresas privadas la limpieza y el aseo de la ciudad. El transporte urbano de pasajeros posicionó a Rosario y a la persona del interventor en un escenario más amplio, constituyéndose en el leading case de su gestión. La dilación en el tratamiento de la autarquía, propia del mecanismo deliberativo, y las recurrentes huelgas de los tranviarios aceleraron los tiempos y el interventor resolvió cooperativizar el servicio mediante un sistema de componentes, es decir, un coche cada cinco personas, eliminar las líneas deficitarias y no aceptando pagar los días de huelga. La opinión pública cerró filas junto al interventor, que comenzó a abrir un registro en la comuna donde se anotaban los interesados en acceder a las unidades. Carballo quebró las lealtades al interior de la empresa de transporte interviniendo la dirección, instaló la disputa en la calle convocando al ciudadano a participar como consumidor de un servicio y apeló a los trabajadores en calidad de futuros empresarios. En estas condiciones llegaba Carballo a 1960 con dos sistemas funcionando simultáneamente: el público y el privado, que comenzaba a concesionarse. Plebiscitando la gestión Era la primera renovación de concejales desde 1958. Una nueva huelga del transporte por aumento salarial se declaraba a pocos días de los comicios. El municipio abrió un nuevo tipo de registro para aquellos conductores que quisieran prestar el servicio, a quienes les entregaba una oblea con la leyenda “¿SUBE UD?”. Esta convocatoria directa al vecino causó en la opinión pública el efecto esperado y en pocas horas la Dirección de Tránsito había recibido la inscripción de coches particulares a los que se sumaron más de cuatro decenas de choferes de colectivos que no adherían al paro. En tanto la sociedad rosarina legitimaba con su voto a los concejales de la Ucri, la victoria de esta agrupación adquiría relevancia en la medida que su éxito se ligaba a la función de gobierno. La escisión entre espacio público y privado se instalaba con fuerza en el escenario local a través de anticipatorias políticas modernizadoras, que resignificaban lo estatal de un modo distinto. Carballo —nombrado ya como intendente constitucional— se había convertido en el gerente de un municipio que debía funcionar como una empresa, transformando la administración política en una administración técnica, haciendo necesaria la interrelación entre poder y conocimiento especializado. El rol del Parlamento local quedaba desdibujado y la centralidad de la política se ubicaba en torno a la eficacia del poder y no al ejercicio de la representación. Durante el transcurso de 1960 el municipio tuvo como objetivo la resolución de conflictos ligados al abastecimiento de productos de primera necesidad, fijando precios máximos y estableciendo condiciones de higiene para su comercialización. SUPP056 1960 LT-120-00053b_17_1LT-120-00053b_17_1_Cola en parada de colectivo frente al colegio Normal N° 1_Col La Tribuna. c. 1960_Archivo Fotográfico Museo de la Ciudad Cola en parada de colectivo frente al colegio Normal N° 1_Col La Tribuna. c. 1960_Archivo Fotográfico Museo de la Ciudad Uno de estos conflictos se entabló entre Carballo y la Cooperativa de Tamberos de la Zona de Rosario Limitada (Cotar), ocasionado por la falta de provisión de leche a la Usina Pasteurizadora de Rosario (Upar) y el aumento del precio del producto para el minorista, que incidía en el valor que los repartidores debían aplicar para distribuir a la población. Como la cooperativa centralizaba la actividad de los tamberos de la zona, grupos de amas de casa y asociaciones vecinales presentaron ante el Concejo sus quejas. La Municipalidad adoptó el mismo criterio que había utilizado ante la huelga del transporte: abrió un registro de lecheros minoristas para reorganizar el sistema de distribución y expendio de la leche para el consumo, haciendo caducar todos los permisos otorgados hasta esa fecha. El intendente, nuevamente, convocó a la ciudadanía rosarina y las vecinales instalaron varios puestos de distribución y venta del producto. Lo apoyaron la Sociedad Rural y entidades agropecuarias. El otro conflicto de magnitud se produjo en agosto, cuando una orden judicial paralizó los trabajos de demolición que la Municipalidad había encarado en el Mercado Central (hoy plaza Montenegro), ocupado por puesteros dedicados a la venta minorista de productos comestibles. La demolición de las instalaciones se inscribió en el marco de una violenta campaña sanitaria de desratización de la zona urbana lanzada por el municipio. Carballo dispuso la destrucción de la estructura de planta alta del mercado porque los puestos eran municipales, quedando la planta baja sin ningún tipo de resguardo, convirtiendo el lugar en un espacio inhabitable. Se clausuró definitivamente el 2 de diciembre de ese año. En esta carrera por el hacer, el intendente anunció la prosecución de las obras del nuevo Mercado de Abasto (hoy plaza Libertad), interrumpidas desde diciembre de 1952, rescindiendo para ello el contrato con la empresa constructora y quedándose el municipio con la totalidad de la obra. Los apoyos públicos a estas medidas tuvieron como motor a las asociaciones vecinales, muchas de ellas creadas en este período. Estas entidades se inscribían en el municipio, que las habilitaba para suscribir convenios con empresas privadas o públicas; de este modo colocaban luz a gas o mercurio, pavimentaban calles y firmaban convenios con Obras Sanitarias de la Nación para provisión de agua potable. Cada inauguración contaba con la presencia de Carballo y sus secretarios, siendo profusamente cubiertas por la prensa. El gobierno local transfería al ámbito privado la resolución de cuestiones de orden público, constituyéndose estas mejoras en privatizaciones a pequeña escala en la medida que el costo de las obras era financiado por los vecinos que las solicitaban. Este puente que se tendió entre el espacio público y la sociedad adquirió notables dimensiones. Mientras el Estado municipal se legitimaba a través de la ejecución de la obra pública, los partidos de la oposición, tanto dentro como fuera del escenario deliberativo, poco podían hacer frente a esta imagen y optaron por la descalificación del adversario en la medida que el intendente era el único hacedor de las políticas en las que ellos no participaban. 1961: los “hacedores de cosas” Las elecciones de marzo para renovación de concejales alcanzaron una gran repercusión en la prensa, tanto local como nacional, en la que Carballo aparecía como la opción entre los realizadores de cosas frente a los predicadores de la religión civil, es decir, los políticos tradicionales. La campaña electoral tuvo como telón de fondo la exitosa organización del Primer Carnaval Internacional de Rosario, con una multitudinaria convocatoria en el parque Independencia, evento que tuvo su correlato en los barrios y clubes de la ciudad. Este espíritu festivo se tradujo en votos para el partido oficial que aumentó notoriamente su caudal, otorgándole mayoría a la Ucri en el Concejo. Esta victoria le permitió a Carballo emprender el año 1961 en dos direcciones: hacia adentro, profundizando la racionalización administrativa; hacia afuera, programando un sinnúmero de obras públicas de infraestructura, pavimentación, embellecimiento urbano y turismo, que contaron con el apoyo de los gobiernos provincial y nacional. Y en el contexto de estas transformaciones, se debatió en el Concejo la privatización del último bien público de Rosario, el Matadero Municipal, que funcionaba como repartición pública desde 1930. Con argumentos sostenidos en las deficientes condiciones higiénicas en que se faenaba el producto para su industrialización, Carballo decretó la clausura de las instalaciones y el Concejo sancionó la ordenanza 1586, que enajenaba el Matadero, su entrega a la Corporación Argentina de Productores de Carne (CAP) y el pase íntegro del personal cesante a la empresa frigorífica. Mientras al interior del municipio se realizaban numerosas cesantías, traslados arbitrarios y descensos de categoría, en la ciudad adquiría singular relevancia la magnificencia de las obras proyectadas: la construcción del Observatorio Astronómico y el Planetario Municipal o el incentivo al turismo mediante la compra del barco Ciudad de Rosario. La Marina de Guerra de los Estados Unidos jamás hubiera pensado que su nave de transporte militar construida en 1944, Boston Bell, iba a recalar en el puerto de Rosario para los festejos de la primavera. Una multitud de vecinos se agolpó curiosa en el muelle de la Estación Fluvial observando cómo el Ciudad de Rosario hacía gala de su imagen majestuosa. Carballo bajó las escalerillas saludando a su público. Las agrupaciones políticas que integraban la oposición en el Concejo devolvieron las invitaciones que el Departamento Ejecutivo les había cursado. Denuncias judiciales por la compra del barco, pedidos de destitución del intendente y altercados en la barra del Concejo constituyeron el escenario del Parlamento local que desnudaba la verdadera esencia de la relación entre ambos poderes locales. SUPLEMENTO ANIVP057 Desfile de comparsas del 2° Carnaval Internacional de Rosario_Col. Gestión Municipal Daniel Gorni. 1962. ROSARIO_Archivo Fotográfico Museo de la Ciuda Desfile de comparsas del 2° Carnaval Internacional de Rosario_Col. Gestión Municipal Daniel Gorni. 1962. ROSARIO_Archivo Fotográfico Museo de la Ciudad Las elecciones libres de 1961 La convocatoria a elecciones anticipadas —ahora sin proscripción política— en las provincias de Santa Fe, Catamarca y San Luis para el mes diciembre le permitieron a Carballo proyectarse fuera del ámbito local y postularse a gobernador de la provincia en la interna partidaria. Amplios sectores de la burguesía rosarina unificaron su apoyo en torno al intendente creando el Movimiento de los Independientes, al que se sumaron diversas organizaciones vecinales. En su presentación lanzaron consignas como “Política nueva para tiempos nuevos” o “Política de trabajo”, de íntima unión entre pueblo y gobierno. Apelarán también a los sectores peronistas con la frase “El triunfo de Carballo no será la derrota de nadie sino el triunfo de todos los santafesinos”. La repercusión de este acto provocó algunas reacciones inesperadas en los vecinos de Rosario, que publicaron una extensa solicitada apelando directamente a Carballo: “Sr. Intendente, Ud. no puede irse”. Para el 20 de junio, Carballo invitó a Frondizi a inaugurar la avenida Alberdi, haciendo coincidir los dos actos. El discurso del presidente, elogiando al gobernador y al intendente ante una multitud, hacía inviable la resolución de la interna partidaria. Los candidatos opositores bajaron su postulación. En diciembre Carballo fue elegido gobernador de la provincia, pero su asunción se vio truncada por los acontecimientos nacionales. Un nuevo golpe militar, en marzo de 1962, derrocaba a Frondizi, anulándose días después las elecciones nacionales y provinciales. Protagonista de un conflictivo período de la historia argentina, Carballo entabló un diálogo constante con los vecinos de la ciudad y sus obras fueron el verdadero contenido del discurso político. Controvertido, polémico, discrecional, para muchos un gobernante eficiente. Los rosarinos que así lo entendieron, construyeron esa imagen y aún persiste en la memoria colectiva la figura de Luis Cándido Carballo como uno de los intendentes más emblemáticos de la historia de Rosario.
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