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  • La natalidad sigue desplomándose: ¿Qué pasó?

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 25/11/2025 00:49

    La natalidad se ha desplomado tanto en todo el mundo que ya supone un problema global que algunos políticos de ultraderecha califican como “inminente colapso demográfico”. La Organización de Naciones Unidas (ONU) tiene una explicación aparentemente sencilla para ello, según el último Fondo de Población de las Naciones Unidas: no se trata de una falta de deseo de ser madres sino de que la economía nos lo impide. Pero si rascamos un poco más en la superficie y lo evidente, quizá nos demos cuenta de que la verdadera razón por la que las mujeres retrasan tener hijos no es la economía, son los hombres. Claudia Goldin, catedrática Henry Lee de Economía en la Universidad de Harvard y ??ganadora del Premio Nobel de Economía en el año 2023, ha señalado una realidad que muchos no ven, que más allá del precio de la vivienda, la precariedad laboral y el cambio cultural impida a las parejas ser padres, hay algo que sucede -o más bien, no sucede- dentro de las casas. La caída de la natalidad en España y el mundo Para entender la situación que vivimos es necesario que antes pongamos un poco de contexto. Según el World Fertility Report 2024 de la ONU, en el 55 por ciento de los países la tasa de fecundidad ha caído por debajo de 2,1 hijos por mujer. Un 10 por ciento de los países del mundo tiene una tasa de fecundidad por debajo de 1,4 hijos, como China o Japón. España ni llega a esas cifras y somos el segundo país de la Unión Europea con menor tasa de fecundidad con un 1,12. Algunos países tienen cifras extremadamente bajas como Corea del Sur con 0,78 hijos por mujer según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde). En España, los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), dicen que en 2024 solo nacieron en España 318.005 bebés, un 0,8 por ciento menos que en 2023. La cifra lleva sin parar de bajar en la última década y parece que la tendencia seguirá la misma línea. En todo el mundo. Hay quien afirma desde hace años que el 97 por ciento de los países no podrán mantener a sus poblaciones en el año 2100 porque las tasas de fecundidad sufrirán un "descenso drástico". No es el dinero, Juan, es que no friegas los platos Claudia Goldin daba un golpe en la mesa con su último trabajo, “Los bebés y la macroeconomía”, donde explicaba que esa caída de la natalidad esconde mucho más. No se trata solo de dinero sino de estructura, roles de género y perspectivas. Cuando se habla de natalidad, los gobiernos suelen responder con lo que tienen a mano: el dinero. Se busca aumentar la natalidad con cheques bebé, deducciones, ayudas... Pero según Goldin, esa estrategia es como intentar arreglar una tubería rota poniendo un cubo debajo porque el desarrollo económico no garantiza un repunte de la natalidad por sí mismo. De hecho, algunos de los países más prósperos del mundo son precisamente los que registran los niveles más bajos de fecundidad, como Japón o China. Evidentemente el contexto económico importa y hay estudios sociológicos que aseguran que la situación económica condiciona el desarrollo de los proyectos vitales de los jóvenes, pero el dinero forma parte de algo más grande. El cóctel entre las normas de género, el crecimiento y la adaptación cultural, según Goldin, moldean que decidamos o no tener hijos. Incluso hay jóvenes que afirman que simplemente no quieren hijos porque tienen otras aspiraciones vitales. Y es aquí donde entran en juego las estructuras sociales y domésticas. Según explica Goldin en su informe, en las últimas décadas millones de jóvenes han crecido entre dos mundos: uno heredado y otro adoptado. El primero es el tradicional donde la mujer asumió el peso del hogar. El segundo es el moderno, uno donde las mujeres estudian, trabajan, son independientes y buscan la igualdad plena dentro y fuera de casa. El problema es que, como subraya Goldin, estos dos mundos no pesan igual para unos y para otras. Para nosotras la modernidad ha significado un horizonte vital que no está limitado a casarnos y tener hijos. Hemos absorbido la modernidad de una forma plena, estudiando, trabajando, viajando y retrasando la maternidad porque sabemos lo que implicaría. Nos hemos alejado mucho del manual de “buena esposa” que vivieron nuestras abuelas y buscamos corresponsabilidad en casa. Para los hombres, sin embargo, la modernidad no ha transformado tanto su vida, especialmente dentro de casa. Muchos viven en un modelo en el que “ayudar” (entiéndase la ironía si buscamos corresponsabilidad) se considera suficiente y se convierten en un personaje secundario en las tareas domésticas. Las generaciones tienen poco tiempo para adaptarse y eso “genera un conflicto repentino entre las viejas costumbres y las nuevas” y aunque ambas se enriquecen, muchas se aferran a “normas sociales que parecen estar desfasadas con la realidad económica” como explica la experta. “No es que los hombres sean inherentemente más tradicionales”, añade Goldin. “Más bien, se benefician más de las tradiciones patriarcales”. Ellas avanzan. Ellos se estancan. El motivo es simple, tal y como afirmaba la experta cuando presentó la investigación en la Conferencia Anual de Investigación del Banco Central Europeo: “Los rápidos cambios económicos a menudo ponen a prueba las creencias más arraigadas. Y las creencias cambian más lentamente que las economías”. El choque entre ambos mundos se vuelve un verdadero problema cuando ambos deciden tener un hijo y salen a la palestra preguntas como quién va a pedir la reducción de jornada o quién se encargará de las citas del pediatra, la mochila del cole o las comidas. La balanza sigue inclinándose hacia el mismo lado: ella. Goldin muestra con cifras lo que muchas mujeres llevan años diciendo, que la desigualdad en el hogar es uno de los factores más decisivos y menos reconocidos detrás de la caída de la natalidad. Cuando nace un hijo esa desigualdad dentro de la pareja se dispara. Nosotras aumentamos brutalmente nuestra carga doméstica y de cuidados y ellos, aunque también la aumentan, no lo hacen al mismo nivel. Por eso la economista repite que “no basta con dinero” porque el problema es que hay dos personas viviendo en tiempos distintos. Autora: Ana Palomares

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