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  • Festividad de Cristo Rey: “Los rotos, los vulnerables, los que saben que no se pueden salvar a sí mismos, lo reconocen”

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 24/11/2025 09:30

    La Iglesia Católica vivió ayer la finalización del año litúrgico, con la Solemnidad de Cristo Rey. Este lunes, comienza el adviento, a la espera de la Navidad. En una concurrida misa celebrada al aire libre en el parque que rodea a la Iglesia de Nuestra Madre de la Merced, en Concordia, el párroco, Presbítero Nicolás Frigo, se ocupó de describir las muy peculiares características del reinado de Cristo, que en poco y nada se parece a los reyes tradicionales. Frigo comenzó por resaltar que Cristo rey quiere conquistar el corazón de cada ser humano, pero sin imponerse. Es un rey que no avasalla por la fuerza sino que enamora. “Necesitamos abrir nuestras tierras al rey que es Jesús. Y hoy podemos preguntarnos cuáles son aquellas zonas de mi vida donde necesito dejar que Jesús plante su bandera y conquiste el corazón. ¿Cuáles son aquellas tierras de mi propia vida en las que todavía soy huérfano, sin rey, o aquellas tierras, aquellas zonas de mi vida, donde algún intruso se ha metido y ha tomado posesión y ha usurpado lugares en el corazón, lugares que le pertenecen a Él?”, dijo el sacerdote. Enseguida destacó: “Las conquistas que Jesús realiza en el corazón no son violentas. No son conquistas de un rey que se impone. Son conquistas de un rey que quiere conquistarme atrayéndome, enamorándome un poco más de Él. Por eso es que a Jesús lo vemos reinando en un trono muy particular. Lo contemplamos en el Evangelio reinando desde el trono de la cruz. Ese es el trono desde donde reina este rey tan particular. Allí en la cruz Jesús está dando la vida por vos, por mí”. “Si yo miro la cruz y me dejo mirar por Jesús en la cruz y realmente reconozco que Jesús lo está haciendo por mí, si yo realmente al mirar la cruz reconozco que Él me está amando, entonces me voy a dejar conquistar por Él”, agregó. “Así conquista Jesús –insistió-, enamorándome desde la cruz. Atrayéndome desde la entrega plena, desde el amor más grande. Lo que es bello nos atrae, nos seduce, nos enamora, nos cautiva. La belleza más grande es la belleza del amor, el amor que se dona hasta lo último y, porque se dona hasta lo último y es bello, al contemplarlo me puedo dejar atraer por él. Esa es la belleza del rey que conquista el corazón atrayéndonos, enamorándonos”. La tentación de ayer y de siempre: salvarse a sí mismo El Presbítero Nicolás Frigo dedicó la segunda parte de su homilía a la actitud del “buen ladrón”, que desde su enorme vulnerabilidad, reconoció a Jesús como rey. Y no dejó pasar el contraste con los jefes del pueblo, soldados, letrados, sabios, ilustrados, que se burlaban del crucificado y le decían que se salve a sí mismo: “Nos decía el Evangelio que frente a Jesús crucificado, como acostumbraban a hacer los romanos en estas ejecuciones, había un cartel con el motivo de la condena. Un cartel que era una ironía, una burla. Este es el rey de los judíos, decía la inscripción”. “Los jefes del pueblo de Dios, los soldados y los letrados, los sabios, los poderosos, los ilustrados, miraban a Jesús y se burlaban. Que se salve a sí mismo si es el rey. Esa es la tentación de ayer y de siempre: salvarse a sí mismo”, remarcó el párroco de La Merced. “Pero entre toda esa multitud solamente el delincuente fue capaz de reconocerlo, de reconocerlo como rey. Todos lo insultaban y se burlaban. Pero un ladrón que estaba crucificado junto a Él, un hombre que había transitado su vida haciendo daño, haciendo el mal, herido, en el último instante de su vida miró a Jesús en la cruz. Quizás, como nos dice San Agustín, Jesús lo miró al ladrón en la cruz”. “Quizás en ese cruce de vidas, en el corazón de aquel ladrón, de aquel delincuente, algo se movió, algo se transformó. Y él se reconoció pecador, reconoció que no había vivido bien, Reconoció que había hecho daño. Nosotros sufrimos justamente, le dice al otro que se burlaba”. “Reconoció su pecado y en esa mirada del crucificado algo cambió en el corazón de aquel ladrón que fue capaz de decirle "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Lo reconoció como rey. Reconoció a Jesús como solamente el que tuvo conciencia de su pecado, de su fragilidad y de su profunda necesidad de ser salvado, fue capaz de reconocerlo. Todos los otros que se creían justos, que miraban sobre los hombros de arriba abajo, no fueron capaces de conmoverse frente a la mirada del crucificado, se burlaban de él. Pero el que tuvo conciencia de la fragilidad y del pecado fue capaz de decirle: "Acordate de mí. Los rotos: “Nosotros hoy somos también ese ladrón” “Los pecadores, los rotos, los heridos, los vulnerables, los que se reconocen profundamente necesitados de la misericordia, los que saben que no se pueden salvar a sí mismos, los que se dieron cuenta que no les alcanza con lo que son y lo que tienen para ser salvados, lo reconocen a Jesús como el rey. Los que han hecho experiencia de la profunda fragilidad, de la insuficiencia, los que se ven necesitados de ser salvados, reconocen a Jesús como rey”. “Nosotros hoy somos también ese ladrón. Lindo poder, desde lo profundo del corazón, ser conscientes que soy yo ese ladrón, que necesito de él. Que mi vida no es rescatada, si el crucificado no me mira. Que necesito ponerme bajo la fuerza redentora de la cruz”. “Que yo necesito que se derrame sobre mi vida la sangre y el agua que brotan de su corazón, que sin Él no soy nada”. “Por eso hoy también nosotros podemos decirle “Jesús, acordate de mí”, “Jesús, acordate de mí cuando estés en tu reino”. Hoy nosotros lo reconocemos como nuestro rey y bajo su mirada bella y tierna de amor entregado hasta lo último nos dejamos conquistar un poquito más el corazón”. Fuente: El Entre Ríos

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