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» El Ciudadano
Fecha: 23/11/2025 18:49
Por Eduardo Toniolli (#) El viernes 16 de septiembre de 1955 un intento de golpe de Estado se propone poner fin al segundo gobierno de Perón. Tres días después, el lunes 19, cuando todavía las fuerzas leales albergan alguna esperanza de poder conjurar la asonada en marcha, el editorial del diario La Capital de Rosario pondera positivamente “la serenidad y la calma demostradas en la emergencia” por parte del pueblo argentino, que -agrega- “constituyen el mejor apoyo popular a las fuerzas armadas que están restableciendo la normalidad”. La edición además cita un comunicado de la delegación local de la Confederación General del Trabajo, que denuncia que los golpistas pretenden “volver al pasado de sojuzgamiento y de colonia”, y define a cada trabajador como “un jefe en este movimiento de liberación patriótica frente a los vendepatrias y malos argentinos”. Con menos pretensiones literarias, el secretario general de la CGT en el orden nacional, Héctor Di Pietro, también queda inmortalizado en las páginas del matutino rosarino, desde las que llama a “aniquilar a los traidores”. Entre llamados a “seguir exclusivamente las directivas de la CGT” (20 de septiembre) y a evitar “que se malogren las realizaciones habidas durante más de una década” (22 de septiembre), durante los días subsiguientes La Capital sostiene su línea de defensa del orden constitucional y del gobierno de Perón. Sin embargo, el viernes 23 el tradicional diario despierta a los rosarinos con una novedad: “La Capital quedó reintegrada en la víspera a sus legítimos propietarios”. El sábado 24 no sale a la calle, y el 25 vuelve al ruedo con una editorial titulada “Imperio del derecho”, en la que define a la Revolución Libertadora como “un movimiento surgido de las ansias más profundas de la ciudadanía libre, nutrido de las limpias tradiciones de la patria”. Algo había cambiado en el decano de la prensa argentina, y no solo la línea editorial: su directora -Nora Lagos, la oveja negra (y peronista) de la familia Lagos- había sido desplazada. Bisnieta de Ovidio Lagos, quien fuera fundador del diario La Capital y una figura relevante de la política santafesina de la segunda mitad del siglo XIX, Nora había nacido un 14 de febrero de 1920, como resultado de la unión entre Carlos Lagos (director del periódico entre 1916 y 1940) y la francesa María Teresa Chauvin. Su pertenencia a tan ilustre linaje, su paso por colegios renombrados y el marco de sociabilidad en el que transcurrió sus primeros años de vida, hacían prever que la vida no habría de generarle mayores sobresaltos a la joven Nora Lagos. Ella misma se encargaría de desmentir esas previsiones. A sus 26 años, Nora va a conocer a Hugo Mascías, escritor y guionista de cine reconocido públicamente bajo el seudónimo de Hugo Mac Dougall, con quien habría de casarse y tener dos hijas, Patricia y Norah. Para disgusto familiar, Hugo no sólo era un hombre de la bohemia, era además un artista que -junto a algunas de sus amistades más cercanas, como Homero Manzi o Enrique Santos Discépolo- se identificaba abiertamente con el ascendente peronismo. Nora seguiría el mismo camino. Basta leer la semblanza que le dedica su sobrino Ovidio Lagos en su libro “Argentinos de raza” -un ajuste de cuentas cargado de desprecio e incomprensión- para tomar nota del impacto de su derrotero en el seno de su familia de origen: para lamento del autor del brulote, Nora había sido infectada con “el virus del peronismo” y su sola mención en alguna reunión familiar “equivalía a evocar a una Gorgona o a una Erinia”. Pero la afección viral contraída por Nora no era la única razón del encono de una familia que -es necesario señalar- sostenía sin fisuras una posición de rechazo activa al gobierno de Perón. La piedra que profundizó la discordia involucró al tradicional diario de los Lagos: el 20 de septiembre de 1953 Nora Lagos se hizo cargo de la dirección de La Capital. Mientras en el ya citado texto su sobrino sostiene que el desembarco se produjo como resultado de una “argucia legal”, otras fuentes arriesgan la idea de que fue el resultado de una transacción entre el gobierno nacional y los titulares del matutino, para evitar que este corriera la misma suerte que La Prensa. Polémica aparte, lo cierto es que la gestión de Nora va a imprimirle un rumbo nuevo al diario La Capital, signado por la defensa de las transformaciones que el peronismo estaba llevando adelante. En su carácter de directora del decano de la prensa argentina, Nora Lagos asumirá un protagonismo descollante en la vida institucional y social de Rosario y la región, e incluso alcanzará a tener roce en el marco de la política nacional. Tal es así que -por ejemplo- va a acompañar al mismísimo presidente Perón en su incursión a Paraguay para devolverle al país hermano los trofeos de guerra obtenidos por el Ejército Argentino en el marco de la Guerra de la Triple Alianza. Su participación en la comitiva oficial de aquel viaje, que también integró Hugo Mac Dougall (por entonces subdirector del diario y director de su suplemento literario), quedó reflejada en un folleto publicado con motivo del 87° aniversario de La Capital, el 15 de noviembre de 1954, bajo el título “Ovidio Lagos y la Guerra del Paraguay. Una conciencia argentina contra la guerra”. La publicación recogía un discurso brindado por Nora en la Casa Argentina de Asunción, en el marco de su estancia en la capital paraguaya, en el que reivindicaba la decisión de Perón de devolverle los trofeos a la nación derrotada -“un gesto de trascendencia continental” dirá- y recuperaba la brega antibelicista que su bisabuelo sostuvo mientras se desarrolló la contienda fratricida que enfrentó al Paraguay de Solano López, contra la entente compuesta por el Brasil imperial, la Argentina comandada por Mitre y el Uruguay de Venancio Flores. A lo largo de su alocución, transcripta luego al papel, Nora cita con pelos y señales sucesivos artículos y editoriales firmados en su momento por Ovidio Lagos, en los que definía a la Guerra de la Triple Alianza como “la más bárbara de los tiempos modernos”, como “la más inicua y la más sin razón de ser” y como una contienda “deshonrosa y destructora de la América Republicana”. De su bisabuelo rescatará su claridad en la denuncia de la oligarquía (“anticipándose en muchos años al uso corriente del término en la política argentina”, señalará) y su sostenido enfrentamiento con “los falsos liberales de Buenos Aires”, en una semblanza en la que no solo describe a “un hombre del viejo federalismo” de Urquiza, contrario al orden excluyente y unitario del mitrismo, sino también a un precursor de las ideas americanistas que el peronismo estaba actualizando, legado que sus herederos infieles -parece afirmar la Lagos rebelde- habían ocultado “maliciosamente” y “sepultado en el olvido”: “Esa actitud, ese pensamiento original,esa conducta americana, todo había quedado disimulado entre la montaña de papel amarillento de las colecciones, y ha sido indispensable acudir a la fuente directa que son ellas, para arrancar de ese modo el velo de la negación y ocultamiento que cubría como un delito la levantada ambición de paz continental que animó la empresa del hombre cuya voluntad impulsó al diario”. “Sólo ahora, cuando La Capital ha sido recuperada para el pueblo, cuando el diario que aquel creó está en la línea popular y democrática que se le había hecho perder”, va a señalar Nora, “es posible proclamar la realidad, la hermosa realidad constituida por la rotunda actitud de Ovidio Lagos contra la guerra entre la Triple Alianza y el Paraguay”. De esta manera, el objetivo último del revisionismo de Nora quedaba al desnudo: inscribir su gestión a la cabeza del diario familiar, iniciada un año antes, en el marco de una operación de restauración de la línea política promovida por su fundador -federal, americana, democrática y popular-, y ya no como una anomalía dentro de la tradición sostenida por el matutino. Lo dicho con anterioridad: la gestión de Nora Lagos al frente del diario La Capital duró hasta la caída de Perón, en septiembre del año siguiente. Su libertad ambulatoria también: va a ser detenida y encarcelada por las autoridades de facto apenas consumado el golpe de Estado. Ahí arrancaría un derrotero en el que la persecución, el exilio y las mazmorras de la dictadura pasarían a formar parte de la vida cotidiana de Nora, como consecuencia de la opción de vida que iba a asumir a la salida de su primer período de detención. Su primer aporte a la naciente resistencia peronista será desde su expertise, la labor periodística: el 8 de diciembre de 1955 saldría a la calle -bajo su dirección- La Argentina justa, libre y soberana, un periódico semiclandestino editado en Rosario, que se distribuía en las provincias de Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Buenos Aires, y cuya tirada fluctuaba entre los diez mil y veinte mil ejemplares. A diferencia de Soberanía, su segundo emprendimiento periodístico resistente, La Argentina no solo editorializaba en materia política, sino que también incluía temas de interés general. Entre uno y otro proyecto editorial, medió una nueva detención de Nora Lagos (producida el 29 de diciembre de 1955) y -a posteriori de esta- su separación definitiva de Hugo Mac Dougall. Como señala la hija más pequeña de ambos, Norah Mascías, en el muy buen documental sobre la vida de Nora dirigido por Judith Battaglia, mientras su madre había decidido dedicar sus días y sus noches a la lucha frontal contra la Libertadora, su padre -más cauto- prefirió “desensillar hasta que aclare”. Aquella segunda detención, que tuvo como protagonistas a un grupo de agentes de la Gendarmería Nacional y se produjo en horario de la madrugada sin que hubiera orden judicial de por medio, fue profusamente denunciada por su abogado Luis Sobrino Aranda y por La Argentina, que a las pocas horas salió a la calle con un título que no dejaba lugar a dudas sobre el carácter irregular del procedimiento: “¿Dónde está Nora Lagos?”. Una vez “blanqueada”, Nora fue a parar a la cárcel de mujeres de la calle Humberto Primo, en el barrio de San Telmo de la ciudad de Buenos Aires, donde compartió reclusión junto a otras militantes peronistas, como Ana Macri, Delia Parodi, Juana Larrauri y Alicia Eguren, que fueron víctimas de un régimen inhumano y objeto de una particular inquina por parte de las monjas de la Orden del Buen Pastor, a cargo de la custodia. Una vez recuperada la libertad a mediados de 1956, y ya disuelto su primer matrimonio, Nora vuelve a vivir junto a sus hijas en una pensión en Rosario. A fines de ese año, el 17 de diciembre, sale al ruedo Soberanía, una publicación semanal que la tuvo nuevamente al comando como directora, y de la que -entre otros dirigentes- participaba quien se convertiría en su nueva pareja, René Bertelli, un resistente tucumano que algunos años después tendría relación con el foco guerrillero rural iniciado por las Fuerzas Armadas Peronistas en la localidad de Taco Ralo. Junto a René, Nora caerá detenida por tercera vez, en esta ocasión en un un centro de detención clandestino ubicado en el fondo de una comisaría de San Justo, en la provincia de Buenos Aires. La fuga conjunta de la pareja militante, primero de la comisaría y luego -ya junto a sus hijas- rumbo al Paraguay, adquiere ribetes épicos e incluye varios tramos en tren hasta Resistencia, y algunos otros a pie y en colectivo para atravesar el monte chaqueño primero y la provincia de Formosa después, hasta llegar hasta el Río Pilcomayo y finalmente a Asunción. Una pensión de la capital paraguaya resultó ser el hogar de la familia Lagos–Bertelli, hasta que en 1958 regresaron a su Patria, de la misma manera que la que habían salido: clandestinamente, aunque esta vez por la selva misionera. Una vez en Rosario, Nora Lagos va a retomar la dirección de Soberanía, que al poco tiempo -en mayo del 58- va a salir a la calle por última vez. Sin embargo le esperará una cuarta y última detención: en 1961, acusada de haber participado del copamiento del Regimiento 11. Durante los años siguientes, Nora va a recuperar las acciones del diario La Capital que sus primos le había quitado post golpe del 55, y eso le permite finalmente dejar de alquilar y comprar su primer departamento, que con el tiempo se va a convertir en lugar de reunión de los compañeros y compañeras de sus hijas, que a fines de la década de los sesenta van a dar sus primeros pasos en la militancia peronista. El 23 de noviembre de 1975, aún joven, Nora Lagos dejó este mundo. Durante muchos años su nombre estuvo vetado en las páginas del decano de la prensa argentina. Tal es así que cuando en 1967 el diario publicó un suplemento celebrando su centenario, todos los directores -del primero al último- fueron nombrados, con una sola excepción, el de quien fuera su única directora mujer. Cuando el 10 de marzo de 2018, por iniciativa de un grupo de ediles de Rosario (entre los que se encontraba el autor de estas líneas), una calle de la ciudad que la vio nacer pasó a llevar su nombre, La Capital publicó una reseña del acto que -aunque breve- puede considerarse reparadora, y llevó por título “Una calle lleva el nombre de Nora Lagos, militante peronista perseguida tras la Revolución Libertadora”. La familia Lagos, claro está, ya no era la propietaria del diario. (#) Diputado nacional
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