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  • De Juana de Arco a las Brujas de la Noche, mujeres guerreras en un mundo dominado por hombres: “Se habla de los grandes héroes, pero ¿y las heroínas?”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 23/11/2025 08:36

    Varias de las mujeres de las que habla el historiador Ernest Bendriss en su libro 'Las mujeres que empuñaron la espada': Fu Hao, Zenobia de Palmira, Juana de Arco, Tomoe Gozen, Adela Velarde Pérez y Lidia Litviak. (Montaje Infobae con imágenes de Wikimedia Commons) Lidia Litviak, conocida como la Rosa Blanca de Stalingrado, fue la primera mujer piloto del mundo en derribar un avión enemigo. Era el 13 de septiembre de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. La piloto de caza de la Fuerza Aérea Soviética había llegado al frente hacía pocos días, pero no tardó en poder demostrar sus dotes de aviación, que aprendió con solo 14 años. Ese día, Litviak consiguió derribar a un bombardero y a un caza alemán pilotado por Erwin Maier. Este pudo saltar en paracaídas antes de que la nave se estrellase y fue apresado por los soviéticos. Al ser considerado un as de la aviación, Maier quiso conocer al piloto que lo había vencido y, cuando vio aparecer a aquella joven de solo 21 años, con apariencia todavía de adolescente, pensó que se trataba de una broma y de un intento de humillarle. Pero no. Litviak le describió con todo lujo de detalles cómo había sido el combate que ambos habían tenido en el aire y que se había saldado con la victoria de la piloto. Esta es solo una de las historias que el historiador francés Ernest Bendriss narra en Las mujeres que empuñaron la espada (Rocaeditorial, 2025), una obra que realiza un recorrido por las guerreras que a lo largo de los siglos han sido combatientes, estrategas y protagonistas fundamentales en batallas. “Yo mismo me emocioné bastante escribiendo el libro porque lo cierto es que estas mujeres son fascinantes”, explica el autor a Infobae España. Portada de 'Las mujeres que empuñaron la espada', de Ernest Bendriss. (Rocaeditorial) En este compendio que va desde la Antigüedad a la Segunda Guerra Mundial y desde América Latina a la Unión Soviética, pasando por Europa, África, China o Japón, Bendriss ha encontrado varios denominadores comunes: el sufrimiento en las vidas de estas mujeres, que se enfrentaron a heridas durante los combates, violaciones y la negativa de muchos hombres a dejarles formar parte de los ejércitos. Y al silencio. “Se habla de los grandes héroes, pero ¿y esas heroínas? ¿A qué diablos se dedican en la universidad? ¿Por qué no enseñan esto?”. Mujeres que fueron invisibilizadas y cuyo importante papel en las guerras vencidas llegó a minimizarse hasta casi desaparecer; mujeres que solo ahora empiezan a obtener su merecido reconocimiento; mujeres que rompieron el canon que se les imponía en su época y a las que todavía sigue siendo necesario dar voz. La mujer como causante de males Pese a las adversidades y las trabas del contexto histórico-social en el que les tocó vivir, “estas mujeres pudieron salir a combatir. El caso palmario es el de Juana de Arco”. La fascinación que siente el autor por este personaje histórico, al que ya dedicó en 2021 otro libro (Juana de Arco. Del mito a la historia), viene desde que era un niño, ya que “en Francia es muy querida” y reconoce que a su familia siempre le ha gustado mucho la historia de su país. “Fue una mujer que estaba muy convencida de su misión, una misión que trasciende lo meramente humano porque hay una dimensión divina y mística que observamos en su recorrido vital”, explica. Bendriss incide en la importancia de reconocerle el lugar que se merece como guerrera: “Hay historiadores que han intentado minimizar la parte militar de Juana de Arco, pero fue una auténtica estratega, luchó en el campo de batalla, de hecho fue herida, y tomó decisiones vitales”. Pinturas de Jean-Jacques Scherrer, Albert Lynch y Hermann Stilke en los que se representa a Juana de Arco. (Wikimedia Commons) Su trágico final en la hoguera, tras un “juicio totalmente distorsionado”, es un ejemplo de los peligros a los que se han enfrentado las mujeres libres y con un papel destacable a lo largo de la historia. “Lo tenía todo contra ella. Juana no tenía ninguna posibilidad de salir viva de aquella trampa”. Antes de ella, sin embargo, fueron muchas las mujeres que tomaron las armas, como Boudica, reina de la antigua tribu británica de los icenos; Zenobia, reina de Palmira; o Al-Kahina, reina y guerrera bereber del siglo VII que fue apodada como La Adivina y descrita como una “malvada bruja” que utilizaba sus supuestos poderes mágicos de forma tiránica. Esta concepción negativa de la mujer está presente en muchos siglos de la historia, también en la mitología grecorromana: “Por una parte, achacaron todos los males de la humanidad a la mujer, como se observa en el mito de Pandora; pero, por otra parte, hay un empoderamiento de las mujeres”, explica Bendriss. “Si tú estudias de cerca a todas las diosas, es que les dan mil vueltas a los dioses. Para mí, Atenea es la más potente de todo el panteón; inclusive como diosa de la guerra lo es más que Ares. De hecho, en la Ilíada, Ares huye gimiendo del campo de batalla porque ha sido herido; Atenea jamás”. El historiador también se centra en el caso de las amazonas, a las que en el siglo XIX el erudito alemán Müller catalogó como “prostitutas” y “causantes de la perversión de la civilización griega”. “Hay escritores como Heródoto que aseveran que existieron, pero otros más tarde, como Estrabón o Palefato, dijeron que era imposible que existiese un pueblo entero de mujeres amazonas. Esto no quita nada a la dimensión guerrera de las mujeres de la Antigüedad”, que sí existieron en distintas sociedades. Es el caso de Artemisia de Halicarnaso, “una estratega y una guerrera brillante”. 'Amazonas', de Johann Heinrich Wilhelm Tischbein. (Wikimedia Commons) Mujeres que se disfrazaron de hombres para poder combatir En su libro, Ernest Bendriss expone una gran cantidad de ejemplos de mujeres que, para combatir en batallas, se vieron forzadas a vestirse como hombres: “Es una constante en la historia salvo en la Antigüedad, cuando las mujeres combatían con atuendos femeninos. Luego eso va a cambiar a partir de la Edad Media, aunque hay aristócratas que sí iban a la guerra sin necesidad de disfrazarse”. Así fue, por ejemplo, durante la Revolución Francesa, sobre la que el autor está actualmente escribiendo un libro. “Una de las primeras reivindicaciones de las mujeres en esta época fue el derecho a llevar armas. La convención les impedía luchar en el campo de batalla y eso ellas no lo aceptaron”. Si eran descubiertas combatiendo disfrazadas, eran enviadas de nuevo a casa y algunas llegaron a ser “castigadas embadurnándolas” y con “prohibición absoluta de volver”. Sin embargo, no fue el caso de todas: “Algunas fueron tan extraordinarias que las recompensaron con una determinada suma de dinero, pero sin darles un estatus de auténtica guerrera”. También en la Revolución Mexicana, que Bendriss destaca que “no podemos entender sin la participación de las mujeres”, muchas se vieron obligadas a disfrazarse de hombres: Valentina Ramírez Avitia, Ángela Jiménez o Petra Herrera, despreciada por Pancho Villa cuando reveló su verdadera identidad. Pese a ello, otras, cuando fueron descubiertas, “fueron aceptadas por tanta valentía y arrojo”. También merecen especial mención las adelitas, que, además de combatir en algunos casos, cuidaban de los enfermos, cocinaban, llevaban el armamento... “Cuando se desplazaban en tren, esas mujeres viajaban en el techo porque en los vagones iban los animales. La mujer, lo último, siempre lo último”. Para el autor de Las mujeres que empuñaron la espada, estas mujeres que fueron “el alma mater” de la Revolución merecían recibir unos homenajes que hasta no hace mucho se les había vedado. “Te hablan de Zapata, de Pancho Villa... pero, además, estas mujeres tuvieron un papel enorme. Con todo lo que hicieron, al final la memoria de la Revolución las trató muy mal”. Las mujeres de la Revolución Mexicana. (Flickr) Reinas en tierra y aire: mujeres en las guerras mundiales La Revolución Rusa, la Guerra Civil española y las dos guerras mundiales que se produjeron en el siglo XX están conformadas en parte por un conjunto de relatos de mujeres que, pese a las dificultades de su época, quisieron “defender la patria”. Es el caso, por ejemplo, de María Botchkareva: “La vida de esta mujer, desde que nació hasta que murió, es emocionante. Tuvo una vida muy dura. Ella describe un entorno familia de maltrato, tanto por parte del padre como de los maridos que tuvo. A pesar de toda esta experiencia trágica, tuvo el valor de crear el Batallón de la Muerte”. Durante la Primera Guerra Mundial, el historiador explica que en todos los ejércitos hubo presencia femenina, pero que en el caso de Francia fue una única mujer la que combatió: Fathima, “una marroquí de una tribu bereber que decide, porque está enamorada de su oficial, seguirle a combatir. Estuvo integrada en uno de los batallones más prestigiosos del ejército colonial francés. Luego se pierde su rastro”. Sobre el papel de las mujeres en la retaguardia de la Segunda Guerra Mundial se ha hablado mucho. Fueron el motor económico, logístico y social de unos países en guerra en los que las fábricas, granjas, hospitales y administraciones públicas habían quedado prácticamente vacíos por el envío de millones de hombres al frente. Sin embargo, también algunas fueron francotiradoras, tripulantes de tanques y pilotos de combate, como las Brujas de la Noche, un regimiento de aviadoras exclusivamente formado por mujeres y que lucharon contra la Alemania nazi. La historia de Los Álamos recobró notoriedad mundial gracias al estreno de Oppenheimer, la elogiada película de Christopher Nolan. Estas combatientes, que “fueron condecoradas con la Orden de Lenin y como Héroes de la Unión Soviética”, aprovechaban la oscuridad de la noche para no ser vistas y apagaban sus motores antes de efectuar los bombardeos para sorprender a las defensas alemanas. Un olvido consciente en los libros de texto Ernest Bendriss defiende que estas mujeres “se merecen” recibir el lugar en la historia del que se les ha privado durante años o siglos. Todavía quedan muchas biografías por contar: “De hecho, después de la Segunda Guerra Mundial también hay mujeres que van a seguir luchando”. El historiador francés ya se plantea un segundo volumen para recoger sus historias. “Como las vietnamitas en la guerra de Vietnam o las kurdas contra el Daesh, mujeres que decidieron luchar contra el Estado Islámico y estos las temían porque eran fabulosas y porque consideraban que era un deshonor y una infamia que una mujer te diese muerte en el campo de batalla”. Para Bendriss, conocer sus luchas y su valentía es fundamental “para cambiar nuestra perspectiva sobre la historia y sobre la vida”. “Si ya desde la escuela no te enseñan esto, vas a tener una visión muy sesgada”.

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