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» El litoral Corrientes
Fecha: 23/11/2025 07:28
Cuando Perón volvió de España para tomar el poder, la legitimidad popular que lo rodeaba como el aura de un ser sobrenatural, predestinado a hacer justicia allí donde sus camaradas de la dictadura imperante, encabezada por Lanusse, habían impuesto un cono de sombras con libertades restringidas al plano de una civilidad controlada con métodos orwellianos. La vigilancia del pensamiento divergente, los presos políticos, la impunidad de las charreteras, la noche de los bastones largos, la noche de los lápices. Todo había sido parte de una realidad que de los 60 a los 70, en pleno auge de la Guerra Fría, condujo a la Argentina a una pacificación impostada, bajo el imperio de los fusiles. Perón llegaba anciano y enfermo, pero comandado por un tal López Rega, un menudo ex policía resuelto a ser el poder en las sombras. Y lo fue. Porque al General, después de 18 años de exilio, de fusilamientos en los basurales de José León Suárez y de persecuciones de todas las intensidades, el pueblo le perdonaba todo. Desde la masacre de Ezeiza hasta el final de sus días, en un frío julio de 1974. ¿Era necesario incorporar a María Estela Martínez como compañera de fórmula? ¿O hubiera sido más inteligente conformar una dupla con alguna figura de la política profesional, capaz de tomar el timón en caso de un desenlace fatal preanunciado? ¿Era conducente incluir en el gabinete a ese avinagrado ballet que hacía ritos esotéricos con el cadáver de Evita? ¿O el partido debió haber ejercido una mayor resistencia al advenedizo? ¿Había caminos alternativos para pacificar la interna del PJ? ¿Expulsar a Montoneros de la Plaza de Mayo, despertaba el germen de la violencia? A todas esas preguntas, la respuesta es todo aquello que no sucedió. A medio siglo de aquellos acontecimientos, hay que decir que Milei no es Perón, pero le gustaría serlo. Tiene vocación de poder suficiente. Ha demostrado el ímpetu necesario para recuperarse prácticamente de cualquier traspié y cuenta con un as en la manga: la hermana Karina, especialista en tarot encargada del armado político, misión que cumple al mismo tiempo que enhebra la dimensión de lo material con el misterio de lo metafísico. Es el ser superior que el presidente describió en analogía bíblica: "Ella es la pureza moral. Es Moisés y yo solamente soy el divulgador". "El Jefe" es el ancla emocional del presidente y, también, el campo de fuerza que lo mantiene en órbita para que no descarrile a pesar de sus raptos de mesianismo. Lo que no es Karina es la oportunidad de una pausa reflexiva frente a las medidas de ajuste que nacen desde la dogmática libertaria, con la concepción antiestado como denominador común. Después de los intensos debates en torno del desfinanciamiento del Garrahan y de las universidades (por citar dos casos de los muchos episodios controversiales de la primera mitad de la administración mileista), la victoria de las parlamentarias nacionales pareciera haber sido tomada por el presidente como un cheque en blanco extendido por la sociedad para hacer lo que le venga en ganas. Así como en los 70 a Perón le perdonaban todo, incluso que ponga a una esposa inidónea como número dos en la cadena de mandos, Milei pareciera estar convencido de que los votantes le aceptarán cada una de sus medidas en nombre de una libertad paroxística, desconocedora del principio social según el cual los derechos de una persona terminan donde comienzan los derechos de la otra persona que está al lado. Pero no es así en la vida real. El peligro de sobrepasar las fronteras no escritas del contrato social implica la posibilidad de una dispersión de los sufragios en una actualidad de reseteo constante de la voluntad popular. Por eso los países cambian el signo político de sus gobiernos con mayor dinámica. Por eso los electorados son cada vez más exigentes con las administraciones, al punto de reemplazarlas por nuevas recetas en el siguiente turno electoral. Caben entonces las preguntas que siguen: ¿Es necesaria una ley de presupuesto que le quite financiamiento a la educación técnica? ¿Es necesaria otra ley en danza -por ahora en forma de boceto- que habilite la mercantilización de las escuelas públicas bajo la lógica de la oferta y la demanda, dejando abierta la posibilidad del "homeschooling"? ¿Le da el cuero a Milei para imponer reformas que implicarían el fin de la estabilidad docente en la educación pública argentina? Se viene una ola de protestas contra esas medidas lanzadas desde la oficina del ministro desregulador Sturzenegger. Así como una resistencia a la reforma laboral con un sistema de vacaciones que coloca a empleador y a empleado en un plano de igualdad para elegir la fecha y la cuantía de las vacaciones. ¿Desde cuando la parte vulnerable de la relación (el trabajador) tiene capacidad convencional para celebrar por sí solo con el patrón un acuerdo conveniente a las necesidades de su familia? Lo bueno de Milei es que avisa: "Ajústense los cinturones porque se vienen más reformas", dijo en un reciente foro empresarial. Pero lo cierto es que todo su plan está armado con hilvanes. El apoyo norteamericano inclusive, con un Trump golpeado por el escándalo Epstein, la diatriba de los farmers y una geopolítica que no le da tregua. Se conoció hace pocas horas que el crédito extraordinario que habían puesto a disposición de Javier Milei sus amigos del J.P. Morgan no será. Esos 20.000 millones de dólares no llegarán para fortalecer las reservas, mientras que el swap de monedas montado por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, con el fin de investir de abundancia hipotética al gobierno libertario tres días antes de las elecciones, se activó solo para que Estados Unidos recupere (con utilidades) los dólares inyectados al mercado cambiario local para, con perdón de la redundancia, que no se desbande el sistema de bandas. En esas condiciones, con la investigación de presunta corrupción en la Agencia de Discapacidad, el informe de la comisión Libra y la conexión entre otra legisladora violeta con el extraditado Fred Machado, la bipolaridad de la gestión mileista podría llevarlo de la euforia a la depresión de un día para el otro. Y si eso volviera a suceder, un Milei golpeado por las condiciones exógenas redundaría en nuevas oportunidades para el surgimiento de alternativas opositoras. Hoy el peronismo está estragado por su propia interna, pero Mauricio Macri no le daría un ápice de ventaja al actual mandatario después del destrato sufrido en el cónclave de las milanesas poselectorales, cuando el ex presidente amarillo se enteró de la salida de su amigo Francos de la Jefatura de Gabinete sin que haya sido abierto algún casillero para colar una figura del PRO en un acuerdo que -se pensaba- iba a dar lugar a un gabinete de coalición con los amarillos. Milei no es Perón, pero funciona con la misma verticalidad. Ejerce el poder desde un sitial donde solamente recibe los consejos de su hermana y planifica un futuro de libertades absolutas que lleven a las familias a decidir si conviene más educar a sus hijos o enseñarles a sumar y restar en casa para ponerlos a trabajar junto con papá y mamá en una venta de choripanes, sin seguridad social, sin la formalidad de un sistema de contención social con mirada de largo plazo como es la enseñanza sistematizada. Perón se sobregiró en su tercer mandato. La senectud de su cuerpo se conjugó con la ambición de su entorno para convertir a la Argentina en un pozo ciego de violencia inenarrable que desembocó en la dictadura de 1976. Milei se está sobregirando. Toma decisiones sin contemplar que ataca las vacas sagradas de una sociedad que lo votó no porque haya sido la mejor opción, sino porque lo percibió como el menos peor en un momento de escepticismo generalizado. Y sobregirarse, puede conducir a desenlaces traumáticos.
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