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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 22/11/2025 05:09
En el cierre del ciclo escolar, exámenes y actividades pendientes acentúan el cansancio acumulado durante el año (Freepik) El final del año escolar representa uno de los períodos de mayor agotamiento y ansiedad tanto para estudiantes como para sus familias. La suma de exámenes, trabajos y el cierre de actividades extracurriculares instala un clima de tensión en los hogares, al que se añade el cansancio acumulado de los meses previos. El origen del estrés y del cansancio al cierre escolar Para Luccisano, la sobrecarga en los niños responde, en gran parte, a una agenda adulta exigente (Freepik) Las semanas finales de clases incrementan notablemente la ansiedad de los niños, pero también la de quienes los acompañan, según especialistas consultados por Infobae. Para el médico psiquiatra infanto juvenil y subjefe del servicio de Salud Mental Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires Andrés Luccisano (MN 122.284), el problema surge de un “mar de obligaciones que abruma”, consecuencia de materias pendientes, trabajos finales y obligaciones extras como deportes o actos escolares. “Muchas veces la sobrecarga que tienen los chicos responde más a la agenda adulta que a sus verdaderas necesidades”, subrayó Luccisano. Para él, reconocer el propio estado emocional —alegría, cansancio, tensión— permite a los adultos ofrecer calma y contención genuina a los niños, señaló el especialista. Además, aclaró que lo que no se logró durante el año difícilmente pueda recuperarse a último momento, por lo que la predictibilidad y la organización resultan fundamentales. Por su parte, la médica psiquiatra infanto juvenil y directora del Departamento Infanto Juvenil Ineco Andrea Abadi (MN 76.165) indicó que “el sistema nervioso en modo acelerado no es mala conducta, sino cansancio emocional y mental”. La especialista observó que muchos chicos llegan al final del ciclo “al límite”, no por falta de voluntad, sino porque los adultos organizan agendas demasiado exigentes que ni ellos mismos pueden sostener. Cuando los padres viven acelerados, los niños absorben esa velocidad y la reproducen, resaltó. El rol adulto: acompañar, validar y organizar El acompañamiento emocional de los padres es esencial en momentos de alta presión académica (Freepik) Ambos especialistas destacaron la importancia del acompañamiento adulto en el cierre del ciclo lectivo. Luccisano propuso que los padres funcionen como “las rueditas de la bici”: brindan equilibrio, estructura y guías claras para que los niños puedan organizarse, ya que la corteza prefrontal —responsable de la planificación y el control impulsivo— termina de desarrollarse después de los 20 años. La validación emocional consiste en escuchar, aceptar y comprender el cansancio, el enojo o el temor, evitando respuestas que minimicen el malestar. “Validar no es decirles que sí a todo, sino ayudar al cerebro a bajar la activación”, explicó Abadi. Frases como “no es para tanto” o “dejá de llorar” intensifican la reacción emocional porque el niño percibe falta de sintonía y amenaza social, aclaró la especialista. La combinación efectiva deriva de validar la emoción pero mantener límites claros. La validación calma, mientras que los límites estructuran: juntos, guían en el aprendizaje de la autorregulación. Estrategias recomendadas para organización y control del estrés Los especialistas recomiendan dividir el estudio en bloques cortos para evitar la saturación (Freepik) Crear un calendario visual. “Un mapa de estudio donde se indiquen claramente fechas de exámenes y entregas, ordenadas por prioridad, ayuda a que los chicos visualicen el recorrido y bajen la incertidumbre”, recomendó Luccisano. Abadi sugirió mantener la anticipación de las actividades del día, ya que “para los chicos más ansiosos, la anticipación reduce la tensión a la mitad”. Dividir el estudio en bloques cortos. La técnica de bloques de 10 a 30 minutos de foco, seguidos de pausas breves, permite sostener la atención y evita la saturación mental, según ambos médicos. “Esto respeta el tiempo de atención sostenible y evita que la memoria de trabajo colapse”, detalló Abadi. Luccisano agregó que los descansos “idealmente deben ser sin pantallas”. Priorizar por dificultad y avanzar paso a paso. Los especialistas coincidieron en comenzar siempre por lo más complejo o voluminoso. Superar las materias o tareas difíciles al inicio permite que el resto de la jornada de estudio resulte menos pesado. “Cuando se avanza en lo más difícil, el resto se vuelve más llevadero”, subrayó Luccisano. Utilizar checklists y listados visibles. Para Abadi, ayuda “tener un checklist diario visible: mochila, tarea, merienda, uniforme”. Tachar cada objetivo refuerza hábitos automáticos, reduce la carga cognitiva y enseña secuenciación. Secuenciar las tareas complejas en pasos simples. Descomponer instrucciones largas en una sucesión clara favorece el avance. “El cerebro infantil necesita pasos claros y visibles: uno lee, dos subraya, tres resuelve, cuatro chequea”, explicó Abadi. Evita bloqueos y favorece la autonomía progresiva. Respetar un espacio y tiempo para el estudio, sin pantallas. Designar siempre el mismo lugar para estudiar ayuda a generar una asociación automática entre ese espacio y el foco, sin interferencias, aconsejaron ambos médicos. Anticipar los cambios y simplificar rutinas. “El fin de año no es el mejor momento para introducir grandes cambios de hábitos. Lo que ya funciona, sostenelo; lo nuevo, dejalo para febrero”, recomendó Abadi. Simplificar y clarificar horarios, evitar actividades innecesarias y dosificar los compromisos reduce la fatiga. Contacto físico regulador y momentos de contención. Expresar calma física, un abrazo o sentarse cerca aporta seguridad directa, detalló Abadi: “El cuerpo del adulto ‘presta’ calma”. Seleccionar actividades y priorizar descansos. No es necesario cumplir socialmente con todos los eventos del calendario: “No se termina la vida el 20 de diciembre. El 2 de enero podemos cenar más tranquilos. No hace falta brindar con todos los amigos y conocidos antes de las 12 del 31”, indicó Abadi. Uso de temporizadores y tecnología regulada. Aplicaciones que regulen los tiempos de trabajo y pausa pueden ser aliadas, siempre priorizando que los recreos estén libres de pantallas, para evitar sobrecargar la atención, advirtieron los expertos. Validar emociones, regular y enseñar Validar emociones ayuda a los niños a procesar el estrés y la frustración del último trimestre (Imagen Ilustrativa Infobae) Validar emocionalmente ayuda a que los niños puedan expresar y procesar sus sentimientos frente a la presión del cierre escolar. La validación efectiva actúa como estímulo interpersonal que calma la hiperactivación del sistema nervioso. Combinada con límites claros, facilita la autorregulación y el aprendizaje: “Validar la emoción no implica validar la conducta”, resaltó Abadi. Descanso, ocio y desconexión: la base del equilibrio Respetar momentos de ocio y juego libre favorece la creatividad y la flexibilidad cognitiva (Canva) El descanso es una necesidad biológica, no un premio, señalaron ambos médicos. Dormir mal afecta la atención, la comprensión y la memoria; es por eso que no se recomiendan maratones de estudio durante la noche. El ocio real requiere tiempo no estructurado, actividades al aire libre, movimiento físico o momentos sin hacer nada, lo que favorece la creatividad y la flexibilidad cognitiva. La sobrecarga de actividades, según los expertos, suele estar relacionada con una agenda familiar sin espacio para las necesidades reales de los niños. Abadi sugirió “revisar honestamente la agenda familiar” y elegir menos, pero mejor: “Más actividades no hacen mejores niños, hacen niños más cansados”. Luccisano concluyó: “El cerebro infantil se desarrolla a partir del juego libre y del espacio para el aburrimiento. Y esa es una responsabilidad nuestra”. Ambos especialistas coincidieron en que el equilibrio entre estudio, descanso, validación y agenda realista es el camino óptimo para atravesar el cierre escolar. Con organización, acompañamiento adulto y pausas verdaderas, el fin de año deja de ser sinónimo de sobrecarga y permite que los niños lleguen en mejores condiciones a las vacaciones.
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