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» El Ciudadano
Fecha: 17/11/2025 19:19
Miguel Passarini La idea de que la tragedia más tiempo se vuelve comedia o como en este caso clown (que es otra cosa), pareciera instalarse fuertemente en la producción escénica del maestro, payaso y director argentino, de reconocimiento internacional, Gabriel Chamé Buendía. Una prueba incontrastable de esa afirmación es sin duda su icónica versión del clásico Othelo, de Shakespeare, en la que se vale del clown, el disparate y un ingenio desbordante, para contar la icónica historia de celos a la que tituló Othelo (termina mal), con la que gira por los escenarios del mundo hace años y con la que este viernes ofrecerá una imperdible función en el Teatro Municipal La Comedia. Con más de una década de recorrido, protagonizada en el presente por Matías Bassi, Elvira Gómez, Agustín Soler y Nicolás Gentile, actores de notable desempeño en el teatro físico, el clown y el burlesco, se trata de una puesta totalmente despojada de realismo cotidiano en la que el juego físico y el verso blanco del autor inglés se enfrentan y se complementan en un lenguaje lúdico, hilarante y absurdo. “Hace más de dos décadas que, paralelamente a mis creaciones, empecé a indagar e investigar los textos clásicos desde el humor del lenguaje del clown y la comedia física. A fin de cuentas, los clásicos son contemporáneos a la comedia del arte y los espectáculos de bufones y saltimbanquis”, contó Gabriel Chamé Buendia acerca de su particular modo de abordar los textos clásicos de la literatura. “Siempre sentí que formaban parte de mi lenguaje teatral. En los 80 y principios de los 90, transformaba el texto en un juego clownesco. Pero a partir de mi residencia en Francia, observando a grandes directores como Peter Brook, Ariane Mnouchkine, Robert Lepage, la compañía Complicité o Bob Wilson, entre otros, y viendo la mirada que proponían de lo clásico en nuestros días, busqué mi propia forma en un lenguaje de humor físico, mezclando el texto y el juego corporal”, explicó Chamé desde España, acerca de su búsqueda creativa y respecto de una propuesta cuya ficha técnica se completa con diseño de iluminación y escenografía de Jorge Pastorino, diseño sonoro de Sebastián Furman, montaje de Emmanuel Alassia, asistencia de dirección de Justina Grande, producción administrativa de Micaela Fariña, producción ejecutiva de Juan Gabriel Yacar y vestuario, adaptación, traducción y dirección general de Gabriel Chamé Buendía. El clown, esa es la cuestión “El proceso de Othelo fue como todos, siempre es similar en mis obras; acá parto de mi propia traducción del clásico de Shakespeare, de una investigación profunda del texto, de una traducción de ese texto original, sabiendo con qué tipo de actores voy a contar y ya imaginándome que si trabajo con cuatro actores, más o menos, quién va a ser cada personaje. Y es así como en ese recorrido propio y personal voy pensando cómo el actor va transformándose y después es lógico un proceso de ensayos como pasa en cualquier obra de teatro, donde esa etapa implica desarrollar y potenciar la creatividad de todo eso, crear imágenes, crear juegos, crear chistes, crear cómicos, porque en definitiva ése es mi lenguaje desde hace muchos años”, contó Chamé Buendía, que fue parte desde mediados de los años 80 del recordado espacio de investigación y creación El Clú del Claun, que compartió con otros nombres referenciales como Guillermo Angelelli, Walter Batato Barea, Hernán Gené, Cristina Martí y Daniel Miranda. Y sobre William Shakespeare, uno de los autores recurrentes en sus puestas, destacó: “Shakespeare siempre fue mi motor principal y habiendo montado (las tragedias) Macbeth, Rey Lear, (las comedias) Mucho ruido y pocas nueces, Trabajos de amor perdido y Los hidalgos de Verona, por lo tanto en algún momento le tocaba el turno a una de mis tragedias preferidas que es Othelo”. “En el caso de Othelo –continuó– fue muy importante la relación entre tragedia y humor, no digo comedia, pero sí humor clownesco porque no es comedia, la gente dice «es comedia», y no, es clown. Hay algo ahí que es de una especie de libertad imaginativa, de una libertad lúdica donde lo ilógico también se incluye a pesar de ser muy fuerte con el texto de la obra, con su presencia. Y lógicamente es un lenguaje popular al mismo tiempo que intelectual, hay algo de eso. Entre lo popular y lo intelectual; por ahí va siempre mi investigación”. En el mismo sentido, el artista habló del lenguaje del clown, de eso que el actor encuentra, de algún modo, del otro lado del espejo, una forma propia, un detalle, un rasgo de personalidad que se lleva a un extremo dejando siempre de lado la solemnidad. “El lenguaje del payaso permite una relación de mucho gag físico y visual y lógicamente, también, una relación con un objeto simple, un objeto transformable, imaginativo, es esa relación casi infantil con el objeto, casi como partiendo del punto de imaginación de un niño la que desarrollamos. Y lo que uno va buscando siempre es contar las cosas desde un lugar más corporal, desacartonado, estúpido y completamente sin ningún tipo de solemnidad. Lo que quiero decir es que no hay que contar la historia, sino que hay que ver si las locuras la cuentan en sí, hay que ver qué locura, qué tontería hace que se cuente más profundamente lo que se está contando de esa historia. Eso también es una fuerza de estímulo, y el espectador se abre mucho a esa lógica porque su cerebro se dinamiza, el cerebro cuando juega, se dinamiza, se abre. Entonces hay una suerte de placer enorme viendo lo que pasa en escena”, detalló el artista. En este tiempo de trabajo y recorrido el elenco de la obra sufrió algunos cambios. Sin embargo, la propuesta mantiene intacta su frescura y desparpajo: “Hay un equipo antiguo, un equipo nuevo, fueron como tres equipos los que fueron pasando; hay algunos integrantes del elenco que están hace ya muchos años, uno que están desde el comienzo, pero siempre respetando un poco la partitura de base. Son reemplazos, pero encontrando una personalidad dentro de una «personalidad payasa» de ellos dentro de lo que necesita el personaje. Es decir: la obra no cambia, pero el color del personaje cambia muchísimo, sabiendo que yo busco que el reemplazo sea efectivo en ese mismo personaje, pero sin cambiarlo completamente”. Y con respecto de la vastedad de Shakespeare, a esa idea de que cada uno encuentra en él “lo que busca o quiere ver”, sumó: “Indudablemente, Shakespeare es muy vasto, es impresionante su visión de la humanidad, sobre todo lo que es interesante de Shakespeare es ese aspecto trágico que ve del ser humano, que estamos todos sin salida, que no encontramos ninguna especie de evolución, caemos siempre en los mismos problemas humanos que son la envidia, el deseo de poder, todo el tiempo esa búsqueda de ambición y de autodestrucción que es tan propia de su obra y de la humanidad toda. Lo que digo es que a pesar de toda la filosofía de la que se está hablando, de toda su indiscutible importancia que plantea su obra, lo que vemos es un acto de teatro muy efectivo, muy claro y escenas muy concretas con acciones muy concretas que enriquecen inmediatamente mi trabajo, porque yo digo: «Tengo una partitura clara, a partir de esta partitura tan clara en acción, que la acción siempre es simple y concreta, yo puedo tener un mundo imaginativo personal mucho más amplio». Y siempre busco llevarlo a mi lenguaje: a Shakespeare lo amo y al mismo tiempo es un pretexto para hacer lo que yo quiero hacer. Es decir: me ayuda mucho a hacer lo que quiero y me da una chapa impresionante porque la belleza verbal, la belleza de la historia, siempre es impresionante”. Respecto de las resonancias de una historia de celos patológicos y de los recorridos que en el presente afloran desde los feminismos, Chamé reflexionó: “Vemos aparecer lo de los celos, pero en Othelo, en realidad, está lo de los celos que no existen, que son celos inventados, está la «Fake News» (noticia falsa) de Yago, la capacidad manipulativa de un tipo que puede hacerle creer a otro algo que no existe, y eso es algo que vemos a diario. Y también está lo trágico de ver como una mujer como Desdémona, que se entrega completamente a un hombre, más se entrega, más él sospecha de que lo está engañando y toda esa la locura que ahora está clara, que es algo que nos parece un horror, pero que en la época de Shakespeare y de la obra se ponía en duda. Me refiero a esto de si a una mujer infiel se la podía matar o no, porque Shakespeare lo está poniendo en duda en su época, que es increíble como él tiene esta defensa ante la mujer, constantemente, en casi todas sus obras, como pasa en la vida misma, en sus obras, la mujer es víctima siempre”. Lejos de pensar en la idea de “soltar” una obra que ha marcado al menos la última década de su carrera con una interminable lista de funciones, festivales nacionales e internacionales y escenarios diversos, reflexionó: “No me preocupa mucho si tengo que soltar o no la obra, porque en realidad siento que no tengo que soltar nada. Tengo que pensar más en una compañía de teatro en la que hay artistas que tienen que trabajar, tienen que comer, esto es un oficio y además pienso en mí, que trabajé mucho en el Cirque du Soleil y en muchas compañías en las que se actuaba muchísimo. Quiero decir que lo importante es generar más público, generar más trabajo, más funciones. Hay mucha gente que todavía no la vio y que queremos que la vea. Quizás llegue el momento en el que diga: «No quiero poner más esfuerzo», más allá del esfuerzo que pongo que tiene que ver con ir creando un repertorio con este equipo o tal vez con otro. Por el momento, tenemos en cartel en Buenos Aires las dos obra, Medida por medida (también de Shakespeare) y Othelo”. Y cerró: “Es como un lujo, es como algo soñado de tener dos espectáculos al mismo tiempo y con la misma compañía; hacer repertorio y que la gente pueda humildemente vivir de eso. Creo que no pasa solamente por lo artístico también pasa por la producción, que insisto, para mí lo importante es el público que es infinito. Si querés seguir, seguís, es muy simple. Y yo creo que la obra no envejece, la obra está ahí y no envejece. Tal vez algún día no encuentre más en ellos el entusiasmo que tienen ahora y no tenga ganas de reemplazarlos y entonces no lo haga más. Por el momento, es una obra que sigue y se mantiene muy viva”. Para agendar Othelo (termina mal) se presenta este viernes 21 de noviembre, a las 21, en el Teatro Municipal La Comedia (Mitre y Ricardone), en cuya boletería, en horarios habituales se venden las entradas o bien de forma online ACÁ.
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