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» Diario Cordoba
Fecha: 16/11/2025 13:50
“Vaya desastre”. Vecinos achicando agua en trasteros y bajos, bomberos drenando garajes, árboles caídos en multitud de puntos, mobiliario urbano desplazado, personal de Sadeco retirando barro… Pasear por Córdoba en la mañana del domingo mostraba, sin necesidad de mucha observación, el profundo rastro que dejó la borrasca Claudia, capaz de descargar más de 35 litros por metro cuadrado en apenas una hora. De Arroyo del Moro a la avenida del Corregidor, del Sector Sur a Gran Vía Parque o Fuente de la Salud, decenas de calles se vieron afectadas y muchos residentes observaron cómo el agua escalaba varios centímetros en cuestión de minutos. En uno de los puntos más transitados, la avenida de Vallellano, un árbol de gran porte amaneció caído y perimetrado. “Ha estado a punto de ser una desgracia”, comenta un vecino, señalando que el tronco quedó a escasos centímetros de una marquesina de Aucorsa. Otro asegura que “hizo viento, pero no para el destrozo que causó. Los árboles estaban muy mal”. Muy cerca, en Gran Vía Parque, también se vivieron momentos de tensión: el agua alcanzó los veinte centímetros y llegó a entrar en algunos comercios. Hoy solo quedan un banco roto y el testimonio de Ana, que vio desde su balcón “cómo el agua no paraba de subir” mientras el alcantarillado “no daba abasto”. La borrasca Claudia deja un rastro de incidencias / Manuel Murillo Locales afectados en El Corregidor Uno de los puntos más golpeados fue la avenida del Corregidor, donde el agua superó los 80 centímetros y se vivieron escenas dramáticas, como el rescate de un hombre atrapado en un ascensor. “Los bomberos lo sacaron con el agua por el cuello. Fue horrible”, recuerda su mujer, Carmen López, aún con el susto metido en el cuerpo. Pasaron la noche “sin poder dormir” y su marido tuvo que acudir al hospital Reina Sofía con un cuadro de ansiedad y una bajada de tensión. El garaje del edificio quedó completamente inundado y los bomberos continúan drenando un agua que llegó a superar el metro de altura. Algunos vecinos, como José Luis, pudieron retirar sus coches a tiempo: “El coche se quedó parado en una balsa de agua y un par de vecinos nos ayudaron a sacarlo empujando. Nos temimos lo peor”. La cantidad de agua acumulada junto al vehículo hacía imposible abrir la puerta: “Era una pared”, resume. Su vecino Juan Luis Gómez también salió corriendo a mover el coche y colocarlo en una zona elevada del barrio. Esta mañana ha madrugado para achicar agua del sótano, donde el nivel alcanzó los veinte centímetros. “Por suerte no hemos perdido nada importante, pero está siendo una mañana agotadora”, explica. En las calles aledañas, mientras Sadeco retiraba el barro, decenas de vecinos sacaban agua de locales y cocheras donde, en algunos casos, se alcanzaron los treinta centímetros. Es el caso de Belén y su marido, que se afanan en mover cajas: “Mira, todo esto a la basura”, dice señalando la ropa de su hija de dos años, completamente inservible. En su pequeña cochera —que utilizaban como trastero— “no había nada de gran valor”, aunque admite que fueron “dos horas muy difíciles” bajo la tromba. Similar panorama encontró José Tobajas: estuvo a punto de sufrir una tragedia mayor. “Me monté en el coche para moverlo y los pedales estaban sumergidos. No sé cómo no pasó nada”, cuenta. Pasa la mañana entre familiares, retirando agua y tirando cajas: “Muchos libros y películas han quedado inservibles”. Ascensor inundado en una vivienda en El Corregidor. / Manuel Murillo “Buenos días por decir algo”, ironiza una vecina que baja con cepillos y guantes. “Toda la ropa de invierno que estábamos a punto de sacar está para tirarla”, lamenta mientras empuja una de las cajas que ha dejado a la entrada del trastero. Todos coinciden en señalar que es “al menos la tercera vez que pasa en diez años”. Están mentalizados, sí, pero no menos indignados: “Es una vergüenza”, afirma uno de ellos. Critican que el colector de la avenida no tenga capacidad suficiente para evacuar el agua y colapse con facilidad. La inclinación de la vía, cuesta abajo, empeora el problema: “Hemos pedido varias veces que se actúe, pero nadie hace nada”, denuncia Tomás, otro de los afectados. José Tobajas limpia su trastero en El Corregidor tras las intensas lluvias. / Manuel Murillo A centímetros de perderlo todo En Doctor Fleming se vivió otro de los episodios más delicados del sábado. Parte del bloque tuvo que ser desalojado cuando varios pisos comenzaron a inundarse. El origen estuvo en el sistema de desagüe de la terraza, pendiente de reforma, según explicaba una vecina. El agua se acumuló y enseguida comenzó a filtrarse hacia las viviendas inferiores. Trinidad Velásquez, que vive en un tercero con otras dos personas, estaba fuera de casa cuando todo ocurrió. Fue alertada por la Policía Local. “Llegamos, cogimos lo esencial y nos fuimos. Daba miedo”, explica mientras muestra las marcas de humedad y los desconchones en paredes y techos. Horas después regresaron para achicar el agua, que ya se había filtrado también al piso inferior: “No hemos podido dormir aquí porque las camas están encharcadas”. En el segundo piso, Marcos Graciano estuvo literalmente a centímetros de perder su trabajo. El agua comenzó a filtrarse rápidamente por varias estancias, afectando a paredes y techos. La humedad avanzaba con fuerza hacia la sala donde guarda su ordenador y las cartas Pokémon que vende por internet. Movieron el equipo y las cajas al otro extremo de la habitación y comenzaron, a contrarreloj, a golpear la pared con un destornillador para permitir que desaguara por un extremo. Funcionó: el agua dejó de extenderse, a costa de inundar la habitación. “El agua salía de los enchufes”, recuerda su compañero Mariano. El dormitorio también ha sufrido daños y los bomberos desaconsejaron entrar aún esta mañana. La jornada del domingo la han dedicado a terminar de sacar agua y trasladar el material a un lugar seguro. “He estado a centímetros de perder mi trabajo”, admite Marco con alivio.
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