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  • La economía manda, los zombis obedecen

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 16/11/2025 11:48

    En tiempos de Descartes, que murió a mediados del siglo XVII, la población humana era de alrededor de 600 millones de habitantes; creció a 1000 millones en 1800 y llega actualmente a más de 8000 millones. Si este ritmo continúa, en 2100 habrá en el mundo más de 15.000 millones de habitantes. "La explosión demográfica, el principal problema ecológico" es un libro del matrimonio estadounidense de los catedráticos Paul y Ana Ehrlich, que ya desde el título marca una línea clara. Los capítulos del libro editado ya hace tres décadas, no son menos definitorios: El fin de la abundancia; los alimentos, el último recurso; la salud del ecosistema mundial; la población y la salud pública; la población, el afán de crecimiento y la seguridad nacional. En el capítulo "la explosión, el gemido y la alternativa" encontramos formulaciones como esta: "la explosión demográfica contribuye a las presiones internacionales y por consiguiente, acentúa las posibilidades de un holocausto nuclear". Una recomendación que parece brotar natural de los datos "abrumadores" que contiene el libro es que cada pareja se limite a tener un hijo, dos a lo sumo. Esta decisión se justificaría en los costos de criar hijos, educarlos y mantenerlos sanos. Sin embargo, esos costos no dependen tanto de la explosión demográfica como de los criterios sanitarios y educativos estadounidenses, donde la educación superior es un rama de los negocios y lo mismo la salud. A diferencia de otros países desarrollados con iguales perspectivas demográficas, en los Estados Unidos un estudiante universitario y su familia pueden quedar empeñados por décadas, y acceder a los tratamientos complejos de salud puede ser imposible. Antes del fin del siglo XX; el libro recomienda bajar el promedio de hijos por pareja de 1,9 a 1,5 y disminuir el número de inmigrantes, cosa que la política actual del país ha sobrepasado, apresando y expulsando a los inmigrantes con la promesa de recuperar así la grandeza de Estados Unidos. La política actual de aquél país parece haberse alineado con estos fines, que enraizan en una doctrina económica más que demográfica, el neomaltusianismo, heredero del sacerdote anglicano y economista inglés del siglo Tomás Malthus. Contemporáneo de Darwin, éste consideró a Malthus su inspiración, porque las teorías malthusianas estuvieron en la base de la "lucha por la vida" y la selección natural. Malthus Malthus, nacido en Dorking, Inglaterra, en 1766, sostenía la idea de que la población crece más rápidamente que los medios de subsistencia y por lo tanto la existencia humana es una lucha perdida contra la escasez, que se resuelve mediante guerras, epidemias o mediante el control consciente de la población. Se ordenó sacerdote anglicano en 1797 y luego fue profesor de historia y economía política en el East India Company’s College de Haileybury. En 1798 publicó anónimamente la primera edición de su Ensayo sobre el principio de la población. Su idea era que que el crecimiento demográfico es mayor que el de los medios de subsistencia, afectados por la ley de rendimientos decrecientes. Así, mientras la población crece en progresión geométrica, la producción de alimentos lo hace en progresión aritmética. Los momentos de crisis de subsistencia se resolverían gracias a las hambrunas, guerras y epidemias por las que disminuiría la población, sobre todo la perteneciente a los grupos más desfavorecidos. Éste es el mecanismo por el que, según sostenía Malthus, la naturaleza restablecía el equilibrio natural entre población y medios de subsistencia. La solución que proponía para evitar estas crisis era, entre otras, el matrimonio tardío y la continencia prematrimonial. En su otra obra, Principios de Economía Política, elaboró una teoría sobre las crisis cuyas causas atribuyó al ahorro excesivo y a la insuficiencia de la demanda en relación a la producción. Razonó que el descenso de la demanda de productos, resultado de una contracción del consumo, conllevaba una disminución del ahorro invertido en la fabricación, a su vez, de nuevos productos. Con ello creó el concepto de «demanda efectiva», cuya insuficiencia podía determinar un receso de la producción y, en consecuencia, una crisis económica. Definió claramente el efecto que sobre la producción causaba una insuficiencia de la demanda efectiva: «Si todas las personas se satisficieran con los alimentos más simples, los vestidos más pobres y las viviendas más humildes, seguramente no existirían otra clase de alimentos, vestidos y viviendas». Sostuvo que podía existir un desequilibrio entre ahorro e inversión, y que el problema del excesivo crecimiento demográfico podía paliarse haciendo un esfuerzo por aumentar la producción. Además, fue contrario a creer, al revés que sus contemporáneos, en la neutralidad del papel del dinero, postura que hoy en día, con el predominio casi absoluto del capital financiero y la imposición de exigencias usurarias al capital productivo, es un punto de vista obvio. El neomalthusianismo A comienzos del XX apareció el "neomalthusianismo” para referirse a las tendencias políticas, filosóficas e ideológicas que entienden el crecimiento continuo de la población humana como un riesgo, y propuso estrategias para contenerlo o limitarlo, de las que las contenidas en el libro de Paul y Ana Ehrlich son un ejemplo. El neomaltusianismo es criticado porque las poblaciones no se incrementa geométricamente ni los recursos se agotan con la rapidez que Malthus predijo, entre otras cosas porque la innovación tecnológica aumentó la productividad La política también enfrentó al neomaltusianismo. Antes de la primera guerra mundial, los niños franceses eran adoctrinados en la escuela sobre la necesidad de las familias de tener muchos hijos, que serian los soldados que Francia necesitaba para oponer a los alemanes. Poco tiempo después, Mussolini en Italia reclamaba a las mujeres a dar hijos a la patria. Muchos vieron lo que el neomaltusianismo ocultaba: la justificación del reparto desigual de las oportunidades en la sociedad y del acceso a los recursos de los más pobres, que no estaban impedidos por ser responsables de su pobreza, como pretendía Malthus, sino por ser mantenidos en ella por un sistema que mantenía el estado de cosas. Los neomaltusianos debieron aceptar que los vinculen con actos aberrantes como la esterilización forzosa que implementaron en el siglo XX diferentes regímenes fascistas y liberales, detentadores de ideologías racistas o conservadoras. De la Redacción de AIM.

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