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Colon » El Entre Rios
Fecha: 16/11/2025 08:31
Aldo Rubén Germanier nació el 20 de diciembre de 1934 en un campo cercano a la estación ferroviaria La Clarita, al norte de Villa Elisa (departamento Colón). Desde 1973 vive en la ciudad de Colón, donde es un referente en el rubro hotelero gastronómico. Fue secretario del Centro Comercial, Industrial y de la Producción, y presidente de la Asociación Hotelera, Gastronómica y Afines de Colón. “Rubito” –sobrenombre que le adjudicó su abuela y con el que se lo conoce hasta la actualidad- tiene cuatro hijos, cinco nietos y escribió hace poco su primera obra literaria que motiva este encuentro: “Mis 90”, un relato autobiográfico que combina anécdotas y reflexiones transmitidas con simpleza y sentido del humor. El libro reivindica el esfuerzo y los valores de aquellos tiempos, y trae recuerdos de su autor: la infancia en el campo, la juventud y los inicios como comerciante, sin perder de vista el presente y proyectar el futuro. Se presentó en la Biblioteca Fiat Lux, donde hay disponible un ejemplar, y está a la venta en Casa Bertoldi. La charla es en su restaurante, “El viejo almacén”, pintoresco lugar en el centro colonense. -¿Por qué decidió escribir este libro? -Me parece que había que tener en cuenta lo que significó la mujer de aquellos agricultores humildes, la importancia de las madres. Nosotros éramos 8 hermanos, mi padre le había alquilado 25 hectáreas a mi abuelo cuando se casó, con la ropa de los más grandes nos arreglábamos los más chicos. Siempre digo que hemos sido humildes pero nuestros padres nos enseñaron tres pilares fundamentales: hay que estudiar, hay que portarse bien y la higiene. No nos íbamos a sentar a la mesa si nuestra madre no nos miraba las manos, y no era como ahora que hay una canilla, no teníamos agua corriente. Además, pensé que el libro es como recorrer el camino transitado. No quiero que se mueran ciertas cosas que se vivieron. En mi caso se refleja la familia de muchos agricultores humildes. Pero a pesar de lo humildes éramos felices. -Entre los pilares que les inculcaron nombró el estudio. Y usted cuenta que no pudo seguir el colegio secundario. -Recuerdo que la Señorita Clara Chirstein era la directora y Esther Cotet era la vice; fueron a hablar con mis padres para decirles que podían gestionar una beca para que mi hermano mayor y yo estudiemos el secundario. Pero había que trabajar y no pudimos. Llegué hasta 5° grado. -De todas formas, es una persona muy culta. -No sé. La vida me ha enseñado muchas cosas. La vida es como un libro: todos los días es una página. Como todo ser humano hemos cometido errores, pero nuestros padres nos han enseñado la honestidad y hoy lamentablemente se está perdiendo. Antes era la palabra, ni el cheque ni nada. -Dice que “aprender a ser viejo no es fácil, porque hay que resignar muchas cosas”. -Habría varias para enumerar. Lo que más me afecta es ya no conducir. También delegar el manejo del negocio; uno está pero va dejando cosas. -Las anécdotas de su infancia y juventud marcan un contraste con esta época. Cuenta, por ejemplo, que su abuelo le compró un auto a doña Juana, del almacén, y ella se lo anotó en la libreta, que funcionaba como una tarjeta de crédito. Después, que su tío sembró cinco hectáreas de arroz y con la mitad que le correspondía de ganancia, se compró cien. ¿Qué nos pasó? -Buena pregunta. Se perdió el pensar en el prójimo. Veo con preocupación que las autoridades no piensan en el futuro. Los grandes países hacen proyectos a años; nosotros vivimos de hoy a mañana. Hay que proyectar, hay que pensar. Hoy el que cobra un peso está pensando “qué hago”. Antes era el ahorro. Con el sacrificio de la familia mi padre compró 100 hectáreas. Hoy si ahorrás no te alcanza para nada. -Cambió la economía del país, la confianza en el prójimo y también la sociedad de consumo. Hoy la vida nos lleva a necesitar (o creer que necesitamos) más cosas y a recambiarlas en forma permanente. -El fondo del fuentón o latón, que se ocupaban mucho en las casas, lo cambiaba el hojalatero; ahora se tira. Las cosas se hacen para que duren poco. Estamos llenando el planeta de basura. -Vive en la ciudad de Colón hace 52 años. ¿Cómo era en aquellos tiempos? -Yo tenía negocio en Colonia San Miguel y acá vivía mi suegro. Cuando estaba de novio, había comentado que cuando se vendiera la casa de la esquina la iba a comprar. Y como la vida está hecha de oportunidades, vino mi suegra y me dijo “se vende la casa que usted iba a comprar”. Fui y la compré. Me costó 5 millones y medio; yo había pensado que 2 le podía sacar al negocio, pero me faltaban 3 millones y medio. Fui al Banco Entre Ríos, recuerdo que el gerente era de apellido Paz, y me dijo “comprala, yo te doy la plata”, y la pagué sin sentirlo. Conocí Colón cuando tenía 18 años, vine a enrolarme, me enamoré de las calles coloradas de ripio, la arboleda. Vine a caballo desde Pueblo Cazes (80 km), hice la gestión, volví y me llevó casi un día. Veo cómo cambió la cosa, ahora para ir a Europa reservamos los pasajes por una plataforma, vamos a Ezeiza y llegamos a Europa en el mismo tiempo que yo vine a enrolarme y volví a mi casa. -También vivió el comienzo del turismo en la región y su evolución. ¿Qué le falta al turismo de Colón actualmente? -Se habla mucho de la sustentabilidad y no se la practica. Cuando uno va a recibir gente lo primero que hace es arreglar la casa; si nosotros vamos a recibir visitantes y queremos atenderlos bien, entonces debemos tener la casa ordenada. Por lo menos las calles que estén bien y los ruidos, el abuso con las motos. Pero cada uno es responsable de las cosas. Para mí, nos falta entender que todos tenemos que estar en una entidad, aunque no sea la nuestra,el Centro Comercial. Muchos piensan que uno solo busca socios por la cuota, pero lo que necesitamos es más cabezas que piensen, porque entre muchos sacamos una idea. Se trabajó mucho por el turismo para llegar a esto y me pregunto por qué ahora no trabajamos igual. Será porque cuesta y antes podíamos hacerlo con nuestro propio dinero, o a la gente le parece que llegamos acá y estamos bien. Para mí tenemos que seguir avanzando y mejorando, o nos van a superar otros centros turísticos. Llegamos con esfuerzo hasta el pozo termal y las termas nos dieron mucho, pero también se cometieron errores. El próximo libro va a ser sobre la historia de las termas. -Usted se reconoce como un hombre preocupado por la ecología y el medioambiente. Últimamente lo encuentro en reuniones pidiendo por la relocalización de la planta de combustible que pretenden instalar en Paysandú, sobre el río Uruguay. Si finalmente se concreta, ¿qué va a significar para Colón? -Para mí, va a ser muy duro; nos va a afectar enormemente. No puedo hablar de cómo actúa la política a nivel diplomático, pero en la reunión del otro día dije: “Nosotros acá estamos discutiendo, echándonos la culpa unos a otros y ellos siguen avanzando”. A nosotros nos afectaría mucho. -Algo muy interesante que comenta en el libro, es que siempre tiene proyectos. -En diciembre, si Dios quiere, cumplo 91 años. Y tengo proyectos. Siempre digo que hay que abocarse a lo que es factible hacer, sino es en vano. Mis proyectos son para dar una idea de lo que se tendría que hacer. A veces veo a mi nieto y no quiero que cuando sea un muchacho diga “el abuelo estaba, ¿y qué hizo?”. -¿Qué consejo de vida nos daría a quienes ya pasamos hace mucho los 20 años, pero a la vez nos falta para la edad que usted tiene? -Siempre hay que mirar el camino que se ha hecho; el camino a futuro se va forjando. Creo que la conducta en la vida es fundamental. Cuando éramos muchachos, nuestros padres nos decían: “Nunca hagan una macana, nunca algo malo”. Y la mayoría les hicimos caso. Fuente: El Entre Ríos
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