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» Diario Cordoba
Fecha: 15/11/2025 11:29
La cumbre de Brasil había empezado bien. Incluso demasiado. Tras un arranque apoteósico cargado de promesas grandilocuentes y el despliegue de una estrategia de negociación audaz, basada más en la "búsqueda de soluciones y consensos" que en las eternas divergencias, Belém había logrado poner en marcha uno de los planes más ambiciosos hasta la fecha de negociaciones climáticas. Pero tras una semana de reuniones técnicas, todo apunta a que la cumbre del clima de Brasil llega a su ecuador y se encalla con el escollo de siempre. El dilema del "huevo o la gallina" pero, en este caso, llevado al ámbito de la diplomacia climática. ¿Es más importante impulsar acciones climáticas realmente ambiciosas o movilizar fondos para llevarlas a cabo? ¿Acaso sirven de algo las promesas que no se pueden cumplir por falta de financiación? ¿Y qué sentido tiene movilizar cantidades ingentes de dinero si la suma de todos los planes presentados no garantiza algo tan básico como una hoja de ruta para esquivar un calentamiento global extremo? El choque de posturas está siendo frontal. O mejor dicho, existencial. Por un lado, el G77, el bloque de países en vías de desarrollo, reclama que los estados más ricos y más contaminantes del globo, a los que se les atribuye "la culpa" del cambio climático, aumenten de forma drástica su financiación para ayudar a las zonas más vulnerables del planeta a paliar los efectos del caos climático, mejorar sus mecanismos de adaptación y acelerar su transición energética. Pero por otro lado, voces como Europa afirman que, en estos momentos, lo prioritario no es la cuestión de las finanzas sino trazar una hoja de ruta más ambiciosa para frenar el calentamiento global y evitar que los desastres naturales vayan a más. En ambos casos, la preocupación de base es la misma: a todos les preocupa el impacto de la crisis climática y todos, al unísono, quieren avanzar hacia soluciones. Pero mientras unos piden abordar primero la causa y después los efectos, los otros insisten en que sin financiación no se puede entablar conversación ninguna. El presidente de la cumbre, André Correa do Lago, ha emparejado a 12 ministros cada bloque para guiar las conversaciones y, finalmente, llegar a un acuerdo aceptable para todos Las conversaciones de Belém se han convertido en verdaderas "sesiones de terapia colectiva" en las que, según reporta la misma presidencia de Brasil, los diplomáticos de cada bloque están centrándose más en defender sus posturas que en avanzar hacia un punto de entendimiento. A estas alturas del debate, nadie quiere ceder. Y quizá es por eso que, ante este bloqueo de las negociaciones, el presidente del encuentro, André Correa do Lago, ha nombrado a 12 ministros para desbloquear las negociaciones clave de la cumbre. Su estrategia ha sido emparejar a un alto cargo de cada bloque para guiar las conversaciones y, finalmente, llegar a un acuerdo aceptable para todos. España, por ejemplo, liderará el debate sobre mitigación junto a Egipto. Reino Unido y Kenia se encargarán de finanzas climáticas, y Alemania y Gambia, de adaptación climática. Está por ver si esta estrategia logrará limar asperezas o servirá para echar leña al fuego. La hoja de ruta de Schrödinger La cumbre de Brasil arrancó con ni más ni menos que 145 puntos en la agenda. En su mayoría, deberes técnicos previstos en el calendario oficial de este tipo de encuentros. Pero por si abordar todo esto no fuera lo suficientemente ambicioso, el presidente Lula da Silva ha abierto un nuevo frente que, hasta ahora, nadie tiene muy claro cómo encaja en los encorsetados registros de esta cumbre. Según anunció el presidente brasileño durante la sesión inaugural, Belém aspira a elaborar una "hoja de ruta" para dejar atrás los combustibles fósiles. Es decir, un documento que recoja la promesa de la cumbre de Dubái de prescindir del petróleo, el gas y carbón y convierta esas palabras en acciones concretas. Reino Unido, Alemania, Francia, Dinamarca y Kenia han mostrado su apoyo a esta iniciativa y Colombia, por su parte, ha añadido que está preparando su propia declaración sobre esta cuestión. Reino Unido, Alemania, Francia, Dinamarca y Kenia han mostrado su apoyo a la iniciativa de Lula de crear un recetario de soluciones para dejar atrás los combustibles fósiles Lo curioso de esta historia es que, al menos por ahora, esta hoja de ruta con soluciones prácticas para dejar atrás los combustibles fósiles se está comportando como el gato de Schrödinger. Porque en función de cómo se mire, parece que este documento existe y no existe a la vez. Y puede que hasta la semana que viene nadie se atreva a levantar la caja para ver si, efectivamente, respira. Hay quien dice que Lula podría estar preparando una declaración política extraoficial, más allá de los acuerdos de la cumbre de Belém, para abordar esta cuestión. También hay quien afirma que la presidencia brasileña estaría presionando para incluir esta idea dentro de alguno de los acuerdos oficiales de la cumbre. En el primer caso, esta hoja de ruta podría lanzarse como una especie de manifiesto liderado por Brasil y con el apoyo de varios países. Pero en el segundo, en caso de incluirse en los acuerdos, debería lograr el respaldo de toda la asamblea de Naciones Unidas. Y eso pinta que será más complicado. La semana definitiva de Belém Este fin de semana se espera el primer gran momento de catarsis de esta cumbre del clima, ya que, según indica el calendario, los distintos equipos de negociación deberían consensuar los borradores técnicos sobre los que, a partir del próximo lunes, se centrarán los debates políticos de alto nivel y que, eventualmente, darán lugar a los acuerdos finales y definitivos de esta cumbre. Para esta segunda fase de negociaciones se espera la llegada de ministros y diplomáticos de alto rango de todo el mundo. Y será entonces cuando empiecen las batallas reales de esta cumbre y cuando, previsiblemente, los debates técnicos se conviertan en peleas políticas. La presidencia de Brasil ha llegado a afirmar con cierto optimismo que la cumbre de Brasil será la primera desde 2003 en terminar a tiempo. "Igual que prometimos empezar el pasado lunes a las 10 de la mañana y lo cumplimos, también tenemos el compromiso de acabarla el próximo viernes a las seis de la tarde. Quizás podemos demorar unos minutos más, pero lo lograremos", afirmó Liliam Chagas, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil. Queda por ver si las promesas y el optimismo brasileños resisten a la batalla campal en la que se está a punto de convertir la cumbre.
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