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» Voxpopuli
Fecha: 14/11/2025 08:23
En Misiones, la política suele parecer una pelea interna de familia grande. Pero hay casos que superan la ficción: Fátima Cabrera, electa diputada provincial y aún intendenta de General Urquiza, decidió no asumir su banca. No por enfermedad ni por olvido: simplemente porque no quiere. O, mejor dicho, porque en su pueblo, eso de dejar el mando a alguien que no es de su confianza no está tan claro. Después están las elecciones, la demoracia y coso. La historia se volvió comidilla en Posadas, la capital de Misiones y tema obligado en las sobremesas de los intendentes. Cabrera, que venía de ganar cómodamente la intendencia, fue incluida en la lista legislativa como gesto de peso político. Pero la jugada terminó en un enredo mayúsculo: una vez electa diputada, debía abandonar el sillón municipal. Y ahí, según cuentan quienes conocen la interna, empezó el desacuerdo. “¿Y quién manda si me voy?”, habría preguntado, según murmuran en el Concejo. Nadie supo responderle con certeza. La sucesión generó fricciones entre concejales, secretarios y hasta familiares políticos, en un cuadro que refleja la versión misionera del fenómeno nacional: todos quieren mandar, pero nadie quiere soltar. El dilema de Fátima no es jurídico, es territorial. Y en su territorio, cada escritorio vale más que una banca en la capital. Mientras tanto, en la Cámara, su banca espera. Los papeles ya están listos, la jura agendada, pero la flamante diputada electa no piensa asomar. El bloque oficialista prefiere el silencio y los opositores aprovechan el episodio para ironizar: “Si la política misionera tenía novela, ahora también tiene spin-off rural”. Algunos incluso proponen que jure por Zoom para destrabar el conflicto, aunque la idea suene más a chiste que a salida real. Lo cierto es que Cabrera se convirtió en símbolo involuntario del microclima político del interior profundo: esos pueblos donde la administración es casi una extensión de la casa, y donde el poder se ejerce entre mate y portazo. En ese contexto, dejar la intendencia no es soltar un cargo: es abandonar el centro del universo. Hay quienes sostienen que su resistencia tiene fundamentos. Otros creen que busca ganar tiempo para negociar la sucesión local y evitar que su adversario interno tome el control. En cualquier caso, el episodio expone la fragilidad de un sistema donde las instituciones todavía dependen más de las voluntades personales que de las normas. En Misiones, la política sigue siendo un asunto de tono familiar, con todos los enredos que eso implica. Un chisme de barrio que tienen más certeza que noticeiro de prime time, ratifica que Fátima Cabrera, intendenta de General Urquiza y diputada provincial electa por el Frente Renovador de la Concordia en las elecciones de junio de 2025, decidió finalmente no asumir su banca en la Cámara de Diputados y, por lo tanto, continuar al frente del municipio. Su renuncia a la banca responde a un conflicto político local vinculado a la sucesión municipal. Cabrera expresó desconfianza hacia José Ptaszenczuk, presidente del Concejo Deliberante y quien, según la Carta Orgánica municipal, debería sucederla como intendenta. Señaló que Ptaszenczuk “ya no goza de la confianza” y mencionó “cosas turbias” y personas externas que, según ella, amenazan la estabilidad del gobierno local. Además, Cabrera desmintió versiones que indicaban que su intención era dejar el cargo en manos de su hija, la concejal Agostina Blodek, calificando esas acusaciones como parte de una “campaña sucia”. Esta decisión genera tensiones políticas y debates sobre las candidaturas testimoniales y el manejo de los feudos políticos locales. En lugar de asumir como diputada, Cabrera optó por mantenerse en la intendencia para “seguir trabajando en su pueblo” y preservar la estabilidad municipal, con el aval de la conducción del Frente Renovador.
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