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» Derf
Fecha: 13/11/2025 17:18
“De todos los niños que están en la foto, hay muchos que hoy son músicos. Y entre todos esos, que son unos músicos maravillosos, aparece un Premio Nobel de la Paz”, dice llena de energía y alegría la pianista y pedagoga argentina Lyl Tiempo, maestra de piano de María Corina Machado, quien bajo su guía debutó a los cinco años interpretando un Minuet de Mozart; a los seis, un Vals de Chaikovski; a los siete, una Sonatina de Clementi; y volvió a presentarse a los diez, en 1976, en el Teatro de Las Palmas. “No quiero vanagloriarme como profesora de haberla tenido como alumna a María Corina Machado. Lo que sí quiero destacar frente a cualquiera que lea esta nota es las características humanas y la formación de esta niña. Más que sentirme orgullosa de haber tenido como alumna al Premio Nobel de la Paz, estoy orgullosa de haber tenido como alumna a un ser humano con mayúscula, a una persona excepcional. No voy a hablar de ella desde el punto de vista ideológico, sino decir que está del lado de la verdad, por supuesto. Todos la apoyamos en el mundo entero y esperamos que ella logre lo que todos deseamos para Venezuela, un país amado”. Lyl Tiempo es pianista y pedagoga argentina, reconocida por su destacada labor artística y docente en el marco de una ilustre tradición familiar. Hija de los pianistas Antonio De Raco y Elizabeth Westerkamp, ambos discípulos del legendario maestro Vincenzo Scaramuzza, Lyl continuó y proyectó esa escuela pianística a las generaciones siguientes. Su enseñanza ha sido decisiva en la formación de sus hijos, Karin Lechner y Sergio Tiempo, quienes desarrollaron sólidas trayectorias internacionales. La tradición continúa con sus nietos: Natasha Binder, hija de Karin, ya consolidada en los principales escenarios europeos, y Mila y Nelson, hijos de Sergio, que actualmente estudian con su abuela, manteniendo viva una herencia musical de excepcional coherencia y profundidad. Cuatro generaciones sostenidas por la música y una visión humanista inseparable de la formación musical. Establecida en Europa, Lyl nunca dejó de mantener vínculos con Argentina. Su labor pedagógica continúa influyendo en una nueva generación de pianistas formados bajo su guía. Lyl Tiempo, pianista y docente argentina, con cuarto generaciones de músicos en su familia. Fue la profesora de la Premio Nobel de la Paz, la venezolana María Corina Machado. Una vida por el mundo “Qué toque de suerte tan grande he tenido en mi vida, ir a un país como Venezuela, enseñar a todos esos niños tan dotados -porque la musicalidad de los venezolanos se pierde de vista-, tan extraordinarios y en esa época todos tan entusiastas. No había celulares, por eso fue un tendal de pianistas que dejé en Venezuela, luego se fueron hacia distintos países y siguieron su derrotero artístico”, reflexiona Lyl con entusiasmo, y con toda una vida dedicada a la enseñanza sigue dado clases a sus 82 años. En la década del ’70, se mudó a Venezuela con su segundo marido, Martín Tiempo, y en 1978 se trasladaron a Londres. Con el desencadenamiento de la Guerra de Malvinas tuvieron que moverse nuevamente y fueron recibidos por Martha Argerich en su casa de Ginebra. En Bruselas se establecieron de manera definitiva. Lyl dio cursos públicos en Japón, como invitada en el Festival Argerich, ocasión en la que aprendió japonés para comunicarse con los niños. Su eros pedagógico se despertó a los 8 años cuando empezó a darle clases a una compañerita de la escuela que le pidió que le enseñara a tocar el piano. “Tenía amor por la transmisión”, recuerda Lyl, y a partir de los 14 años dio clases de manera absolutamente regular. El contacto con el psicoanálisis a través de su íntima amiga, Gabriela Aberastury, hija de Arminda Aberastury, pionera del psicoanálisis para niños y adolescentes, fue determinante para darle un marco a sus ideas sobre la enseñanza a niños. También mantuvo contacto con Betty Garma, otra pionera en el psicoanálisis de niños en Hispanoamérica, tradujo la obra de Melanie Klein. María Corina Machado, ganadora del Premio Nobel Paz 2025, hablándole al pueblo venezolano en un acto en enero de ese año. Foto: EFE/ Miguel Gutiérrez Recuerdos de Venezuela y María Corina -¿Cómo te enteraste y qué sentiste cuando supiste que tu alumnita de piano María Corina Machado fue elegida Premio Nobel de la Paz? -Me llamó mi hijo Sergio muy temprano a la mañana. “Mami, ¿viste lo que pasó?”. “No, mi amor, me estoy despertando”, le dije. “Le dieron el premio Nobel de la Paz a María Corina”. ¡Qué día maravilloso!. ¡Qué inspiración!. Sergio y yo saltábamos los dos, cada uno en su casa, con el teléfono en la mano. Después hice silencio y pensé en la enseñanza de la música. Si el ser humano puede llegar a situaciones como la que está manejando en este momento María, entonces el ser humano está salvado. Y lo que más deseo es poder un día abrazarla y agradecerle tanto a ella como a su madre que ella haya formado parte de mi vida, por lo cual le estaré eternamente agradecida. -¿Cómo llegó a tus clases? -En Caracas todo el mundo sabía que yo era la especialista en la formación de niños. Así que yo tenía una larga lista de espera, de la cual se ocupaba la mamá de una niña, que hoy día es una gran pianista y se llama Edith Peña. Yo daba cien clases semanales en Caracas, tenía 50 niños y les daba dos clases por semana. Programa de ujno de los conciertos de los alumnos de Lyl Tiempo que menciona a María Corina Machado. -¿Qué recordás de María Corina niña? -La cara de una niña extremadamente inteligente y sensible, extremadamente entusiasta, con una mirada preclara, con un cerebro inquisitivo. Hacía muchas preguntas interesantes. Cuando vino me di cuenta enseguida que era una niña muy desafiante. «Te traje una sorpresa que no vas a poder creer». La estimulación del desafío significa estimulación del desarrollo de la concentración y de la conexión con uno mismo. Porque comprenderás que para hacer lo que está haciendo María Corina, por lo cual no tengo sino pura admiración, hay que ser una persona muy consistente, hay que ser una persona con un contacto consigo misma de lo más intenso posible; intensidad tiene, sin intensidad no estaría donde está, ni podría lograr lo que está logrando. Lo vi desde que era una niña, veo la radiografía de un niño y lo proyecto hacia el futuro, inmediatamente. María Corina llegó ya con una base muy bien trabajada en su familia, por supuesto, con respecto a la concentración, con respecto a los intereses y a los temas de los que se habla en esa familia, siempre de carácter humanístico. -¿Era desenvuelta en los conciertos o temía enfrentar al público? -Era desenvuelta, no era una niña tímida. Le gustaba ir y hacer las audiciones. Era una persona que cumplía con su desafío. Nunca vino a una clase mal preparada. Nunca. Era siempre cumplidora, siempre desafiándose a lo mejor. La música, para mejorar a las personas -¿Creés que la formación musical en la niñez puede preparar mejor a las personas para vivir en el mundo? -Sí. Estoy segura de que el ingreso de la música, en la forma en que nos organiza el cerebro, tiene algo que ver. En ese cerebro infantil está la organización, el placer y el desarrollo de un cerebro musical, que no es lo mismo que un cerebro no musical. Hoy lo sabemos. Yo lo vengo diciendo desde hace años. No teníamos la comprobación, ahora la tenemos. En el caso particular de María Corina, que fue introducida desde pequeña al mundo de la música, es muy posible que su sensibilidad se haya desarrollado sobre este campo emocional que sólo la música puede dar. Y lo que quiero destacar, por sobre todas las cosas, es la fuerza que hay que tener para poder vivir en estado de clandestinidad, en la total soledad. La fuerza que hay que tener para sostener un pueblo entero, como lo hace ella, solo por la palabra. La fuerza que hay que tener para sostener todas las vicisitudes a las que fue sometida, dejar la situación familiar, renunciar a los hijos, a la madre. Los hijos están fuera de Venezuela hace muchos años. Pero la mamá quería quedarse en Caracas. Esa mujer, que yo admiro tanto, quería quedarse al lado de su hija. Pero María Corina le dijo: «Mamá, si vos no te vas, yo no puedo seguir en la lucha.» Fíjate la fortaleza de ese ser humano. Los alumnos sobre el escenario (entre ellos María Corina Machado, undécima en la fila), escuchando a uno de sus compañeros.. -¿Podrías resumir tu filosofía de trabajo? -Trabajo de manera tal que la experiencia musical sea para el niño su experiencia humana más profunda. Trabajo en la concentración. Empiezan a los 3 o 4 años, vamos aumentando el tiempo de acuerdo las posibilidades de cada niño y vamos desarrollando la concentración progresivamente. Empiezo con clases de 10 minutos, luego 15, 20, 25, 30. Así llegamos a cosas que para algunas personas son imposibles de obtener, por ejemplo, que un niño a los 10 años pueda tocar todo el primer movimiento de la Sonata Claro de Luna de Beethoven. En los conciertos que yo organizaba, donde tocó María Corina y la verás en la foto con más de 30 niños, consistían en que a todos los niños no solamente les llegaba el momento de tocar, sino tenían todo el tiempo para escuchar a los otros. Y eso es fundamental, sentarse, escuchar, concentrarse en la música y no estar dividido en ochocientas partes tu cerebro, sino un cerebro dirigido hacia la música y cuya música está llegando a ese cerebro. Es un solo camino de ida y de vuelta. -¿Todos estamos capacitados para aprender música o existen los nulos musicales? -No. No, no, de ninguna manera. Para mí no hay nulos. Yo he trabajado con unos troncos de árbol. Y el tronco de árbol llegó a tocar. Quizás su oído es nulo en un comienzo, pero lo vas estimulando y se va desarrollando. Va más lento que un dotado, por supuesto, pero estamos para sostenerlos y llevarlos al placer de ver cómo pueden progresar. Tengo una especie de ensoñación cuando entra por primera vez un niño por la puerta que no sabe nada. Nada. Ni qué son las teclas, ni lo que es un piano, ni qué es la música. Y años más tarde está tocando Beethoven. Y se va con todo ese Beethoven en su cabeza. Una cabeza que llegó cero música, cero conocimiento, cero musculatura en los dedos, en los brazos, cero desarrollo de concentración en el cerebro, cero desarrollo de la capacidad que los sonidos pueden tener sobre la persona; y, de repente, salen con una sonata de Beethoven. Yo los veo salir y tengo una satisfacción tan grande por el enriquecimiento de esa criatura, por la capacidad que tuvo, más allá de si se dedicó o no a la música. Hay que sostener. La palabra es sostener. Martha Argerich y Lyl Tiempo. La gran pianista argentina albergó a Tiempo en su casa de Ginebra. -Con toda la exposición a dispositivos electrónicos que mantienen los niños desde temprana edad, ¿notás cambios en la atención entre las generaciones anteriores y las actuales? -A partir del momento en que el celular ingresó en las vidas de los niños es impresionante la decadencia de la capacidad de concentración. Son niños cansados, agotados, en una buena proporción y, lamentablemente, están en un estado de ansiedad terriblemente alto. Y, por supuesto, la música los ayuda a distenderse en la forma en que yo trato con ellos. No puedo decir qué es lo que pasa con otros profesores o con otros métodos. Yo tengo mi método de trabajo que es absolutamente personal, establezco una relación personal con cada niño que no tiene nada que ver una con otra. Son relaciones absolutamente exclusivas. -¿Cuándo viste por última vez a María Corina? -La volví a ver a María Corina después de muchos años, yo ya no vivía en Caracas. Fui con Karin y Sergio, que tocaron el Concierto de Mozart a dos pianos dirigido por Eduardo Marturet, que era de la familia de los Machado Zuloaga. Un amor de director y de persona, ahora vive en Miami. Me acuerdo que fue un concierto en una sala muy bonita. Eduardo organizó ese concierto, entre otros, y me acuerdo muy bien que varios de mis ex alumnos estuvieron allí, entre los cuales estaba María Corina, ya una niña grande, probablemente cerca de los 20 años. Nos dimos un abrazo muy grande, no vi a su madre, pero la vi a ella. Ella tenía una hermanita menor, Mariana, que también fue mi alumna. Y la más chiquita, creo que era Ana Teresa, también vino un tiempo a mis clases. La portada de los programas de los conciertos de Lyl Tiempo y sus alumnos en Venezuela. -¿Sabés si mantiene algún tipo de contacto con la música? -En realidad, ahora no puedo saber qué es lo que pasa y quiero no saber. ¿Por qué? Porque ella está en la clandestinidad. Por lo tanto, no podemos saber nada y no debemos saber nada. Entonces, no sé qué es lo que ella hace, pero lo que sí puedo asegurar es que la acompaña algo relacionado con la influencia de la música en su primera infancia, de la buena música y su influencia en la vida de las personas. Cuando has formado tu sensibilidad y tu campo emocional en la música desde la niñez, hay una conexión con tu yo interno absolutamente indestructible.
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