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» Primerochaco
Fecha: 12/11/2025 18:35
En diciembre, OpenAI levantará las restricciones sobre contenido erótico en ChatGPT para usuarios adultos verificados. La medida, que permitirá mantener conversaciones de carácter sexual o afectivo con inteligencia artificial, promete encender un debate que excede el terreno tecnológico: ¿qué ocurre cuando la intimidad se programa y cuando el deseo se simula? Para la comunicadora social e investigadora Carolina Justo von Lurzer, la noticia no sorprende. “La industria del sexo históricamente es una industria de altísima rentabilidad. No me asombra que OpenAI quiera poner una pata ahí, ni tampoco que lo haga como respuesta a la competencia. Otras inteligencias artificiales ya se adelantaron. Basta ver las waifus de Grok para comprobarlo”, explicó. Lo que sí le interesa subrayar es que el debate va más allá de lo sexual: “Hay una preocupación anterior que no tiene que ver tanto con el contenido, sino con el lugar que las inteligencias artificiales ocupan en la vida de las personas. En especial, en un contexto de soledad creciente, de dificultades para sostener vínculos erótico-afectivos, sobre todo entre los más jóvenes”. Del videoclub al chatbot Carolina propone entender este fenómeno como parte de una larga genealogía de mediaciones tecnológicas del deseo. “No creo que tenga implicancias diferentes de otras mediatizaciones del erotismo. Cada salto tecnológico (desde las revistas hasta las webcams o las plataformas porno) transformó las formas de acceder a lo sexual y lo afectivo. Lo que cambia ahora es la escala: la llegada masiva y la creación de realidades mediante inteligencia artificial”. Esa escala amplifica no sólo el acceso sino también los riesgos: “El problema no es tanto la existencia de contenido erótico, sino desde dónde se producen esas interacciones. ¿Qué le enseñamos a los chatbots para que devuelvan lo que devuelven? ¿Con qué estereotipos los alimentamos?”. La investigadora recuerda que el desarrollo de inteligencias artificiales con perspectiva de género es un campo en expansión. “Hay colegas en toda la región trabajando en esto, pero estamos en una coyuntura de muchísima beligerancia en torno a los géneros, las sexualidades y la educación sexual integral. En ese contexto, preocupa qué universos simbólicos van a alimentar estas nuevas realidades”. Erotismo, política y vínculos humanos Preguntada sobre si esta apertura puede reproducir desigualdades o dinámicas de cosificación, Von Lurzer responde sin vueltas: “Por supuesto que puede. Como ocurrió en otras formas de mediación tecnológica del erotismo o la pornografía. Pero también ahí hay una discusión previa, dentro y fuera de los feminismos, sobre consentimiento, explotación y representación. No hay consenso: desde hace décadas existen movimientos que intentan producir otro tipo de pornografía o repensar el trabajo sexual”. En ese sentido, pone el foco en la educación sexual integral y la educación mediática como herramientas imprescindibles. “Nos guste o no, las personas (adultas o jóvenes) interactúan con contenidos sexuales digitales. Entonces la pregunta es cómo intervenimos, no para censurar, sino para encuadrar y repensar las formas de imaginar lo erótico”. Cuando se le pregunta si esta apertura podría cambiar la idea misma de pareja o intimidad, responde: “Cada vez que se transforma el modo de ver o practicar la sexualidad, cambian nuestras percepciones sobre lo íntimo. Las tecnologías nos educan, nos enseñan qué es posible, qué nos provoca rechazo o identificación. Por supuesto que influye en la idea de pareja o de vínculo. Como ha influido siempre”. El problema, sostiene, es más profundo: “Lo que está en juego no es solo el erotismo digital, sino la crisis contemporánea de los vínculos humanos. Las dificultades para conectarse afectivamente, los fenómenos de aislamiento, y hasta identidades digitales como los incels son síntomas de un mismo malestar”. La futura apertura de OpenAI al contenido erótico pone sobre la mesa un interrogante más amplio: ¿qué tipo de educación, de regulación y de conversación pública necesitamos para convivir con inteligencias artificiales que no sólo nos informan, sino que también nos seducen? “Habrá que ver qué capacidad tenemos desde la sociedad civil y desde las instituciones para dar la pelea por incorporar una perspectiva de género en éste y en otros temas”, concluyó Von Lurzer. Mientras tanto, el chatbot más famoso del mundo se prepara para un nuevo terreno de experimentación: el del deseo. Y quizás, como suele pasar, la pregunta no sea qué puede hacer la máquina, sino qué revela de nosotros el modo en que decidimos usarla.
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