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  • El Cementerio de Perú al final: el eterno descanso en un Patrimonio Histórico

    Parana » Uno

    Fecha: 12/11/2025 17:09

    El cementerio original era en la calle Perú hasta el final, hasta el arroyo. Pero allí residían los cuerpos de los muertos que menos tenían. Por fuera, aquellos que no eran dignos de poder formar parte de “La Ciudad de los Muertos”. Desde 1824 es propiedad municipal. Costumbres como la de ofrendar flores dan cuenta de las formas de entender la muerte y nuestros vínculos con los muertos, que han ido transformándose a través de los años. Difuntos, pero hoy en día mucha gente acude también al almacén de la esquina de Gran Chaco y España para comprar bebidas y cigarrillos que llevan a sus muertos queridos. Como si los vivos tuvieran la esperanza de que ellos podrían dar una última pitada o sorbo más. Quizás, el deseo de los vivos es que los muertos puedan gozar de los placeres mundanos porque son los únicos conocidos. Los Cementerios guardan memoria El cementerio pone al hombre de cara al misterio que plantea su propio destino. Y surge la necesidad por expresar ideas, sentimientos, testimonios. El cementerio pasa a ser un espacio que se llena de simbologías y de ritos. Hay figuras sorprendentes; algunas arrancan escalofríos y otras siembran curiosidad. Al ser un espacio público y para aquellas familias que tienen solo la posibilidad de poder enterrar a sus seres queridos allí, hay historia, memoria e identidad en todos los espacios que componen el cementerio. La “ciudad de los muertos” es disonante. No hay un nicho igual a otro ni una tumba que refleje los mismos sentimientos que otra. El último espacio al que van los cuerpos debe ser considerado como un templo. Cada parcela, es un terreno. Cada nicho o panteón, una casa (con sus posibilidades). Cada forma de entierro tiene un símbolo y cada espacio se decora como el difunto hubiese querido. El problema nunca fue el muerto que tendrá su eterno descanso en El Cementerio Municipal Santísima Trinidad de Paraná, sino quienes quedan en vida y desean que aún en la eternidad, ostenten de sus atributos humanos. Familias enteras que escriben paredes para mostrar que el amor y el cariño es aún más grande que una simple placa. Como a las preadolescentes le escriben cuando cumplen 15 años, a Benja lo tendrán marcado en el alma para siempre. Es que de eso se trata. El Cementerio Municipal tiene mucha historia desde 1805 hasta esta parte. Cada espacio tiene su impronta y los allegados se apropian de ello. Quizás, los vecinos se crucen con nichos mucho más armónicos y situaciones de extrema pobreza donde un simple “Gomez” escrito con pintura roja debiera ser suficiente para darle identidad a un cuerpo. Con la necesidad de estar “cada vez más cerca del cielo”, se realizan panteones con escaleras, que simbolizan una subida al cielo; techos altísimos, esculturas, dinero invertido en “el bienestar” del difunto. Un modo de plasmar el amor en la eternidad. CEMENTERIO MUNICIPAL ESCRITO EN LOS NICHOS Archivo UNO Panteones ostentosos Es conocido por la población que los panteones del Cementerio Municipal pertenecen a las familias más “importantes” de la región. Cargados de arte e innovaciones, son la última muestra de lo que el muerto deseara. Ese arte expresa el mensaje omnipresente en todo el lugar: el consuelo. Consuelo cuya necesidad, como indicó el escritor Stig Dagerman, es insaciable para la humanidad toda. En el libro “Ciudad infinita”, se cuenta que en el cementerio hay siete edificios que llevan en sus paredes las firmas de Fasiolo y Storti, los mismos constructores que tuvieron a su cargo el proyecto y edificación de la Biblioteca Popular del Paraná. “Los panteones se construían previendo los mínimos detalles de las fachadas, tal como si fueran lujosas viviendas. La presencia de mármol y granito como revestimiento, sumado a los trabajos de vitrales y vidriería pintada, tanto como el uso de grandes puertas de bronce, dejaron su huella de brillo que se encendió al amparo del fugaz modelo agroexportador de la Argentina de finales del siglo XIX y principio del XX”, dice el libro. cementerio recorrida.jpg Ciudad de los muertos Seiscientos panteones, dos mil placas recordativas e incontable cantidad de lápidas, nichos, urnarios y tumbas de tierra. En esa superficie los ricos tienen la posibilidad de su ostentación fuera de hora y los pobres atraviesan la última de las marginaciones. Los mármoles de Carrara que rematan las cúpulas de construcciones con firmas italianas y las cruces de cemento que brotan de la tierra se miran desde lejos. Manteniendo la misma distancia con que se miraban sus moradores aunque el infinito hoy los iguale. La vida prometida por las religiones o la nada no reparan en detalles de arquitectura.

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