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» Elterritorio
Fecha: 12/11/2025 14:21
Se leyó por videoconferencia el fallo del juicio por el Derecho a la Verdad, que reconoció la práctica sistemática de arrojar cuerpos al Paraná durante la dictadura. miércoles 12 de noviembre de 2025 | 6:00hs. Emocionadas Graciela Franzen y Tita Toledo, amiga y cuñada de Carlos. Foto: Jorge Acosta En un aula repleta de estudiantes, familiares, viejos amigos y vecinos, ayer se oía en silencio la sentencia en el juicio por el Derecho a la Verdad sobre el secuestro y homicidio del posadeño Carlos Tereszecuk (24), asesinado en noviembre de 1976 en manos de agentes de la Policía de Chaco y del Ejército. Su cuñada Osvalda “Tita” Toledo miraba atenta en primera fila en el Aula Magna de la Facultad de Humanidades, donde Carlos estudió Trabajo Social en 1972. Fueron seis décadas de investigación, de reconocimiento de huesos y de muestras, pero también de incógnitas y vacíos. Tita reconoce que “pasó mucho tiempo sin saberse” qué había pasado con el hermano de su esposo, Norberto, fallecido hace unos años. Finalmente ayer el Juzgado Federal N° 1 de Resistencia, a cargo de Zunilda Niremperger, dictaminó que la muerte de Tereszecuk fue un crimen de lesa humanidad; que fue ultimado y encontrado el 15 de noviembre del 76 después de estar “ilegítimamente detenido y torturado” en la Jefatura de la Policía en Resistencia, Chaco. En ese fallo también solicitó que se modifique el acta de defunción con los datos expuestos durante la investigación. La exposición terminó y en el aire se avecinaba el canto victorioso. “Carlos Tereszecuk presente, ahora y siempre”, gritaron sus amigos, sobrina y cuñada, con la emoción viva. “Al fin sabemos la verdad, porque mucho se dijo de que estuvo en muchos lugares: se dijo que estuvo en la Masacre de Margarita Belén y ahora sabemos que no fue así”, celebró Osvalda todavía sentida. El fallo de ayer, que se leyó por videoconferencia con sobrinos y hermanos de Tereszecuk conectados desde Corrientes y Chaco, también dejó escrita otra línea para las investigaciones y juicios venideros por los crímenes cometidos en la última dictadura cívico militar. Se reconoció además que el arrojamiento de cuerpos mutilados al río Paraná -donde encontraron los restos del misionero en la costa de la localidad correntina de Empedrado- fue una práctica sistemática del Terrorismo de Estado que entre 1976 y 1983 gobernó el país. “Estos juicios no son sencillos, costó un montón que se haga. Pasaron años para llegar a esta sentencia”, advertía Jorge Trainer, docente y compañero militante de Carlos. Es que, tras más de 40 años sin haber sido identificado, en 2018 el Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf) reconoció sus huesos hallados sepultados como NN en el Cementerio de San Roque de Empedrado. A la sentencia le siguieron abrazos, aplausos, felicitaciones y lágrimas entre los más cercanos y entre quienes siguieron de cerca la investigación estos años. “Es triste saber cómo fuiste arrancado de tus días. Fueron años de búsqueda inalcanzable para saber cuál fue tu destino, y después de este tiempo de lucha, sabemos cómo fue y para recuperar tu memoria, que no se apaga”, compartió Sofía Tereszecuk, su sobrina. Sus colegas y compañeros coincidieron en que “la mejor manera de hacer honor a Carlos es luchar e imitarlo, no llorarlo”, clamó Graciela Franzen, amiga, al terminar el encuentro. El ‘Flaco’ Tita, su cuñada, lo recuerda pícaro e introvertido, siempre dispuesto a ayudar. Sus memorias más vivas son de cuando estudiaba en Posadas y viajaba al interior a militar. Por ese entonces el escenario social y político del país se oscurecía, y Osvalda precisó cómo Carlos se ocultó de los militares, perdiendo así la comunicación fluida que tenía con su familia pero arraigado a sus convicciones. “Era muy introvertido y comprometido, pasaba todo el día trabajando. La familia no estaba al tanto de su militancia, ninguno sabía que era peronista”, recordó Toledo sobre aquellos años que lo trajeron a Carlos a estudiar y militar en Misiones, después de estudiar para sacerdote en Córdoba. “La mamá le decía ‘comprate una camisa’ y él le decía que no se preocupe, que él estaba bien, que lo material era de menos. Él daba su sueldo a los adultos mayores”. Para Osvalda, lo que ayer sucedió “fue una emoción muy grande”. “Siempre esperábamos saber la verdad, nos decían que lo detuvieron acá y allá… Carlos estuvo por todos lados: estuvo escondido en la casa de (Graciela) Franzen, cuando todavía no había pasado a la clandestinidad. Después se va al interior, a la casa de Enrique Peczak del que se hizo pasar por su sobrino y estuvo mucho tiempo en Los Helechos”, reconstruyó sobre el andar de su familiar. Ya era 1976 cuando Carlos decidió ir a Corrientes “y ahí lo detuvieron”. “Muchos compañeros contaron que lo habían visto vendiendo frutas y verduras y que ahí lo detienen”, reconstruyó Tita. Haber escuchado de la Justicia las prácticas a las que fue sometido se sintió haber confirmado aquellos comentarios que por entonces se decían ‘de barrio’, sin mayores precisiones. “En el 76 estaba muy mal; lo torturaron. Un compañero contó cómo lo tenía que bañar, que estaba muy mal”. Memoria y justicia El lugar en el que eligieron proyectar la sentencia no fue casual. El nombre Tereszecuk marcó murales, aulas, encuentros y agrupaciones en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales que lo acogió en la Tierra Colorada. La lectura de la sentencia del juicio por la Verdad de la muerte de Tereszecuk fue declarada de Interés Provincial por la Cámara de Representantes de la provincia. Para la familia de Carlos, el fallo marcó un antes y un después. Tita sostiene que “se hizo justicia. Por fin estamos tranquilos y mi esposo Norberto estará tranquilo, él buscó mucho a su hermano”. Tanto Norberto como la mamá de Carlos aguardaban años esta novedad que ayer no pudieron presenciar: la mujer tenía 94 cuando falleció hace dos años y, dice Osvalda, “siempre esperó saber qué pasó, mi esposo le daba la información que podía”. Hoy “él donde esté, está celebrando”, comparte con una sonrisa pintada en el rostro. Punto aparte dedicó a la instrucción. “Tanto los fiscales como los jueces de Corrientes hicieron un gran trabajo de investigación”, destacó la mujer. Reconstrucción de los hechos El fallo del Juzgado Federal de Resistencia reconstruyó que Carlos Enrique Tereszecuk fue secuestrado los primeros días de noviembre de 1976, y llevado a la Jefatura de Policía de esa ciudad. Allí lo mantuvieron cautivo en el primer piso, acondicionado como un Centro Clandestino de Detención, que era dirigido por fuerzas conjuntas de la Policía del Chaco y el Ejército Argentino. La investigación incorporó testimonios que apuntaron a que el joven estudiante fue visto en pésimas condiciones de salud, por las diversas torturas que había recibido, “siendo tal su deterioro físico, que no podía mantenerse en pie, ni caminar y otro detenido debió bañarlo ante la orden de sus guardiacárceles”, describe el escrito. La sentencia reconoce y ratifica que su muerte se enmarca en un plan de secuestro, tortura y homicidio en el contexto de persecución generalizada y sistemática “por razones ideológicas, dirigida contra la población, y que tenía como objetivo la detención y exterminio de todo aquel que encuadrara en lo que se etiquetaba como opositores al régimen”, precisaron desde la Fiscalía, representada por Diego Vigay. Cuerpos arrojados al río El veredicto también reconstruye la sistemática del Terrorismo de Estado de hacer desaparecer a sus víctimas arrojando sus cuerpos al Paraná. Esto se estableció a partir de las autopsias y el testimonio del médico forense de Empedrado Eliseo Otto y la identificación por parte del Equipo Argentino de Antropología Forense de tres personas desaparecidas, que fueron halladas en el Río Paraná y enterradas como NN en el cementerio de Empedrado. Junto con Tereszecuk, habían enterrado allí a Rómulo Artieda -desaparecido del Centro Clandestino RI 9 Corrientes en mayo de 1977- y de Julio “Bocha” Pereyra -desaparecido en la Masacre de Margarita Belén cometida el 13 de diciembre de 1976-. Se estableció que esta práctica tuvo un patrón común. Los cuerpos eran encontrados desnudos, atados con alambres en pies y manos, con disparos de ejecución en el pecho o el cráneo, con la yema de los dedos cortados para impedir identificarlos y cortes en el abdomen. Cinco juicios de lesa humanidad en Misiones En la provincia, el primer juicio por crímenes cometidos durante la última dictadura se realizó en 2008: allí condenaron a 25 años a Carlos Caggiano Tedesco, por el secuestro del ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Unam, Alfredo González. Éste fue visto por última vez en el centro clandestino conocido como “La casita de Mártires” de Posadas, donde habría muerto bajo tortura: su cuerpo nunca fue hallado. En otro juicio del 2009, el Tribunal Oral Federal de la capital condenó con perpetua a Caggiano Tedesco y a Juan Antonio Beltrametti, hallados culpables de secuestros, torturas y asesinatos durante la dictadura. En 2015, el médico Guillermo Mendoza fue condenado por torturas agravadas en el marco de la “Causa de la Policía de Misiones”, junto a otros ex funcionarios policiales como Omar Herrero y Felipe Giménez, quienes recibieron penas de entre 20 y 21 años de prisión. El último juicio culminó en septiembre de 2021, con nuevas condenas para los ex penitenciarios José María Cuenca y Rubén Alberto Gómez.
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