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    » Diario Cordoba

    Fecha: 10/11/2025 05:05

    Hace años tuve un profesor de latín. Era un hombre de aspecto macilento e íntegro, como un filósofo antiguo. Seguramente lamentaba la falta de interés de los alumnos en la materia que impartía, pero abordaba las clases con dignidad, sin queja. Bromeaba para dentro, sin esperar aplausos. Nos hablaba de usted y no hacía ningún esfuerzo por caernos simpático, motivo por el que me pareció simpatiquísimo. Durante sus clases, traducíamos versos del latín, algo que ahora me parece increíble haber hecho. El pasado es una mentira como otra cualquiera. Un día escribió en la pizarra: «Fugit irreparabile tempus». Todos teníamos claro el sentido de lo que había escrito, pero ninguno eligió las mismas palabras para traducirlo. «El tiempo se desvanece irremediablemente», escribí. Al leerlo, me miró y me dijo: «Muy bonito, sí», y asintió. No añadió nada más, pero para mí fue suficiente como para que me invadiera la sensación de triunfo. La contención está emparentada con el éxtasis. Aquello fue un gran día, una gran semana, un gran mes. No recuerdo el nombre del profesor. No tengo ni idea de latín. Quizá todo sea fruto de mi imaginación. Todo cambia y nada cambia. El mundo de hoy no tiene nada que ver con el de hace años; sin embargo, los temas que de verdad nos importan siguen siendo los mismos, y estos pueden reducirse a uno: el paso del tiempo. Hace un año publiqué mi primera columna en este periódico. Llamo a esto columna por su forma, no por el fondo; como Josep Pla, valoro más la descripción que la opinión, y hasta ahora he podido escribir a mi aire. Empecé con la idea de contar Córdoba desde diferentes barrios, pero no siempre he respetado esa idea. «Hacemos planes y luego la vida hace lo que le da la gana», eso fue lo primero que escribí por aquí. Quizá tenga esto más que ver con un diario que con un texto periodístico. Mi opinión varía en ese sentido. Tampoco sé por qué escribo, por qué voy por la vida dejando migas. Quizá intente exprimir lo que vivo o vivirlo dos veces, la verdad es que no lo tengo claro. A veces solo tecleo por si así me entero de lo que pienso. En cualquier caso, vuelvo cada semana, trato de construir una rutina en la que atrincherarme, y he descubierto que la repetición no está emparentada con el aburrimiento. Los desayunos y los paseos cambian. Las conversaciones todavía desembocan en finales abiertos. Si me paro a imaginar cómo será mi vida dentro de un año, me entra la risa. Aun así, tengo alguna certeza: los grandes temas serán los mismos, pero elegiré palabras distintas. Así me enfrento al tiempo. *Escritor

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