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  • Un accidente, una pulsión de muerte y el largo proceso para escapar del consumo: “Estoy mejor ahora que cuando tenía dos piernas”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 08/11/2025 05:24

    Un accidente, una pulsión de muerte y el largo proceso para escapar del consumo: “Estoy mejor ahora que cuando tenía dos piernas” Nicolás Terán descubrió hace pocos años que no era solo una travesura, sino un indicio. Fue una epifanía: recordó que se gastaba la plata que tenía para almorzar en los fichines de la avenida Cabildo para jugar horas al 1942, un juego de aviones, un arcade de desplazamiento vertical, popular en los años noventa. No comía, solo se tomaba un naranjú, y hasta faltaba al segundo turno del colegio. Por entonces vivía en Belgrano con su familia. Jugaba al fútbol y al tenis en River. Tenía solo doce años y había perdido el interés en el estudio y en el deporte. Lo identifica, a los cincuenta años, como su primer consumo problemático. Después hubo otros. Había encontrado un equilibrio entre el consumo de alcohol y cocaína para sostener lo que él define como su personaje: un tipo canchero, desinhibido, irónico, locuaz. Toda una pantomima. La distorsión de la imagen personal: “Es una enfermedad de negación absoluta”, dice hoy lo que antes no podía distinguir. Un accidente en moto que le provocó la amputación de tres cuartos de su pierna no bastó para despertarlo. En la internación, mezclaba alcohol en gel con jugo de frutas para despuntar el vicio. El fondo estaba aún más abajo. Un llamado a su mamá, la humillación de caerse en un partido de fútbol y un ultimátum de su hermana sirvieron de clics para despabilarlo. Las adicciones habían derrumbado su vida. Hasta el 15 de abril de 2020. Permanece limpio desde entonces: van 2033 días. Hoy es director de comunicación en la Fundación EIRA, no tiene miedo de volver a caer en el consumo porque arma diariamente sus propios grupos de alcohólicos y narcóticos anónimos, si ve en la calle a un amputado sin prótesis frena para ayudarlo, lucha por los bancos de donaciones de prótesis y jura que ahora está mejor que cuando tenía las dos piernas completas. Pero en esas tardes de fichines, rodeado de jóvenes más grande que él, marca el origen de su extravío. “La típica: quería pertenecer a un grupo más grande, los veía cancheros. Si estos chicos están todo el día acá jugando, que es lo que a mí me gusta... No me daba cuenta de que eso ya me había empezado a desviar. Un día me invitaron a un boliche, a una matiné, y tomé cerveza. No me olvido nunca más de eso, porque mi primer trago de cerveza fue como que se despertó algo en mí. Yo era muy tímido. Entré a un boliche, pude hablar con una chica, pude bailar". —Fue linda la sensación. —Fue una sensación de libertad y de poder. Me dio algo que no tenía. Que yo en realidad sí lo tenía pero era un chico, lo tenía que trabajar. Yo creo que las sustancias lo que hacen es acelerar por ahí un proceso. Hoy no tengo dudas: me reconozco como adicto en recuperación, estoy predispuesto, tengo ciertos patrones de conducta donde empiezo a consumir algo y no paro. "Estoy vivo de milagro", la entrevista completa de Nicolás Terán con Infobae. —¿Fue la puerta de ingreso a otro tipo de drogas? —Sí, el alcohol. Y cuando conozco la cocaína fue en un boliche que yo ya había quebrado… me sentía muy mal porque había tomado mucho. Estaba en un boliche y tomaba muy poca agua. Tenía mucha tolerancia al alcohol. Siempre la tuve. Un amigo se tomaba una copa, yo me tenía que tomar cuatro y estábamos casi igual. Entonces, como es lento y progresivo, después con el tiempo cada vez te pide un poco más porque el cuerpo va asimilando esa dosis. Así funciona creo yo… No soy médico. Estaba en el baño de un boliche, estaba quebrado, entré al baño, vomité. Un pibe que entraba a tomar merca, me vio y me dijo “¿querés un poquito de esto? Estás doblado”. Para mí la cocaína era como… eso sí es la droga. Eso es droga. —¿En la que estabas vos no? —Claro. Tomé como vino y me crecieron alas… Eso sí que fue muy impactante. Todo esto lo veo hoy. No es que en el momento era muy consciente. Pero dije “listo, encontré el matrimonio perfecto”. Yo chupo, me desinhibo, la paso bien, se empieza a aparecer un personaje en mí canchero, desenvuelto. —¿Te lo festejaban ese personaje? —Lo festejaba la gente que no conocía. —Eras el alma de la fiesta. —Sí. Después terminás siendo el payaso de la fiesta. Es medio de manual esto. Y ahí dije “encontré esto, tomo, me desinhibe, sale un personaje canchero. Como no lo puedo controlar y tomo de más, cuando empiezo a sentirme mal tengo lo que se llama el ayudín, me tomo un saque y lo equilibro”. Y así iba. Nicolás Terán: ""Yo vivía lastimándome. No poder sostener un trabajo. No poder sostener una relación. Estar escapando todo el tiempo de todos lados"" —Durante todos esos años el consumo fue constante, nunca se interrumpió. —Nunca se interrumpió. De cuajo nunca. Por ahí sí muchas veces yo dije “che, ayer hiciste un papelón Nico”. Ni hablar cuando me compré la moto. Mi mejor amigo me dijo “vos estás loco, te vas a matar o vas a matar a alguien”. —Cuando te decían hiciste un papelón de qué estaban hablando, qué pasaba. —No, me ponía en payaso. El papelón de un tío borracho. Hablar de más. Yo soy muy irónico, ¿no? Y el alcohol en un momento me empezó a poner irónico y punzante. Entonces era… —Malo. —Malo. Yo tenía un amigo que me decía “uh, apareció el turco malo”. A mí me decían el turco en un momento. —Había una negación del problema. —Es una enfermedad de negación absoluta. La negación es abismal. Yo perdí tres cuartos de mi pierna derecha… —¿Qué pasó? —El peor error de mi vida fue comprarme esa moto. Hoy lo veo como que fue un puente hacia mi libertad. Si yo no hubiese tenido ese accidente no sé qué hubiese pasado con mi vida. Nunca lo voy a saber, ¿no? Pero yo creo que fue un parate del universo que me dijo “loco, hasta acá porque te vas a matar”. La moto me la compré de un día para el otro, así tomaba las decisiones. Mi mejor amigo se había comprado una moto, laburaba conmigo. Yo vivía en Palermo, él vivía en Bella Vista y me decía que llegaba re rápido al laburo y dije “bueno, me voy a comprar una moto”. Me dijo “vos no podés comprarte una moto Nico”. “¿Por qué? Si vos tenés”. Me dijo “porque sos alcohólico, boludo”. “¡¿Qué?!”. —¿Era la primera vez que alguien te decía que eras alcohólico? —Así tan frontalmente sí. —¿Te enojaste? —Mucho. Y fui y me compré la moto. Mirá, después del accidente mi hermano trillizo me dijo que mi vieja estaba pensando contratar a alguien para que me la robara. Mi vieja estaba ya muy preocupada por mi forma de consumir, imaginate con una moto. Yo la dejaba en la puerta de casa en Palermo. Pero mi vieja después le dijo algo que es verdad: “Se va a comprar una al día siguiente y más grande”. Y era así. —Qué fuerte, ¿no? —Fuertísimo. ¿Sabés qué es lo más fuerte? Que todo el mundo lo vea tan claramente y uno no. —Qué impotencia que debían sentir ellos. ¿A cuánto de tener la moto fue el accidente? —Cuatro meses. Nada. Fue el sábado 20 de diciembre de 2014. —¿Habías tomado? —Había tomado la noche anterior… Yo habré salido de casa a las cinco de la tarde. Salí a la noche: salía jueves, viernes, sábado. Bueno, había salido el viernes. Siempre iba al bar de unos amigos. Un bar de jazz. Ahí arrancaba mi noche, era como mi segundo hogar. Aparte me había armado un personaje. Para mí ser un alcohólico era estar tirado debajo de un puente, en situación de calle. No es eso. Vos podés ser alcohólico tomándote una copita todas las tardes. Hay diferentes grados de alcoholismo. Entonces yo iba al bar este de jazz y era muy cool en la barra, me tomaba un whiskicito y escuchaba Miles Davis y qué sé yo. Y después tipo doce conseguía un poco de cocaína y ya empezaba con eso. Nunca tuve un consumo de cocaína de estar dos, tres días consumiendo. Nunca. Sí después del accidente, ¿no? Nicolás Terán: ""El peor error de mi vida fue comprarme esa moto"" —El día del accidente fue un sábado. —Una tarde de sábado. Salí el viernes, conocí a una chica, nos fuimos a dormir a mi casa. La llevé al mediodía en la moto, ella bailarina, a un ensayo que tenía en el Teatro San Martín. Volví. Imaginate que pasé por ese día millones de veces, millones de veces volví a revivir ese día. Y me preguntaba ¿por qué no salí un segundo después?, ¿por qué agarré esa calle? Hasta que lo pude soltar y empezar a sanar. Habíamos dormido muy poco. A las doce la estaba llevando a un ensayo. Volví a mi casa. Me acuerdo patente, cómo no me voy a acordar. Yo vivía en un PH con escaleras. Fui al cuarto, pum. Comí algo, había una pizza fría. Subí. No podía dormir porque estaba pasado de sueño. Me puse a ver Los Simpsons, Telefé, sábado. Y llamé a una mujer a la que yo le compraba cocaína. Mira qué loco porque me dijo “en quince minutos estoy”. Yo le digo “no, decime dónde estás que voy yo”. La ansiedad que yo manejaba. No sabía si quería consumir, necesitaba tenerla ya. Voy yo. Yo vivía en Bonpland y Soler. Voy por Libertador. Después dije “no, fin de año, la gente anda medio loca manejando”. Voy por adentro, mejor. Mirá mi consciencia cómo me cuidaba. Agarré Loyola, llegué a Serrano, cruzó un pibe que tenía 18 años en ese momento a una velocidad… me reventó. Estoy vivo de milagro. —Te tuvieron que amputar la pierna. ¿Fue como consecuencia del accidente o por lo que pasó estando internado? —No, fue consecuencia del accidente. La pierna era insalvable. Hoy con el diario del lunes digo menos mal que me tuvieron que amputar porque yo jamás hubiera aceptado que me amputaran. Hoy trabajo mucho con amputados y no los juzgo: veo muchos casos donde la quieren salvar como puedan y terminan teniendo una vida de mierda con clavos, tres operaciones por año, mucho dolor, caminando muy mal. —Vos llegás inconsciente. —Yo no. Yo me despierto. El SAME llegó a los 40 minutos recién. Lo último que vi fue que venía un tren bala y lo último que pensé fue “chau Turco, pobre mami”. Fue mi último pensamiento porque dije “esta no la cuento”. Había en ese lugar un ángel justo que estaba fumándose un cigarrillo en el balcón de su casa. Me chocó, salí volando, choqué a metro y pico de altura. Decí que venía con casco, si no no lo contaba. Y choqué contra un negocio de vestidos de novia que sigue estando en esa esquina. Estaba este Juan Carlos, un ex bombero, que vio todo el accidente, bajó corriendo, me hizo un torniquete. Ese hombre me salvó la vida a mí. Y se quedó conmigo 40 minutos hasta que llegó al SAME. A los 30 minutos me desperté más o menos. No me acordaba ni mi nombre. La pierna estaba destrozada. Lo que él intentó hasta último momento era que yo no me viera. En un momento me la vi y empecé a enloquecer. Estaba en bermudas, era pleno verano. Y me dijo “Nico, quedate quieto y callate la boca porque te estás muriendo”. Y ahí yo me quedé. En esos 40 minutos se me infectó mucho la pierna. Una de las bacterias explota el 24 de diciembre a las once y pico de la noche. Nochebuena. Y entro a quirófano, me tienen que amputar de urgencia. Intentaron salvarme un poco, tuvieron que amputar de nuevo. En la tercera amputación, pip... Y yo creo que ahí fue mi vieja la que me revivió, no tengo ninguna duda. Desesperante. Me desperté a la mañana del 25 con tres cuartos de mi pierna derecha menos. Me quería morir. No quería saber más nada. Fue muy duro. Para mí y para mi familia. El accidente de moto en 2014 obligó a la amputación de tres cuartos de la pierna derecha y fue un punto de inflexión. —¿Cuánto tiempo estuviste internado ahí? —Tres meses habré estado, no recuerdo muy bien. Tres meses, tres meses y medio. —¿Aceptaste fácil la pierna ortopédica? —No, fue todo un proceso. Todo a partir de ahí empezó a ser un proceso. Creo que negué mucho también lo que me había pasado. Me puse a ver videos. Me obsesioné con la parte física. Salgo de ahí, vuelvo a vivir a lo de mi vieja y lo del marido de mi vieja. Ya mi cabeza todo el tiempo “che, ¿qué vas a hacer con el tema del consumo?”. No lo hablaba con nadie. Me seguía haciendo el boludo. —Pero vos no le adjudicabas la responsabilidad. —No, todavía no había asumido la derrota contundente y la impotencia absoluta que tengo frente al alcohol. —No fue haber perdido tres cuartas partes de una pierna, no fue tu tocar fondo. —No. Fue un fondazo. Pero no fue el fondo. Siguió. Yo hice una rehabilitación física muy rápida, muy rápida. Siempre fui muy bueno con el deporte y con lo físico. Me dijeron que iba a caminar más o menos a los nueve meses, a los seis meses ya estaba caminando con la prótesis. Pero hubo un día que… Me acuerdo: estábamos en una cancha de fútbol. Fui a jugar al fútbol, quise pegarle a una pelota y me caí. Lo que más extraño en el mundo es jugar a la pelota. Volví a mi casa y no paré de llorar. No paré de llorar. No paré de llorar. Yo todo lo negaba, todo lo postergaba. Todo primer paso es aceptar lo que a uno le pasa. Yo no aceptaba. Como no había aceptado hasta ese momento la derrota contundente frente al consumo que me llevó puesto el alcohol, tampoco aceptaba que había perdido una pierna… —Nico, vos en ese tiempo que estuviste internado habías estado en abstinencia. ¿Qué te pasó ahí? —Le pedía a mis amigos que me llevaran marihuana. Algunos amigos me llevaban porque los obligaba. Manipulé mucho. Me comía la marihuana porque no la podía fumar. Entonces comía piedras de faso. Mis viejos se dieron cuenta. —¿Eso en el hospital? —En el hospital. Una vez me puse a consumir alcohol en gel. Me armaba un traguito: me pedía ensalada de fruta y hielo y me armaba una especie de clericó. —Hoy ves esa imagen y ¿qué te pasa? —Y digo “guau, qué poco que me quería, a dónde llegó todo, ¿cómo no la vi antes?, ¿cómo no escuché antes?”. Porque yo sabía que tenía problemas muy serios de consumo. —No terminó ahí todo… —No terminó ahí todo porque estoy vivo, estoy vivo de milagro. Sobre todo por lo del accidente. Hay algo muy significativo. Yo siempre decía que había perdido la pierna derecha. “Perdí la pierna derecha”. Una vez que empecé a estar en recuperación, a estar sobrio, empecé a decir que había perdido tres cuartos de mi pierna derecha, que es realmente lo que perdí. Yo empecé a valorar lo que había quedado. Y a mí me quedó un muñón espectacular. Hoy que trabajo o trato de ayudar a amputados que andan por la calle y justamente no tienen acceso. Esta conciencia de que esto a mí me pasó por algo también. Nicolás dejó el consumo el 15 de Abril de 2020, hoy colabora con otros adictos en recuperación en Fundación Eira. —¿Y cómo se vuelve a oscurecer todo de nuevo? —Tuve que empezar en un momento. Me vi con una pared que decía amputación, adicción. Llegó un momento donde no pude más negar, postergar esa aceptación. Porque ya era tan evidente en mi vida. Estaba tan a la vista todo. Y yo creo que fue el trauma que tuve que empezar a aceptar de la pierna, que fue cuando me pasó esto de ir a jugar a la pelota y dije “ah papu, es esto…”. —¿Te deprimiste? —Mucho. Yo siempre tuve tendencia más que a la depresión, a la melancolía, pero era parte del personaje. El tango. Pero sí, nunca había estado tan deprimido. —Nosotros hablamos siempre mucho de la familia y de la importancia de la familia en todo el proceso y la importancia de los límites. ¿Faltaban límites? —No, no sé si faltaba límites. Hicieron lo que pudieron. Fue un montón. La primera vez que mi vieja me puso un límite fue después del accidente. La llamé un día desesperado porque yo había alquilado mi departamento, me había ido a vivir con una novia que me terminó rajando por lo que yo chupaba en casa, andaba deambulando de hotel en hotel y mi vieja no me quería recibir en su casa. Yo no podía usar mi propia escritura de mi departamento, necesitaba otra escritura... Y mi vieja me dijo “bueno, si no tomás por un mes yo te voy a prestar la escritura”. El día que yo tenía que firmar, ya había visto un departamento, necesitaba que mi vieja me pasara la escritura de su casa, la llamo y la llamo en pedo. Yo pensaba que no lo iba a notar. Mi vieja se debía dar cuenta en un microsegundo. Me dijo “uh, tomaste de nuevo Nico”. Fue la primera vez que me puso un límite y me dijo “no te la voy a dar”. “Internate mi amor -me dijo-. Internate”. “Me tiro debajo de un bondi si no me la das”. Mi vieja llorando “internate Nicolás, internate”. Y me cortó el teléfono. Fue la primera vez que mi vieja me puso un límite. Yo creo que ahí hubo un clic. Yo tuve varios clics. Fue una sucesión de clics. Ese fue uno. —Se fue poniendo cada vez más oscuro. ¿Qué pasó? —¿Qué pasó? Me llevó puesto. Me arrasó. Arrasó con mi vida. No solo con mi vida social y laboral, vocacional, artística, con los vínculos, arrasó con las ganas. Apareció una pulsión de muerte espantosa. Estuve dos meses pensando qué hago acá. “No hay más nada -dije-. No hay más nada para mí”. El último día que consumí ya estaba desesperado, con pensamientos suicidas. —¿Estaba la fantasía de lastimarte? —De lastimarme, de suicidarme. Obvio que estaba. Era una fantasía por suerte, ¿no? Porque estoy acá. Pero sí que estaba. Hubo una mañana en la que me llamó mi hermana trilliza y me dijo que si volvía a llamar así alcoholizado y a hablar con mis sobrinas o con ella me iba a bloquear de su vida. Y ahí hubo un clic. Esto fue plena pandemia. El 15 de abril de 2020 fue el primer día que estuve limpio hasta el día de hoy. Son cinco años y seis meses justo hoy. Y no fue fácil. No fue nada fácil. Sabe que acceder a una protesis es muy costoso por eso trabaja desde sus redes (@nicoteran1975) para acompañar a quienes no pueden costearla. —¿Sentís que fue ese llamado? —El llamado creo que fue en lo terrenal. Después en lo espiritual… Yo creo que fue un llamado a la vida. Muy adentro mío quedaba un cachitito de luz, una rendija ahí y creo que me agarré de eso y empecé a vivir de nuevo. Yo no estaba viviendo. Yo vivía lastimándome. Lo peor es que me veo identificado. Yo vivía lastimándome. No poder sostener un trabajo. No poder sostener una relación. Estar escapando todo el tiempo de todos lados. —Te agarraste de las ganas. —Sí, me agarré de algo, no sé de qué… Hay algo que dicen en los grupos que a mí me cuadra mucho. Es una frase: el don de la desesperación. Yo no sabía que la desesperación pidiendo ayuda, parando de consumir pase lo que pase, se podía transformar en un don. Es más, a mí me hablabas del don de la desesperación y decía “dale, no me jodas, esas frases hechas”. —¿Qué le decís a tu familia hoy? —Que los amo. A mi hermana, yo por Carina dejó la vida por mí. La vida. Que acá estoy. Que acá estamos. Mi madre ahora está transitando un tema de su vejez viste, un deterioro cognitivo ahí y yo estoy. Yo no podía estar. Yo no estaba. Volví a estar y volví a estar con una firmeza y una seguridad que todavía me sorprende. Estoy con una confianza que no había tenido nunca. Y después es medio 2+2, ¿no? Sí es mi vida. Sí es lo que me pasó. Sí puedo ayudar a otros. Pero después es tan simple: si yo me tomo algo que a mí me envenena, me voy a morir. Si lo dejo de tomar empiezo a vivir.

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