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» Diario Cordoba
Fecha: 07/11/2025 12:26
Desde que escuché (y vi hace más de un año) la versión sinfónica de Mi agüita amarilla -la célebre canción de Pablo Carbonell- tocada con orquesta filarmónica y coro, ningún otro músico contemporáneo me había vuelto a pillar por sorpresa en este sentido. En estos días que estamos rodeados del peor barro político, de dimisiones, acusaciones, declaraciones, de errores en cribados, de familiares de políticos enjuiciados, de fiscales acusados, de reyes que no reinan (pero sí escriben...), aparece de repente Rosalía con su música celestial para llenarnos de fe en ella, en el arte, en la música y en la Lux. Ella, una mezcla perfecta de talento, creatividad y apoyo industrial sin paragón ha conseguido, en apenas una semana, un impacto en su generación que será realmente significativo, al que todos los profesores de arte deberíamos estar agradecidos. Ser docente en el siglo XXI es una labor fascinante, pero de alto riesgo. Un riesgo que, en ocasiones, casi te acerca (metafóricamente) a las misiones para evangelizar a tu alumnado, para inculcarles la pasión por el conocimiento en una sociedad que los quiere poco más despiertos que una ameba unicelular. La dificultad principal está en conectar con ellos, ya que no tienen absolutamente nada que ver con sus predecesores: no hay referencias comunes, han roto con todos los referentes anteriores. En mi programación tengo que explicarles, entre otros temas, qué es la belleza, el horror e incluso, qué es lo sublime. Para esto último siempre recurro a la música, a la ópera en concreto. No hay mejor forma de hacerlo que con un fragmento de Don Giovanni de Mozart, de su Réquiem, de Orfeo et Euridice de Gluck o con Madame Butterfly... Casi siempre funciona, cuando les das un par de claves es difícil que no les llegue, a pesar de que algunos fragmentos -como de la Lacrimosa, por ejemplo-, a veces, los conocen porque se usan para memes. Es lo que hay. Sé, perfectamente, que esta genia va a hacer más por la música instrumental, la ópera y lo sublime que el mismo Mozart con respecto a la generación de veinteañeros que están en la universidad. Este curso no tendré que explicarles la emoción, el amor, la potencia de este tipo de obras operísticas o instrumentales porque Rosalía se lo ha explicado desde su lenguaje, desde su época. Es probable que, para ellos, la artista haya hecho ya historia. También entenderán mejor que, al margen de la religión, los seres humanos somos formas vivas espirituales y esa espiritualidad la puedes encontrar en cuadro, en un amigo, tomándote un café, haciendo tu cama, planchando, siendo amable o machacándote en el gimnasio. Sólo ella, la Rosalía, podía hacerlo de este modo.
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