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Paraná » Confirmado.ar
Fecha: 04/11/2025 00:39
                            El nuevo capítulo de privatizaciones anunciado por Javier Milei no tiene nada de novedoso ni de “revolucionario”. Es la vieja receta del saqueo, disfrazada de libertad económica. Entregar Arsat, Aerolíneas Argentinas o el Correo Argentino no es eficiencia: es rendición. Por AD No hay nada más viejo que un gobierno que promete libertad mientras vende la soberanía. Javier Milei insiste en presentarse como el libertador de un Estado “ineficiente”, pero en realidad está cumpliendo el viejo sueño de los grupos económicos: hacer caja con los bienes públicos y dejar al país de rodillas ante el capital extranjero. Su nueva agenda de privatizaciones abarca áreas tan sensibles como la energía, el transporte y las comunicaciones. En el listado figuran nombres que no son simples empresas, sino símbolos de la Argentina moderna y de la capacidad de un país de sostenerse por sí mismo: Arsat, Aerolíneas Argentinas y el Correo Argentino. Cuando un presidente decide desprenderse de sus satélites, de su línea aérea de bandera o de su red postal nacional, no está reformando el Estado: lo está desmantelando. La supuesta “eficiencia privada” es una excusa. Ya la vivimos en los 90, cuando se remataron las joyas del patrimonio nacional. ¿El resultado? Tarifas impagables, servicios que abandonaron el interior, despidos masivos y empresas que nunca invirtieron un peso más de lo necesario. Arsat no es solo una empresa: es el cerebro digital del país, el proyecto que permitió conectar escuelas rurales, universidades y pequeños pueblos. Aerolíneas Argentinas no es un capricho estatal: es la única garantía de que Formosa, Ushuaia o Catamarca no queden aisladas del mapa. El Correo Argentino, con todas sus falencias, sigue siendo la presencia del Estado en cada rincón donde el mercado jamás llegará. Milei habla de libertad, pero la libertad sin soberanía es una trampa. Un país sin control sobre su energía, sus rutas, sus cielos y su información, no es libre: es dependiente. Lo que hoy se presenta como “modernización” es, en realidad, una entrega planificada, una liquidación exprés de activos públicos a precio de ganga, mientras los verdaderos beneficiados —los grandes grupos económicos— celebran desde afuera. Privatizar Arsat es perder el control de nuestras comunicaciones. Privatizar Aerolíneas es dejar a miles de pueblos sin conectividad. Privatizar el Correo es romper el último hilo que une al Estado con su gente. Y todo eso, se hace en nombre de una supuesta “eficiencia” que nunca llega, pero que siempre justifica el negocio de unos pocos. El país no se vende, se defiende. Y hoy más que nunca, la verdadera libertad está en resistir la entrega. Periodista de investigación Post Views: 10
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