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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/11/2025 06:49
La belleza de la semana: 6 cuadros fundamentales en el Día del Artista Plástico Argentino Cada 3 de noviembre se conmemora el Día del Artista Plástico Argentino. En todo el país se hacen reuniones, celebraciones y homenajes. ¿Hoy los artistas argentinos dibujan, pintan, crean o se lo toman como un feriado, como un día de descanso? La fecha se eligió en honor a Prilidiano Pueyrredón, un pionero del arte en este rincón del mundo. Falleció un día como hoy de 1870, a los 47 años de edad, en la quinta familiar de San Isidro. A continuación, una selección, siempre injusta, de artistas. Primer desnudo femenino en Buenos Aires Podríamos elegir cualquiera: Un domingo en los suburbios de San Isidro o Lavanderas en el bajo de Belgrano o Bosque de Palermo o Costa del Río de la Plata o El rodeo. Pero hay una que sobresale en la producción de Prilidiano Pueyrredón: El baño, de 1865. Una mujer sonríe con picardía adentro de una bañera. Está desnuda, naturalmente, y gira su cabeza para mirar a su derecha. ¿Hacia la puerta? Uno podría imaginar, además, que posiblemente haya llegado alguien que ella espera. "El baño" (1865) de Prilidiano Pueyrredón “Sin duda, el realismo de la representación es una audacia para el año 1865, más aun por el carácter de retrato de la representada desnuda, carente de cualquier idealización”, escribió el historiador del arte Roberto Amigo sobre este cuadro que se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes. Cuando la pintó, Prilidiano ya era ingeniero y un sofisticado pintor, aunque en la pacata sociedad porteña de entonces se lo creía inmoral. ¿Por qué? Fue el primer pintor de desnudos femeninos en Buenos Aires. Hay que destacar que se lo conoce más por sus paisajes costumbristas de la vida rural. También por muchos retratos a personas destacadas. Este cuadro es, podría decirse, una anomalía en su obra. Una mujer desnuda, a la cual se le desconoce el nombre. Pueyrredón murió cinco años después de pintar El baño. Tenía 47. Fue el 3 de noviembre de 1870. En los años siguientes nadie habló de él. Su obra pasó al olvido. Hasta los años treinta cuando se lo redescubrió como el precursor de la pintura nacional. Huelga y singularidad Un clásico del arte argentino es, sin lugar a dudas, Manifestación, de Antonio Berni, de 1934, que hoy está en el Malba. Según una aguafuerte que integra la carpeta Unidad, publicada en Buenos Aires durante 1936, se trata de una protesta que efectivamente ocurrió y que parece inspirarse en los personajes que miran hacia lo alto en el Expolio de Cristo del Greco. Los manifestantes observan a un orador que está fuera de la escena y situado más alto que la multitud. Una representación de nuestra Argentina politizada. Escribe el crítico Guillermo Fantoni: “En Manifestación, Berni dispone figuras en poderosos primeros planos que se suceden hacia el fondo conformando un mar de cabezas; sin embargo, no se trata de una masa indiferenciada, ya que cada componente del conjunto –que experimenta una situación de huelga y ha acudido a una concentración portando carteles– exhibe rasgos y actitudes que lo tornan singular”. Berni nació en Rosario en 1905 y murió en Buenos Aires en 1981. "Manifestación" (1934) de Antonio Berni El problema del indio A días de cumplir los cuarenta años, Ángel Della Valle pintó la primera obra de arte genuinamente nacional. Estamos hablando de La vuelta del malón, de 1892. Fue realizada expresamente para la Exposición Universal de Chicago, que celebrara el cuarto centenario de la llegada de Colón. Logró un premio en esa gran muestra. Della Valle, porteño de cuna, que murió en Buenos Aires en 1903, es representante de la Generación del 80, pero sobre, junto a Eduardo Sívori y otros artistas, del realismo pictórico. “El caballo blanco transmite una pureza que no supera a esa cautiva, que cae sobre su peso rendida sobre otro salvaje (...) en esta escena de horizonte eterno, la luz parece surgir de ella. Y ella, la cautiva, y él, el caballo de mirada hiriente, protagonizan una obra potente, cruda y que ponía en evidencia ‘el problema del indio’, aún cuando estos ya habían sido mancillados en las que habían sido sus tierras”, se escribe en una larga nota dedicada al “problema del indio” en la pintura rioplatense. "La vuelta del malón" (1892), de Ángel Della Valle La bronca, la indignación Sin pan y sin trabajo, obra que Ernesto De la Cárcova, muestra el flagelo que genera la pobreza en una familia. La tristeza, el miedo y el hambre se pueden ver en los rostros de estos adultos que se asoman por la ventana, donde observan como un grupo de manifestantes es reprimido. Arrancó como un boceto en Roma y se terminó en Buenos Aires en 1894. Es un cuadro del movimiento conocido como “realismo”, una rama muy comprometida con las clases bajas y las problemáticas sociales. En la obra pueden verse detalles que acrecientan la denuncia del artista: la elección de los colores oscuros y fríos, la mesa vacía, las herramientas sobre ella sin ser utilizada, podrían corresponder a un trabajador desocupado, la inclinación del hombre hacia la ventana. La figura de la mujer con el niño en brazos, con una expresión vacía en el rostro, hace como contrafigura de la tensión dramática del obrero y representa la miseria urbana. Además, el puño cerrado sobre la mesa: la bronca, la indignación. "Sin pan y sin trabajo" (1894) de Ernesto de la Cárcova Sin pan y sin trabajo se presentó en el segundo Salón del Ateneo en Buenos Aires, luego de que el artista se afilió al recién creado Centro Obrero Socialista, que luego se convertiría en el Partido Socialista. Los diarios de Buenos Aires destacaron el cuadro de De la Cárcova como la gran revelación de 1894. Nacido en Buenos Aires el 3 de marzo de 1866, e inició su formación artística con el pintor piamontés Francesco Romero, en 1882, en la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. Después viajó a Europa. El eco dramático El mundo como un apocalipsis que acaba de concluir. Las cuatro mujeres que protagonizan esta obra de Raquel Forner —argentina, porteña, nacida y muerta en la Ciudad de Buenos Aires— titulada El drama tienen mucho que decir. Sus sus gestos dramáticos no contrastan con la postura que mantienen: están de pie y, en medio de tanto dolor —la pintura es de 1943: la Segunda Guerra Mundial no daba señales de terminar y el nazismo seguía ensanchando su horror—, parecen gritar: nunca más. “Necesito que mi pintura sea un eco dramático del momento que vivo”, dijo en 1938 después de haber presentado Mujeres del mundo, una obra que tiene muchas similitudes con El drama, no sólo en la forma de componer una escena y la figuración de sus personajes, también en el tema. Para entonces, Forner ya tiene una idea muy concreta de lo que quiere mostrar y problematizar en sus lienzos. El drama, gran óleo en proporciones, está en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. “El drama” (1942) de Raquel Forner Alegorías y vanguardias A los 14 años, Lino Enea Spilimbergo decidió que tenía que trabajar y que el arte, eso que entendía que era su verdadera vocación, debía correr por un carril distinto al de la rentabilidad económica. Fue cadete y telefonista. También ingresó a la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos, un “trabajo esclavizante en extremo”. A la par estudió el profesorado de Dibujo de la Academia Nacional de Bellas Artes y se recibió en 1917 con apenas 19 años. Uno de sus profesores fue, justamente, Ernesto de la Cárcova. Año 1925. Cruza el Océano Atlántico y llega a Italia para estudiar a los artistas de los siglos XIV y XV. Observa el muralismo con interés. Durante los dos años siguientes, en Francia, estudia en la Académie de la Grande Chaumière por las mañanas y concurre por las tardes al taller de André Lhote, donde se introduce en la escuela poscubista y toma elementos de Paul Cézanne. Lo que logra Spilimbergo en Europa es construir un estilo bien personal como síntesis de todos esos movimientos y escuelas que lo han influido. “Terracita” (1933) de Spilimbergo, Lino Enea En medio de un gran debate en torno al arte y “lo real”, Sipilmbergo toma elementos de la perspectiva de Giorgio de Chirico y el movimiento artístico Scuola metafisica. Así, las terrazas se convierten en alegorías, escenarios universales donde conviven géneros tradicionales de la pintura con gestos profundamente vanguardistas. Son su campo de batalla. De esa época es esta obra, Terracita, pintada en 1933, un óleo sobre tabla de 23,5 x 58,5 cm que hoy está en el Museo de Bellas Artes.
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