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  • Escenario global en el 2040

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/11/2025 06:44

    China y Estados Unidos continúan como superpotencias, pero deben negociar con potencias intermedias como India, Rusia, Japón y la Unión Europea Ciertos indicadores de los factores portadores de futuro están mostrando que las actuales potencias principales y las intermedias se consolidarán a lo largo de los próximos años. Es poco probable que haya grandes cambios geopolíticos que determinen escenarios muy distintos a los que se visualizan hoy en día. El mundo multinodal, con varios nodos de poder cooperando y compitiendo entre ellos, permanecerá estable en su trazo grueso, aunque se presenten obvios matices de subas y bajas. Esos cambios relativos estarán determinados por diversos factores, relacionados con su capacidad de mantener cohesión interna, que sobrevivan conceptos de unidad e identidad nacional, y voluntad popular para crecer económica y socialmente. Las dos superpotencias, China y EEUU, que se pelean públicamente, pero terminan acordando (BUSAN, 2025), deberán seguir negociando constantemente con las muy diversas potencias intermedias (Rusia, India, Japón, Indonesia, Turquía, Israel, Arabia Saudita, Irán, Vietnam, Pakistán, UE, Gran Bretaña, Brasil, Sudáfrica, Nigeria, países del Sahel, y otras) sin poder dominar o controlar totalmente a ninguno de ellos. Todos ellos tienen voluntad de poder, recursos materiales y militares, aunque también limitaciones y problemas diversos, cuyas resultantes determinarán su poder relativo en el tablero global. Ninguno de ellos podrá cambiar por sí mismo las relaciones de poder existentes. Ningún país está ascendiendo lo suficientemente rápido como para cambiar el equilibrio global. Ni China ni India pueden igualar el poder total (economía + defensa + softpower) de EEUU, pero este tampoco puede imponerles demasiado, ni a China, ni a Rusia, ni a las restantes potencias intermedias. El mundo mantendrá un complejo equilibrio de estabilidad e inestabilidad, de paz y de guerra; como un todo simultáneo. No hay evidencias actuales que permitan indicar que esta situación se modifique demasiado en las próximas décadas. Para lograr mayor autonomía estratégica todos los países deben fortalecer varios factores, que son los que realmente le aumentan su poder relativo. Los principales son: disponer de identidad nacional y geopolítica, determinación política de obtener mayor poder, tener una economía sólida y en crecimiento; disponer de una población adecuada (cuali y cuantitativamente) y un necesario poderío militar. La acumulación de poder en una trayectoria ascendente y constante, se basa en el despliegue de tres fuerzas (el triángulo de la construcción de poder): tecnologías que impulsan la productividad, poblaciones en crecimiento que incrementan el PBI (consumo interno, mayor valor agregado, mayores exportaciones) y FFAA que protegen los recursos naturales o estratégicos de la voracidad de terceros. Esos conceptos determinarán cuáles serán las naciones que en los próximos decenios tendrán oportunidad de ascender, de mantenerse a flote (en el mejor de los casos), o les tocará descender en el poder relativo, en el contexto del actual mundo multinodal. En el 1900 el primer ministro inglés, Lord Salisbury, advirtió que el mundo se estaba dividiendo en naciones “vivas” y “moribundas”. Las vivas eran las potencias emergentes de la era industrial: estados con poblaciones en crecimiento, tecnologías transformadoras y ejércitos modernos. Las moribundas eran países estancados, divididos internamente, paralizados por la corrupción, aferrados a métodos obsoletos y en decadencia (sic). Las conclusiones son obvias, y claramente no dependen de criterios de tipo de gobiernos: democracias-autocracias, ni de preconceptos ideológicos: socialismo-capitalismo o bien, estatismo-liberalismo. Todo depende de los factores de poder. China ha sido el último gran ascenso, pero hay indicios de cierta desaceleración económica y su población se está reduciendo. Japón y Europa se estancaron hace más de una década. Rusia está en guerra y defendiéndose de un ataque de la NATO. India tiene población joven y pujante, pero tiene debilidades de capital humano y de capacidad estatal que no le permiten convertirse en una fuerza arrolladora. EEUU está tratando de recuperar su potencial industrial, y enfrenta sus propios problemas (deuda, crecimiento lento, disfunción política). Los rápidos ascensos que alguna vez definieron los grandes cambios geopolíticos modernos, han dado paso a un mundo bastante estancado; un club de socios envejecidos, rodeado por potencias medias, países en desarrollo y estados fallidos. Pero también rodeados de poderosos conglomerados financieros, que, globalizados e independizados del poder nacional, son una gran amenaza a la independencia de las naciones. El ascenso de nuevas potencias intermedias, a principios del siglo XXI fue bien real en términos de PBI, pero es relativamente incierto que puedan sostener a lo largo del tiempo su potencia geopolítica, porque los cimientos de una economía robusta (productividad, innovación, mercados de consumo, energía, finanzas y salud fiscal) podrían no ser tan sostenibles en el tiempo. Como la economía alimenta la I+D y el sostenimiento del poder militar, cualquier debilidad repercute sobre todo el triángulo de construcción de poder. Durante la última década, sólo India y EEUU han mejorado la productividad de todos los factores, que mide la eficiencia con la que un país transforma la mano de obra, el capital y otros insumos en desarrollo económico. En las industrias avanzadas, la brecha es mayor: las empresas norteamericanas son las que más captan las ganancias globales de la alta tecnología; China, aunque pujante en algunos rubros tecnológicos, no logra ese nivel de ganancias. El sector de los vehículos eléctricos, las baterías y las energías renovables, en conjunto, del que China es líder mundial, sólo representaron el 3,5 % del PIB en 2023. EEUU es el país menos dependiente del mundo; sus exportaciones son solo el 11% del PBI, mientras China es del 20% y el promedio de los restantes es cercano al 30%. Sin embargo, a EEUU le pesa su deuda financiera (pública + privada) que es del 125% de su PBI y cuyas ganancias van a engordar al sistema financiero. En Japón es aún peor: 300%. En China oficialmente es del 90%, aunque puede haber datos ocultos; sólo se sabe que las inversiones inmobiliarias han traído fuertes pérdidas y el Estado las ha estado reciclando. El sector energético ha mostrado una inercia similar; los combustibles fósiles aún proporcionan más del 80% del suministro global, prácticamente sin cambios desde la década de 1970, a pesar de los billones invertidos en fuentes de energía renovables. En energía, EEUU ha pasado de importador neto de petróleo a productor exportador, disfrutando de bajos precios internos, que favorecen la competitividad de su producción local. La longevidad se ha estancado a medida que los aumentos de la esperanza de vida en las economías avanzadas, se ha estancado o incluso se han revertido. El número de científicos se ha multiplicado por más de cuarenta desde la década de 1930, pero la productividad de la investigación ha disminuido aproximadamente por el mismo margen, reduciéndose ahora a la mitad cada 13 años. La I+D empresarial se ha duplicado como proporción del PIB desde 1980, pero el crecimiento de la productividad y la creación de empresas emergentes se han reducido a la mitad en las economías avanzadas. Podría pensarse que la carrera por la Inteligencia artificial (IA) podría producir cambios en el poder relativo de las naciones. Es probable que haya ganadores y perdedores, pero también que no haya cambios notables. Las tecnologías modernas, por notables que sean, no han transformado la calidad de vida como lo hizo la Revolución Industrial, que entre 1870 a 1940 fue notable, y luego se amesetó, por más que nos asombremos de los avances cibernéticos. Las nuevas tecnologías cambian las relaciones personales hacia un mayor individualismo, pero poco en la realidad cotidiana y no siempre para mejorarla.Se pronostica que la IA impulsará la producción global en un 30 % anual, pero la mayoría de los economistas esperan que agregue solo alrededor de 1% al crecimiento anual. La IA sobresale en tareas digitales, pero los cuellos de botella laborales más difíciles están en los ámbitos físico y social. Los hospitales necesitan enfermeras más que escáners más rápidos; los restaurantes necesitan cocineros más que tablets para ordenar; los abogados deben persuadir a los jueces, no solo analizar informes. Los robots siguen siendo torpes en entornos del mundo real, y debido a que el aprendizaje automático es probabilístico, los errores son inevitables, por lo que los humanos casi siempre deberán revisarlos. Como reflejo de estos límites, aproximadamente el 80 % de las empresas que utilizan IA generativa informaron que no tuvieron ganancias extra por su uso, según una Encuesta Global sobre IA. El crecimiento global se ha desacelerado del 4 % en las primeras décadas del siglo XXI a aproximadamente el 3 % en la actualidad, y a apenas el 1 % en las economías avanzadas. El crecimiento de la productividad, que se situaba entre el 3-4 % anual en las décadas de 1950 y 1960, se ha reducido actualmente a menos del 0,5 %. Mientras tanto, la deuda global ha aumentado del 200 % del PIB hace 15 años al 250 % en la actualidad, superando el 300 % en algunas economías avanzadas. La ONU estima que 3.300 millones de personas viven actualmente en países donde los pagos de intereses de la deuda superan la inversión en salud o educación. El sector de las finanzas especulativas sigue aumentando sus ganancias, creando una burbuja financiera impredecible. La incertidumbre continuará.

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