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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/11/2025 05:17
La reconstrucción digital del rostro de la mujer de Wembley Point El viento azota la cima del edificio Wembley Point, una estructura de metal y vidrio que sobresale en el noroeste de Londres. Es lunes, veintinueve de octubre de 2004, y la ciudad se ve diminuta desde arriba del rascacielos. Sin embargo, por encima del bullicio del tráfico y el murmullo de millones de habitantes, un hecho altera la rutina. Una mujer anónima, desconocida para todos los presentes, se arroja al vacío desde la terraza del piso veintiuno. Lo que sigue es una investigación compleja que ya lleva 21 años con pocos resultados. Nadie sale en su defensa, nadie clama por ella, ni siquiera en las horas posteriores, cuando la noticia recorre las redacciones de Londres: “Mujer salta desde lo alto de Wembley Point. No lleva documentación”. El misterio de más de dos décadas La Policía acude al lugar, las cintas amarillas delimitan la escena y los médicos de urgencia poco pueden hacer. En el bolso de la víctima encuentran apenas unas pocas libras, un celular sin tarjeta SIM y llaves sin identificar. Buscan huellas, rastros de identidad. Llevan el cuerpo a la morgue de la capital inglesa. Allí, sigue esperando ser identificado. —¿Alguien la ha visto llegar? —pregunta un agente a otro, mientras revisan el video de seguridad. —Aparece sola en las imágenes. Nadie parece interactuar con ella, ni siquiera mira su teléfono —responde su colega, mientras avanzan cuadro a cuadro. La mujer de Wembley Point, así comienza a llamarla la prensa, porque durante largas semanas es solo eso: una mujer de entre 35 y 50 años, vestida con impermeable azul y zapatos sin taco. Las cámaras de seguridad del edificio no ofrecen una pista. La policía prueba combinaciones de ADN contra bases de datos, pero el resultado es siempre negativo. El reloj de la víctima recuperado tras su muerte Antes de arrojarse al vacío, la mujer dejó sobre la mesa del bar un paquete de cigarrillos Marlboro, una copia del diario The Guardian de ese día y un pase del transporte público de Londres. El misterio se profundiza cuando pasa una semana y ningún familiar se contacta con la policía. Sus huellas digitales no aparecen en ningún registro. El departamento de personas desaparecidas busca en archivos de todo el Reino Unido. Ni informes hospitalarios, ni consultas psiquiátricas, ninguna denuncia de desaparición con sus características. Nada. El cuerpo que habla La autopsia descarta indicios de violencia de un tercero sobre el cuerpo de la mujer de Wembley Point. El forense declara: “No hay trauma compatible con lucha previa, ni huellas de ataduras. Todo sugiere un salto voluntario”. El caso desafía protocolos y todo sentido común. Las calles de los alrededores se llenaron de rumores. Dicen que era extranjera, que venía de una secta; que sufría una enfermedad terminal; que huía de algo o, peor aún, de alguien. Mientras avanzan los días, la investigación se estanca. Nadie responde a las descripciones que la prensa difunde. Los forenses recurren a una técnica poco habitual: el retrato reconstruido digitalmente. Contratan a una artista forense que dedica jornadas enteras a modelar la fisonomía de la mujer a partir de fotografías y escaneos tridimensionales de su rostro. El retrato circula. Los diarios y noticieros lo muestran, esperando provocar ese instante de reconocimiento en algún espectador. Ni una sola llamada da una pista válida. “La línea abierta para identificar a la mujer de Wembley Point continúa activa. Si sabe algo, por favor, contacte con la Policía Metropolitana de Londres.” Aros y anillo que llevaba la víctima en el momento del suicidio Expertos de salud mental y criminólogos aportan sus hipótesis. Para algunos, los detalles de su atuendo y su decisión de dejar el teléfono sin SIM sugieren una vida marcada por el desapego o el miedo a ser localizada. Otros creen que el anonimato extremo indica una posible persecución previa, o una enfermedad mental no diagnosticada. La atención mediática convierte el caso en mito urbano. Las redes sociales lo llenan de teorías, y no faltan quienes se apropian del misterio: “Tal vez era espía”, publican algunos en X (antes Twitter). “¿No podría ser una víctima de trata de personas?”, comenta otro usuario, retuiteando la foto reconstruida. Mientras que la autopsia y el análisis toxicológico confirman: “No había drogas ni alcohol en su sangre en el momento de la muerte. Sus órganos internos presentaban un estado de salud general bueno para una mujer adulta.” El informe forense, filtrado por la prensa, subraya el detalle: “La única evidencia de su pasado está en una antigua cicatriz en el abdomen, posiblemente una cirugía de apéndice practicada años atrás”. La angustia policial El detective inspector Alan Harris, uno de los responsables del caso, describe la impotencia: —He trabajado en muchas investigaciones de personas desconocidas. Siempre hay una pista, una costura distinta, una valija. Aquí, nada. Solo una llave común, que no abre ninguna puerta en los registros de Londres —confiesa a The Guardian. La escena de su muerte permanece limpia. A diferencia de muchos suicidas, no dejó nota de despedida. Un testigo, empleado de la torre, recuerda: —Yo había ido al baño por unos minutos y, cuando salí, escuché un grito. Miré hacia abajo y vi el cuerpo en el suelo. El guardia de seguridad corrió antes de que los servicios de emergencia llegaran, con el rostro completamente descompuesto. La mujer se arrojó al vacío desde el piso 21 del rascacielos londinense El acceso a la planta veintiuno requería un pase especial, pero ese día la puerta había quedado entornada. Los encargados admiten que es habitual, porque los trabajadores suelen subir a la terraza durante los descansos para fumar. “La casualidad hizo que aquel acceso estuviera sin vigilancia durante esos minutos. Quizás por eso subió tan rápido, sin llamar la atención.” Es una de las pocas certezas que la investigación conserva. Un año después, la Policía Metropolitana admite: “El caso está en pausa. Seguimos abiertos a recibir información, pero no tenemos nuevos indicios”. Los últimos pasos de la mujer Aparecen en la prensa inglesa reconstrucciones de sus posibles movimientos en los días previos, gracias a revisiones de cámaras urbanas. La última imagen clara llega el domingo antes de su muerte: camina sola, con mirada baja, por la estación de Wembley Central. El detective Harris narra lo que vio en el video: —La veo y parece perdida. No mira a las cámaras, ni a las personas alrededor. Sabe a dónde va, pero no deja margen para el azar. Es inquietante pensar que una vida pueda reducirse a esos últimos pasos, captados desde un lente. Los forenses opinan: —Lo que llama la atención, más allá de la tragedia, es la limpieza forense. Sin documentación, sin teléfono funcional, sin fotografía, ni marca identificatoria. Ni siquiera había maquillaje, ni joyas, ni tatuajes visibles. Del lado policial, el sumario cierra provisionalmente con un último parte lapidario: “La víctima permanece sin identificar. No se presumen terceras partes involucradas. El caso sigue abierto.” La urna que contiene sus restos permanece en una cámara refrigerada del hospital forense de Londres, etiquetada como NN 5580/2018. “A veces, familiares llegan muchos años después. No perdemos la esperanza, pero los casos como este son los que terminan por perseguirnos en sueños”, confiesa un trabajador de la morgue, con la mirada clavada en el suelo. La historia de la mujer de Wembley Point flota en la memoria colectiva de Londres. A falta de nombre, es su retrato forense el que sobrevive en los archivos y en la red. Y aunque la policía intenta cerrar el expediente, algunos agentes siguen dedicando tiempo extraoficial a revisar listas y retocar la reconstrucción facial. Mientras tanto, sueñan con la posibilidad de una llamada sorpresiva.
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