Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El viejismo sin eufemismos: viejo no debería ser una mala palabra

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/11/2025 00:41

    Revisar cómo se nombra la vejez es, también, revisar cómo una sociedad se mira a sí misma frente al paso del tiempo. La discriminación por edad, conocida como edadismo o viejismo, ha pasado de ser un fenómeno poco visibilizado a ocupar un lugar central en los debates sobre derechos, salud mental y lenguaje en sociedades que envejecen, aunque toda hay mucho que hacer para vencer esas barreras. El término edadismo fue acuñado en 1969 por el gerontólogo estadounidense Robert Butler para describir los prejuicios y la marginación que sufren las personas mayores. En Argentina, el médico Leopoldo Salvarezza impulsó la palabra viejismo y desafió abiertamente el uso de eufemismos, defendiendo la necesidad de nombrar la vejez sin rodeos. Esta discusión, que atraviesa fronteras y disciplinas, pone en primer plano el poder de las palabras y la urgencia de revisar los estereotipos que afectan a millones de personas. El origen del concepto de edadismo se remonta a finales de la década de 1960 en Estados Unidos. Según Columbia Medicine Magazine, Butler, quien fue el primer director del National Institute on Aging y un referente en el estudio del envejecimiento, identificó la discriminación por edad como un fenómeno comparable al racismo y al sexismo. La discriminación por edad se ha convertido en un tema central en los debates sobre derechos y salud mental. En una entrevista con el Washington Post en 1968, Butler expresó su indignación ante la resistencia de una comunidad a la construcción de viviendas para personas mayores y describió la situación como “ageism”, un término que rápidamente se incorporó al debate público y académico. Butler definió el edadismo como un conjunto de actitudes prejuiciosas, prácticas discriminatorias y políticas institucionales que perpetúan estereotipos negativos sobre la vejez. Su investigación, publicada en la obra “Human Aging”, demostró que la senilidad no es una consecuencia inevitable del envejecimiento, sino el resultado de enfermedades específicas, desafiando así la visión patológica tradicional de la vejez. Aparición y desarrollo del término “viejismo” en Argentina En Argentina, la discusión sobre la discriminación por edad adquirió matices propios. Leopoldo Salvarezza, médico, psicoanalista y pionero de la psicogeriatría en el país, propuso el término viejismo para describir los prejuicios y políticas que marginan a los adultos mayores. Nombrar la vejez sin eufemismos es un paso necesario para desmontar los prejuicios que la rodean. Salvarezza, quien fundó en 1970 el primer servicio de Psicogeriatría y Psicoprofilaxis de la Vejez en el Centro de Salud Mental Nº1, sostiene que el viejismo no solo implica actitudes individuales, sino también estructuras sociales y culturales que relegan a los viejos a posiciones de vulnerabilidad. Aunque el concepto de edadismo se originó en el ámbito anglosajón, la adaptación argentina con “viejismo” busca enfatizar la especificidad de los prejuicios locales y la necesidad de un lenguaje propio para abordarlos. El poder de las palabras y la crítica a los eufemismos La postura de Salvarezza sobre el lenguaje y los eufemismos ha generado un debate profundo en el campo de la gerontología y la sociedad en general. En declaraciones, el especialista cuestiona el uso de expresiones como “tercera edad” o “adultos mayores”, argumentando que estas fórmulas intentan suavizar una realidad que no debería ocultarse. “Si la niñez produce niños; la adolescencia, adolescentes; la adultez, adultos, ¿por qué la vejez tiene que producir tercera edad o adultos mayores?”, planteó Salvarezza. Para él, el rechazo a la palabra “viejo” revela un malestar social más profundo, vinculado al temor a la propia vejez y a la connotación negativa que se le atribuye al término. “Viejo no es una mala palabra en sí misma”, afirmó, y subrayó que el problema radica en la carga afectiva y cultural que acompaña su uso. Además, Salvarezza advierte sobre la impropiedad de llamar “abuelo” a cualquier persona mayor, ya que no todos los viejos tienen nietos y el término implica una relación familiar que no siempre existe. Impacto social y clínico El impacto del viejismo trasciende el plano lingüístico y se manifiesta en la salud mental, la integración social y las políticas públicas. Los prejuicios que asocian la vejez con la enfermedad y la decadencia contribuyen a la exclusión de los adultos mayores, tanto en los medios de comunicación como en la vida cotidiana. Las palabras con las que se habla de la vejez revelan la forma en que una sociedad entiende su propio futuro. Salvarezza ha insistido en que la vejez debe entenderse como un proceso subjetivo y social, no solo como una etapa biológica. El aumento de la expectativa de vida, detectado a partir de la segunda mitad del siglo XX, ha hecho más visible la presencia de personas mayores en todos los ámbitos, pero también ha generado incomodidad y resistencia. “Los viejos fueron entonces colocados al margen de la sociedad, se los puso en una situación vulnerable que se tradujo finalmente en el hecho de ser segregados. Los viejos pasaron a ser ‘los otros’”, explicó Salvarezza a Telam. En el ámbito clínico, la psicogeriatría ha evolucionado para ofrecer respuestas integrales que contemplan tanto el diagnóstico como la intervención psicosocial, promoviendo una visión más positiva y respetuosa de la vejez. La literatura científica internacional también ha analizado el fenómeno del edadismo desde una perspectiva crítica. En un artículo publicado en International Psychogeriatrics, Kerry Sargent-Cox señala que, a diferencia de otros “ismos” como el racismo o el sexismo, el edadismo afecta a todos en algún momento de la vida, ya que la edad es una construcción social fluida. “El edadismo conduce al fanatismo y la discriminación, aunque es una bestia muy distinta, porque, en su mayor parte, otros ‘ismos’ se refieren a aquellos diferentes de nosotros mismos”, escribió Sargent-Cox. Esta autora subraya la necesidad de nombrar y desafiar este “ismo” omnipresente pero a menudo invisible, que condiciona la forma en que las sociedades perciben y tratan a sus miembros más longevos. El desafío de erradicar el viejismo y resignificar la vejez exige una revisión profunda de los discursos, las prácticas y las políticas que estructuran la vida social. Como ha señalado Salvarezza, la verdadera tarea de los gerontólogos y de la sociedad en su conjunto consiste en comprender que el envejecimiento no es un problema ajeno, sino una experiencia colectiva que interpela a todos. La manera en que se nombra y se vive la vejez revela, en última instancia, cómo una sociedad se concibe a sí misma frente al paso del tiempo.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por