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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 02/11/2025 06:38
Cristina Kirchner en el balcón de San José 1111 El 26 de octubre el Gobierno obtuvo más votos de los que imaginaba en un indiscutible triunfo oficialista. Cuando el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, acompañado por los intendentes, en las elecciones del 7 de septiembre también disfrutó de un holgado triunfo. Luego vendría el efecto de la más lúcida operación oficialista, dejarla a Cristina Kirchner bailar en el balcón. En su final, Menem triunfó por un 30%, pero no se presentó a segunda vuelta porque hubiera sufrido una derrota del 70%. Una figura política se agota cuando repele el doble de los votos a los que convoca. Hace tiempo que el kirchnerismo es un virus que si el Peronismo no supera, lo llevará al borde de su propia desaparición. El balcón del 17 de Octubre, con la secta de siempre, recordó los tiempos donde la guerrilla había terminado con la vida de José Ignacio Rucci, y aquel otro balcón de “verdad”, desde el cual el General Perón expulsó a las organizaciones guerrilleras de la Plaza. Fue una repetición de la tragedia en versión de farsa. Habían reducido al peronismo a casi la mitad del país, y ahora lograban convertir al gobierno en una absurda esperanza frente a aquello que fue algo más que un triste pasado. Sostengo que fuimos un país desarrollado hasta Martínez de Hoz, la renta financiera y la importación sin límites, y que terminará destruido y “privatizado”, en el oscuro tiempo de Carlos Menem. Y por eso, reitero también que vamos a cumplir 50 años de decadencia, de paulatina desaparición de aquella clase media, que nos diferenciaba del resto del continente. El Gobierno de Milei estaba al borde del descalabro, en su cruel incremento de la pobreza y la deuda a la par, con ese dólar barato que permitía la fuga de capitales y el deleite de los pudientes. Un 30% de nuestra sociedad ocupa probablemente el envidiable espacio de los ricos, pero hubo un sector de clase media que todavía no tomó conciencia de que en la concentración económica que hoy transitamos, su voto consolida a su verdugo. Llama la atención la debilidad de tantos gobiernos provinciales que no lograron mantener su identidad frente a esta lamentable presencia de lo peor del pasado. Aposté mucho a los gobernadores y terminé asumiendo que cuando se generalizan algunas adhesiones y algunos rechazos, esas estructuras provinciales son arrasadas por la visión nacional. El miedo al retorno del pasado se extendió a todo el país gracias al balcón de Cristina, y las débiles actitudes de las nuevas propuestas sucumbieron debido a ese temor. Queda más claro que nunca que las preferencias y los miedos se nacionalizan más allá de que las elecciones sean provinciales. No es que Kicillof haya nacionalizado su elección, sino que fue Cristina quien expandió el miedo a su retorno en todo el ámbito de nuestras fronteras. Lo peor de Cristina es haber devaluado al mayor de los partidos políticos de nuestra historia, y en ese hecho terminar equiparándose al dogmatismo que hoy ejerce Milei. Kicillof no solo ganó sus elecciones, sino que tuvo el doble privilegio de no ser convocado por Milei a la reunión de gobernadores y de ser acusado del error estratégico del desdoblamiento por Cristina, lo que lo ubica en el mejor lugar de la propuesta que tanto necesitamos: el espacio del centro como visión de futuro. Kicillof parecería estar signado por la suerte. Los que fracasaron ayer lo odian y los que fracasarán mañana no lo invitan. Un buen regalo del destino. Cuando escucho hablar de reformas de segunda generación, soy consciente de que este gobierno se propone llevarse lo que queda. Tengo la convicción de que ni ese pasado, ni este presente, están capacitados para llevar adelante una administración democrática, de consenso, digna. Ya no digamos que busquen cumplir con los principios nacionales elementales en cuanto a soberanía, independencia y justicia social. No importa la cantidad de votos que haya obtenido el oficialismo: su proyecto economicista y conservador es absolutamente inviable en función de una sociedad equitativa y de un país en crecimiento. Duro momento de nuestra peor crisis política donde el miedo se impuso a la razón. Sin embargo, el camino del empobrecimiento irá engendrando una nueva propuesta, esa que hoy se desarma en la atomización de los egos y las ambiciones y oportunismos políticos. Quizá, mañana logre asumir su lugar de imprescindible espacio del centro, pero, por el momento, esta no es más que la expresión de un deseo genuino. No hay Gobierno factible si la alternativa opositora es un riesgo para los mercados, y no hay salida posible hasta que gobierno y oposición encuentren un rumbo donde puedan coincidir en lo esencial.
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