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  • El nacimiento de un Milei pacífico, criterioso, sabio y magnánimo

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/11/2025 05:26

    Javier Milei -¿Cuánto va a durar este Milei que no insulta, este Milei que abre los brazos, que se muestra magnánimo con los opositores? ¿Cuánto va a durar?—le preguntó Pablo Rossi. -Voy a ponerlo en estos términos –respondió el Presidente-. Yo trabajo para 47 millones de argentinos y trabajo para que mejore la vida de todos los argentinos, los que me votaron y los que no me votaron. -¿El deber está por encima de los impulsos? -Obviamente. A mí me contrataron para hacer un trabajo. Yo lo voy a hacer. Ese diálogo, que se produjo cuatro días después de la impecable victoria libertaria, refleja una de las dos transformaciones que, aparentemente, ha sufrido el Presidente luego del vertiginoso proceso electoral. De esa batalla, ha surgido, por un lado, un Milei sabio y equilibrado. O eso, al menos, sugieren sus últimas apariciones. La otra metamorfosis no fue expresada por él sino por funcionarios del equipo económico: parece ser que, finalmente, el Banco Central ha decidido comprar reservas. No se trata de cambios menores. Durante los dos años precedentes, el Presidente se enojaba mucho cada vez que algunos de sus críticos, con la mejor o peor de las voluntades, le reclamaba que parara de insultar y humillar a cualquier disidente, y que fuera más prudente con la administración de las reservas. El hecho de que Milei pretenda cambiar en ambos rubros es, en alguna medida, una admisión de que sus críticos, aquellos que lo enfurecían, tenían razón. Pero refleja también, si ese presunto cambio no fuera apenas un gesto de astucia política, una capacidad de reflexión inusual en el género humano. Scott Bessent y Luis Caputo Cuando aún era candidato, en una entrevista con Viviana Canosa, Milei explicó: “Yo creo que todo el mundo puede insultar. Eso forma parte de la libertad. Ahora, cuando se insulta desde el Estado, eso se llama policía del pensamiento, eso se llama fascismo”. Al llegar al poder, olvidó aquellas ideas y sostuvo que él, cuando insultaba, o escrachaba, solo se defendía de de agresiones de otros, de mentiras de otros, de insultos de otros. Por ejemplo, la cantante Lali Espósito había calificado como “triste y preocupante” su llegada al poder. La campaña que se desplegó contra ella, conducida y alimentada por el propio Presidente, fue despiadada. Ese ejemplo se repitió cientos de veces contra artistas, economistas, políticos y periodistas disidentes. Que el Presidente abandone esa práctica que él mismo, en otros tiempos, calificaba como fascismo sería un gran aporte a la democracia: desactivaría la locura de sus militantes más fanáticos y de aquellos que lo agreden. Tal vez el aprendizaje de Milei –si es que fue un aprendizaje, si no se trata meramente de una simulación—contribuya a modificar el clima político que asfixió al país en los últimos quince años. El segundo cambio tiene que ver con la sustentabilidad del plan económico. Hay distintas formas de contar lo que ocurrió con el programa diseñado por Milei desde su llegada al poder. El Presidente ha explicado que realizó el ajuste más profundo de la historia humana y que eso hubiera ordenado toda la economía de no ser por un sabotaje que sufrió apenas comenzado este año electoral. Ese boicot, y no los propios límites de su programa, es lo que explicaría que haya tenido que pedir ayuda al FMI en abril y a Donald Trump en septiembre. Ese relato contrasta con otro, que se puede deducir de los textos escritos por el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, entre tantos otros economistas de primer nivel. Según ellos, Milei ancló el dólar por demasiado tiempo para mantener la inflación baja. Eso generó un gran negociado financiero y, además, una fuga tremenda de divisas que, como anticipaban sus críticos, lo volvió muy vulnerable en el año electoral. Cuanto más tiempo pasaba, había más expectativas de devaluación y más pérdidas de reservas. De no haber aparecido la ayuda agónica de Trump, el plan volaba por el aire. Eso, y no la solvencia de su programa, salvó al Presidente. En cualquier caso, parece que el Gobierno, una vez terminado el proceso electoral, está dispuesto a comprar reservas, con tal de que no se vuelva a repetir alguna crisis de confianza como las que sacudieron todo varias veces entre marzo y octubre. Javier Milei Pero, ¿será verdad? ¿Podrá volverse tolerante y magnánimo este hombre que ha tapizado la residencia donde vive de gigantografías con su propia cara, que sostiene que fue el máximo referente de la libertad a nivel mundial, que ganará el Nobel de Economía, que su aporte hará tambalear el 80 por ciento de toda la teoría económica que se escribió hasta ahora? ¿Qué hará, por ejemplo, cuando tenga las manos libres para designar jueces? ¿Construirá un poder democrático e independiente o caminará hacia la autocracia? Y, respecto de las reservas, ¿de verdad desandará las ideas que defendió en estos dos años? Si es así, ¿por qué no elevó el techo de las bandas en las horas posteriores a la victoria? Los datos de compras de divisas de septiembre, a este tipo de cambio, son estremecedores. ¿Será capaz de cambiar de verdad la estrategia o perpetuará un sistema donde las reservas huyen por miles de millones al mes? Y, además, ¿será capaz Milei de entender que el programa económico requiere un enfoque más abarcativo y complejo que el que se reduce a cumplir, apenas, el objetivo de bajar la inflación? Porque en estos largos meses, no solo fue el tipo de cambio el eje de la discusión, sino también la manera en que el programa dañaba el tejido económico, social y productivo. ¿Podrá ver, el nuevo Milei, si existiera un nuevo Milei, a las personas que su programa dejó de lado? Esta semana que termina ha dado muchos indicios de la inauguración de un ciclo político de largo plazo, como aquellos que condujeron Carlos Menem y el matrimonio Kirchner. Si se suman todos los legisladores que representan a los libertarios, al macrismo, y a los gobernadores que se reunieron con Milei el jueves, no habrá manera de frenar ninguna reforma. Milei está también al borde de poder designar a gusto y piacere a la cantidad de jueces que le parezca, incluso a los de la Corte Suprema. Tiene el apoyo de gran parte de la clase empresaria y un sostén internacional inédito. Con un poco de inteligencia y sensibilidad, parece un número puesto para ser reelecto y acumular más poder que Cristina Kirchner en 2011 o Carlos Menem en 1995. Hace una semana parecía que iba a derrumbarse, ahora parece que se queda para siempre: ese vaivén obliga a desconfiar de cualquier pronóstico. Pero si se une la línea de puntos y se proyecta, el resultado para él es impresionante. Sin embargo, todo ese poder se va a poner a disposición de un proyecto económico que fracasó muchas veces: en 1955, en 1976, en los ´90 y en los años de Mauricio Macri. Es fácil decir que “esta vez será diferente”, como un mantra, como una consigna, como una expresión de deseos. Pero eso no asegura que esta vez no sea diferente. El presidente Macri, junto a los ministros Dujovne y Caputo. (DyN) En general, lo que empieza de esta manera ha terminado como se lee en los párrafos que siguen: -“Los equipos ortodoxos llegan al poder en medio de una crisis de la balanza de pagos. Sus respuestas frente al problema son una serie de propuestas que involucran una brusca devaluación, un aumento de los ingresos agropecuarios, una caída de los salarios reales, una drástica restricción monetaria, una recesión de mayor o menor profundidad, y un deliberado esfuerzo de atracción de capitales extranjeros”. -“Esa política puede lograr ciertos éxitos al comienzo. La tasa de inflación, que siempre aumenta inicialmente a raíz de la devaluación, más adelante suele disminuir, los capitales financieros fluyen desde el exterior y el salario real en parte se recupera”. -“Sin embargo, en algún momento del proceso sobreviene una crisis de confianza. El flujo de capitales financieros se invierte. Los préstamos del exterior que habían ingresado comienzan a huir. Se produce una fuerte presión sobre las reservas de divisas, una crisis en el mercado cambiario y una brusca devaluación. Caen los salarios reales, disminuye la demanda, la tasa de inflación otra vez aumenta vertiginosamente y se vuelve a caer en una recesión más profunda que la anterior" -“Los préstamos ingresan en divisas. Por lo tanto, las amortizaciones y los intereses (o los dividendos) también deben ser pagados en divisas. El destino más frecuente de los aportes extranjeros consiste en proveer un respiro en el sector externo que permita evitar una recesión y haga posible que continúe el crecimiento de la producción para el sector externo. A medida que logra su objetivo, se consumen más divisas. Se agrega además el pago de los nuevos préstamos y así se incrementa por doble vía el proceso inicial. Para mantener el equilibrio en el mercado cambiario, es necesario que los créditos se vayan renovando una vez que vencen. Además, para compensar los intereses y el aumento de los gastos de divisas, es necesario que se vaya incrementando en forma continua el volumen de nuevos créditos e inversiones que ingresan. Se genera así un proceso de endeudamiento acumulativo que tarde o temprano tiene que desembocar en una nueva crisis de la balanza de pagos, más grave que la anterior”. Eso escribió un industrialista llamado Marcelo Diamand en 1983, en un texto clásico llamado El péndulo argentino. A nadie le va a interesar en estos momentos donde las estrellas se alinean detrás de Milei. Pero es una advertencia monumental. Si esa descripción se repite, y se ha repetido varias veces, cuando más poder respalde al actual programa, peor será a largo plazo. Si esta vez es distinto, como dicen muchos en estos días, estamos a un paso de la felicidad. Encima, conducidos por un Presidente que se ha vuelto sabio, medido y criterioso. ¿Qué más se puede pedir?

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