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  • El amor que asomó del pasado y se animó a revivir a pesar de estar felizmente casada: excusas, nervios y una escena de película

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/11/2025 05:01

    Tomás y María se conocieron en el casamiento de unos amigos (Imagen Ilustrativa Infobae) La voz de este amor real, de punta a punta, será exclusivamente la de María (44), la protagonista que decidió comunicarse con nosotros. Ella le puso un título significativo al texto que envió. Dice así: “El verano que me enamoré”. Esto es, palabras más palabras menos, lo que relata. “Nos conocimos en el casamiento de unos amigos y, unos meses después, en el verano de 2007, me invitó a salir. Yo vivía sola, él todavía con sus padres. Fue sólo una cita. Fueron unos besos. Fue fernet. Fueron Los Beatles y los mates. Esa noche se quedó a dormir, pero no pasó nada más que lo relatado. La conexión se sintió instantánea. Parecía que era una relación destinada a seguir adelante. O, al menos, eso sentí yo”. “Seguimos hablando por MSN, con la ilusión propia de los veintitantos, hasta que un día sus respuestas se espaciaron. Se fueron diluyendo hasta desaparecer. No hubo explicación, solo silencio. No pregunté. Me retiré con dignidad y sin dramas, pero con ese pequeño nudo en el pecho que dejan las historias inconclusas”. Continuaron escribiéndose por MSN hasta que las respuestas se espaciaron y diluyeron (Imagen Ilustrativa Infobae) El mail que llega del pasado “La vida siguió ocurriendo. Me recibí de arquitecta. Conocí a quien hoy es mi esposo. Construimos una vida juntos con 4 hijos, proyectos, amor, deseo. Sí, deseo. Una pareja sólida, imperfectamente perfecta”. “Dieciocho años después de la escena del fernet y de aquellos besos no olvidados, una noche fría de julio mientras preparaba la cena, me entró un mail en el celular. Fue una sorpresa total. Era Tomás. Era él. Aquel chico de Los Beatles que me había dejado de escribir, ahora convertido en profesor de arte. Me decía que había encontrado viejos correos nuestros y que tenía curiosidad, que quería saber en qué estaba mi vida” “Cualquier versión más prudente de mí misma no habría respondido. Habría guardado silencio. Pero lo hice. Contesté con humor y pregunté todo lo que yo también quería saber. Me generaba muchísima intriga. Deseaba enterarme qué había sido de la vida de aquel pibe que había desaparecido dejándome con el corazón prendido e ilusionado”. “Los mails se convirtieron en cartas cotidianas que circulaban por el mundo de la virtualidad. Hablábamos de nuestras parejas, de la crianza, de los vínculos, de la vida en general. Me contó que se había mudado con su familia a un pueblo de España y que ahora estaba separado. Todo fluyó con una naturalidad que me descolocó. Sin estrategias, sin vueltas, con una conexión profunda. De pronto, estaba sin arnés hamacándome al compás de los lindos recuerdos”. “Seguimos charlando de libros, de series y ¡hasta coincidíamos en los gustos! Había entre nosotros una complicidad tan viva y tan fresca como si el tiempo no hubiese discurrido. O, ni siquiera existido. Ayer, era hoy. Así de fácil se daba nuestra comunicación” “Sin embargo, hubo dos pausas en esa correspondencia feliz y espontánea. La primera ocurrió cuando me di cuenta de que me encantaba el ida y vuelta. Que esperaba sus mails con ansiedad. Que armaba en mi cabeza imágenes nuestras caminando juntos por las playas de Valencia, esas de las que tanto me hablaba. Sentí miedo por ese sentir poderoso. Porque, a pesar de entender que tengo una pareja maravillosa y una vida plena, algo se había empezado a mover dentro de mí. Algo que no podía ni nombrar o ponerle un nombre. ¿Qué era? ¿Nostalgia por otro tiempo? ¿Pasión virtual para combatir el aburrimiento de lo cotidiano? ¿Amor a destiempo? No sabía cómo nombrarlo ni en qué lugar encasillar eso que vibraba y me mantenía en ese alerta feliz”. Dieciocho años después de aquella cita con Tomás, María recibió un mail de él (Imagen Ilustrativa Infobae) “El joven que había conocido hacía tantísimos años atrás era ahora un hombre maduro, inteligente, con una calma y espiritualidad que maridaban perfecto con mi intensidad, mi humor y mi emocionalidad. Duró poco la primera interrupción, pudieron más mis ganas y retomamos el diálogo”. “La segunda pausa fue más silenciosa. Más distante. Malos entendidos, algún desencuentro y, quizás, el temor que emergía contundente. Con forma y límites. No era un cierre ni un portazo. Solo se trataba de un silencio que suspendía las cosas”. Se abre esa puerta entornada “Hasta que llegó su cumpleaños y no pude evitar escribirle y quebrar la barrera de hielo protectora. Era apenas un saludo, pero lo cierto es que estaba abriendo esa puerta que había quedado entornada. Tomás respondió enseguida. Con una sinceridad que me desarmó por completo: me dijo que extrañaba nuestras conversaciones, que esperaba este mensaje hacía tiempo, que deseaba seguir en contacto, que me quería y me reconoció que él también armaba imágenes nuestras en su cabeza. Los dos soñábamos. Así seguimos algunas semanas más entre mails, chats y viendo series juntos, a la distancia”. “Hasta que un día me dio una noticia: vendría a Buenos Aires por trabajo. Momento bisagra. Había una fecha. Fantaseamos sobre la posibilidad de vernos, de poder darnos un abrazo, de estar cara a cara, de escuchar nuestras voces en vivo y en directo. Sin demasiadas vueltas, la fantasía la hicimos realidad. El primer encuentro fue en los lagos de Palermo. Compramos unos cafés, caminamos sin destino, hablamos sin parar. Había nervios, tensión y esa intacta y añosa complicidad de siempre. Cuando nos despedimos, el abrazo fue largo, sentido, esperado y ¡tan necesario!” El primer reencuentro fue en los lagos de Palermo (Imagen Ilustrativa Infobae) “Su estadía en Buenos Aires continuó así que, a los pocos días, pactamos volver a vernos. Como vivo con mi familia en Pehuajó, en la provincia de Buenos Aires, tuve que inventar una excusa para poder viajar. Lo hice con una total sensación de disociación entre las dos personas en las que me había convertido. Era como si de nuevo tuviera veinte años y no tuviese marido ni hijos. Fui. Era una noche maravillosa de primavera. Nos debíamos las risas, las confesiones, las miradas”. “Todo estaba impregnado de la magia de las cosas que sabemos no volverán a darse. Fuimos a comer, tomamos un vino. Al salir, caminamos del brazo. Antes de pedir cada uno su taxi y despedirnos hasta no saber cuándo, nos detuvimos y nos besamos sin apuro. Nos besamos mucho, nos miramos y nos acariciamos. Fue una escena perfecta de película romántica. Bellísima y tierna. No pasó nada más. Al otro día volví a mi pueblo, con mi marido y mi familia; él, a España”. María vivió un momento romántico de película con Tomás (Imagen Ilustrativa Infobae) La prudencia gana la batalla “Había sido mucho mentir, viajar, inventar una excusa. No daba para más. Supe enseguida que lo vivido no podía ni debía seguir adelante: esa historia ya había tenido todo lo que podía dar. Había existido la segunda oportunidad para despedirse bien, como deben terminarse las historias y para conseguir cerrar aquello que había quedado inconcluso. Yo casada, él recién separado; la enorme distancia; los momentos en los que estábamos parados… Todo convertía a esa relación en un vínculo que resultaba imposible de mantener. Aún necesitándonos y deseándonos” “Tomás no quería cortar el contacto, pero acompañó mi decisión y la respetó. Yo había decidido quedarme con el recuerdo, con lo que me hizo bien, con aquello que me recordó que sigo viva y curiosa. Con la idea de que siempre se tiene la capacidad, a veces tan adormecida, de sentir hondo”. “No me arrepiento de lo brevemente vivido. Estoy agradecida de haberme animado a experimentar el reencuentro. También de haber tenido la valentía de retomar un trozo incompleto de mi pasado para transformarlo en una linda, pero breve, historia de amor romántico. Lo extraño, claro. Extraño sus charlas, la conexión, la fantasía que me despertaba. Pero no quiero una doble vida. Y menos arriesgar la historia que elegí construir y donde soy feliz” María desechó una doble vida y eligió la historia que construyó y con la que asegura ser feliz (Imagen Ilustrativa Infobae) “A veces, y esto es lo que deseo transmitir a los que leen la sección, los personas del pasado regresan no para quedarse, sino para mostrarnos con claridad quiénes elegimos ser. Cuando se van, dejan una paz serena, como la de esas películas que terminan justo donde deberían hacerlo”. Fin. *Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com * Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas

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