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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 02/11/2025 05:00
El video muestra: imágenes de relámpagos sobre Estados Unidos vistas desde la Estación Espacial Internacional. Hace 25 años, un 2 de noviembre de 2000, la Estación Espacial Internacional (EEI) abrió sus escotillas a los primeros residentes permanentes: Bill Shepherd de la NASA y los rusos Sergei Krikalev y Yuri Gidzenko. Su llegada marcó el inicio de un capítulo sin precedentes en la historia de la exploración espacial, que combina la investigación científica, la ingeniería avanzada y la cooperación internacional en un laboratorio flotante de dimensiones colosales. En estos veinticinco años de ocupación continua, la EEI se ha convertido en un espacio donde convergen la innovación tecnológica y la experiencia humana, sirviendo tanto como laboratorio de microgravedad como plataforma de observación de la Tierra. La Estación Espacial Internacional celebra 25 años de ocupación continua, símbolo de cooperación global y ciencia en órbita terrestre baja (NASA) La idea de vivir en el espacio no surgió de la noche a la mañana. Ya en el siglo XVII, el astrónomo Johannes Kepler escribió que algún día la gente viajaría por el espacio. En la década de 1860, Edward Everett Hale imaginó “La Luna de Ladrillo”, una estructura artificial que orbitaba la Tierra y ofrecía soporte vital a sus ocupantes. Posteriormente, teóricos como Konstantin Tsiolkovsky, Herman Noordung y Willy Ley desarrollaron diseños de estaciones espaciales con conceptos de gravedad artificial, autosuficiencia y aprovechamiento de la energía solar. Estas visiones sirvieron como fundamento intelectual para los proyectos de estaciones espaciales de Estados Unidos y la Unión Soviética en la década de 1950 y 1960, incluyendo el Proyecto Horizon y la Skylab estadounidense. En esta foto proporcionada por la NASA, el astronauta estadounidense Robert L. Curbeam Jr., a la izquierda, y el astronauta de la Agencia Espacial Europea, Christer Fuglesang, participan en una caminata espacial durante la construcción de la Estación Espacial Internacional, el 12 de diciembre de 2006. Al fondo están Nueva Zelanda y el océano Pacífico. (NASA vía AP, Archivo) La aprobación oficial de la EEI llegó en 1984 por el presidente Ronald Reagan, con un presupuesto sancionado por el Congreso estadounidense. James Beggs, entonces administrador de la NASA, buscó de inmediato socios internacionales, incorporando a Canadá, Japón y diversos países miembros de la Agencia Espacial Europea. A partir de finales de la década de 1980, los elementos de la estación se construyeron en distintas naciones: Estados Unidos, Canadá, Japón y Europa. En 1993, Rusia se sumó al proyecto, consolidando un esfuerzo global sin precedentes. El desarrollo de la EEI se planificó en dos fases. La Fase 1, conocida como NASA-Mir (1995-1998), consistió en transportar astronautas y cosmonautas al laboratorio orbital ruso Mir, integrando módulos rusos modificados como Spektr y Priroda con cargas útiles estadounidenses y la presencia de siete astronautas norteamericanos. Desde su primera tripulación en noviembre de 2000, la estación albergó a 290 personas de 26 países con misiones científicas diversas (NASA) La Fase 2 comenzó en 1998, con el lanzamiento y ensamblaje de los primeros módulos de la nueva estación, un proceso complejo que requirió de 36 vuelos del transbordador espacial estadounidense y 6 lanzamientos rusos Proton y Soyuz, además de vehículos de reabastecimiento como el Progress, HTV japonés, ATV europeo y naves comerciales Dragon, Cygnus y Starliner. “Con una longitud de 109 x 73 metros, una masa de 450 toneladas y un volumen habitable de más de 1.000 m3, es el objeto espacial más grande construido por el ser humano”, explicó a Infobae Diego Córdova, especialista en temas espaciales y autor del libro “Huellas en la Luna”. La NASA y Roscosmos mantienen la cooperación en la EEI, incluso en contextos de tensión política entre Estados Unidos y Rusia (NASA) Y agregó: “Desde su concepción la EEI fue el proyecto espacial más ambicioso, después de los alunizajes tripulados, nucleando en el mismo a cinco agencias espaciales; NASA (EEUU), Roskosmos (Rusia), ESA (Europa), JAXA (Japón) y CSA (Canadá); enfrentando la difícil tarea de dejar de lado diferencias históricas, culturales y tecnológicas para acercar lo mejor de cada uno en beneficio no solo de los países participantes sino de la comunidad científica y la humanidad en general” “El mayor logro del programa de la EEI es tanto un hito humano como tecnológico”, señala la NASA, subrayando cómo la integración de diferencias culturales y políticas permitió planificar, coordinar y operar los complejos elementos de la estación. La colaboración no se limita al control de hardware: las tripulaciones, operaciones, comunicaciones y proyectos científicos se distribuyen por todo el mundo, con centros principales en Estados Unidos y Rusia y centros auxiliares en Canadá, Japón y Europa. Vida y ciencia en órbita En esta imagen difundida por la NASA se ve la silueta de la Estación Espacial Internacional con el Sol de fondo durante un eclipse solar, el lunes 21 de agosto de 2017, en una fotografía captada desde el lago Ross, en el Parque Nacional Northern Cascades, en el estado de Washington. (Bill Ingalls/NASA vía AP, Archivo) Con un volumen presurizado de aproximadamente 900 m³ y una masa superior a 400.000 kg, la EEI es el objeto artificial más grande que jamás haya orbitado la Tierra. Sus paneles solares cubren un área de 2.247 m² y generan alrededor de 735.000 kW-horas de energía eléctrica al año. La estación mide 109 m de ancho por 51 m de largo y orbita a una altitud de entre 370 y 460 km, con una inclinación de 51,6° que le permite sobrevolar el 90% de la superficie habitada del planeta. Alberga continuamente a siete tripulantes, aunque puede transportar entre 3 y 13 personas dependiendo de la rotación de la tripulación y vehículos de pasajeros. La vida en la EEI combina ciencia, logística y adaptaciones humanas. Shepherd recordó que cuando llegaron por primera vez, la estación era oscura y húmeda, pero hoy describen el lugar como “un hotel de cuatro estrellas ahora”, con laboratorios, invernaderos que producen chiles y flores, un teléfono con internet para uso personal y una cúpula acristalada para observar la Tierra. La higiene y la ropa siguen siendo limitadas: los baños son de esponja y la ropa sucia se desecha, sin lavandería a bordo. Las caminatas espaciales fueron esenciales para el ensamblaje de la EEI, más de 260 se realizaron para su mantenimiento y expansión (NASA) El laboratorio orbital ha permitido realizar miles de experimentos en diversos campos. La fisiología humana, la biología, la ciencia de materiales, la ingeniería y la física de fluidos han sido áreas fundamentales de estudio, traduciendo los resultados en aplicaciones tangibles para la salud, la economía y el medio ambiente en la Tierra. Un ejemplo destacado fue el estudio con gemelos Kelly, que comparó los efectos de la microgravedad en Scott Kelly con su hermano idéntico Mark en tierra. Además, se han realizado intervenciones médicas remotas, como la detección y tratamiento de coágulos sanguíneos en astronautas, supervisados desde tierra antes de regresar al planeta. El astronauta Scott Kelly realizó un experimento junto a su hermano gemelo en la Tierra para observar el efecto de la vida en el espacio (NASA) “La estación espacial proporciona un entorno único en órbita terrestre, con condiciones que serían imposibles reproducir en la Tierra, para enseñarnos el comportamiento de los materiales, de los compuestos e incluso el de los seres vivos. Este gran complejo hoy es considerado como la mayor plataforma de experimentos científicos, orientados a seguir enseñando al ser humano a vivir y a trabajar en el espacio, con investigaciones continuas en medicina espacial, teniendo en cuenta el objetivo de conquistar la Luna, Marte y otros puntos del espacio profundo”, precisó Córdova. El ensamblaje de la EEI dependió de las actividades extravehiculares (EVA). Desde 1988, más de 260 caminatas espaciales se realizaron para ensamblar, mantener y reconfigurar la estación, una cifra que supera todas las EVA previas en la historia de la exploración espacial. Jerry L. Ross y James H. Newman realizaron la primera EVA en la EEI conectando los módulos Zarya y Unity. Tamara E. “Tammy” Jernigan fue la primera mujer en realizar una caminata espacial en mayo de 1999, y Edward T. “Ed” Lu junto al cosmonauta Yuri I. Malenchenko realizaron la primera EVA conjunta entre Estados Unidos y Rusia en 2000. Rubio estableció el récord de 371 días en el espacio, el más largo para un astronauta estadounidense. (NASA) La llegada de la Expedición 1 en noviembre de 2000, con Shepherd, Gidzenko y Krikalev, marcó el inicio de la ocupación continua y multiplicó el número de EVA. Entre 2000 y 2003, 38 astronautas y cosmonautas completaron 41 caminatas espaciales, incluyendo la primera realizada desde la propia estación mediante la esclusa de aire. En marzo de 2001, James S. Voss y Susan J. Helms llevaron a cabo la EVA más larga de la historia, con ocho horas y 56 minutos. La Agencia Espacial Canadiense, la Agencia Japonesa y la ESA también contribuyeron con sus astronautas, destacando Chris Hadfield y Soichi Noguchi, entre otros. Las EVA han sido riesgosas y han exigido improvisación y habilidades excepcionales. Durante la misión STS-120 en 2007, los astronautas reubicaron un panel solar dañado utilizando sutura para repararlo desde el espacio, un procedimiento supervisado y ejecutado por Scott E. Parazynski, médico y astronauta. Este ejemplo demuestra cómo la combinación de formación técnica, experiencia médica y creatividad ha sido esencial para el mantenimiento de la estación. Cinco agencias espaciales de distintas naciones operan la EEI, uniendo esfuerzos técnicos y políticos para sostener la vida en el espacio (NASA) Cooperación global y futuro de la estación El impacto de la EEI va más allá de la investigación científica. La estación ha servido como plataforma educativa para motivar a los jóvenes a estudiar matemáticas, ciencias, ingeniería y tecnología (STEM), formando la próxima generación de exploradores espaciales. Además, representa un modelo de cooperación internacional sin precedentes: cinco agencias de diferentes países gestionan y operan el laboratorio, equilibrando objetivos diversos y compartiendo resultados que benefician a toda la humanidad. La vida útil de la EEI ha sido prolongada más allá de su fecha inicial de retiro gracias a su diseño modular. Nuevos módulos reemplazan o complementan componentes antiguos, garantizando la seguridad y el funcionamiento continuo de la estación. La NASA planea finalizar su gestión de la EEI en 2031, cuando SpaceX realizará la reentrada controlada de la estación sobre el Pacífico. Antes de eso, empresas privadas como Axiom Space integrarán sus propios módulos, allanando el camino para futuras estaciones comerciales con una clientela más diversa. “Hoy, con una tripulación estable de siete integrantes de distintos países que se van relevando cada seis meses aproximadamente, la estación espacial constituye el mayor banco espacial de pruebas con experimentos que pueden desarrollarse en continuado durante muchos meses, incluso años. Un total de 290 personas, representantes de 26 países, entre astronautas de las distintas agencias espaciales, turistas e investigadores privados han pasado por la ISS dejando un legado de permanencia humana ininterrumpida”, sostuvo Córdova. Los astronautas viven entre laboratorios, invernaderos y una cúpula acristalada, con vistas de 360 grados sobre el planeta Tierra (NASA) Y completó: “Después de 25 años (y contando) de actividad continua la edad del gran complejo espacial se está haciendo notar, el azote de la radiación, los impactos de micrometeoritos y demás inclemencias del vacío espacial, hacen que los materiales envejezcan y los trabajos de mantenimiento sean cada vez más extensos y costosos; es por ello que, de común acuerdo, se decidió que para 2030 la estación sea sacada del servicio activo, desorbitándola, de manera controlada, sobre el océano Pacífico”. La EEI se ha convertido en un laboratorio, un observatorio y un símbolo de cooperación global. Su evolución desde un puesto de avanzada de tres habitaciones a un complejo del tamaño de un campo de fútbol con múltiples laboratorios y vistas panorámicas de la Tierra refleja la ambición humana de explorar y aprender más allá de nuestro planeta. “Pero el fin de la estación no significa, de ningún modo, el fin de las investigaciones científicas espaciales que, a pesar de llevar un cuarto de siglo en el espacio, están lejos de concluir. Hay iniciativas de dos empresas privadas, Axiom Space y Vast, con sendos proyectos de estaciones espaciales más pequeñas pero funcionales para seguir evolucionando en la investigación espacial; muy seguramente entre 2026 y 2027 comenzarán a operar”, afirmó Córdova. El futuro de la EEI incluye el traspaso a estaciones privadas, mientras la NASA planea su reentrada controlada para el año 2031 ( REUTERS/Joe Skipper) Y concluyó: “Desde aquel 2 de noviembre de 2000 en que esos primeros tres ocupantes abrieron la escotilla para instalarse y trabajar en la estación espacial, la humanidad ya no estuvo completa en la Tierra, siempre hubo alguien en el espacio y es suficiente para que todos tengamos conciencia planetaria y sepamos que nuestra proyección como humanidad está en esos otros mundos que nos esperan”. El futuro de la EEI es un ejemplo de cómo la ciencia, la ingeniería y la diplomacia internacional se entrelazan. Los avances técnicos, como los paneles solares de alta capacidad, la cúpula de observación y los sistemas de soporte vital, junto con la experiencia adquirida en EVA y en la vida en microgravedad, consolidan la estación como un referente único. La EEI representa un hito en la historia de la exploración humana, una plataforma científica que orbita la Tierra cada 90 minutos (NASA) La EEI demuestra que la colaboración, la perseverancia y la innovación permiten superar desafíos que antes parecían imposibles, preparando a la humanidad para misiones más ambiciosas hacia la Luna, Marte y más allá. En su cuarto de siglo de ocupación, la Estación Espacial Internacional no solo celebra años de presencia humana continua, sino también décadas de ciencia aplicada, cooperación internacional y exploración tecnológica. Es un laboratorio donde la curiosidad y la capacidad humana se combinan para expandir los límites del conocimiento, brindando descubrimientos que transforman.
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